lunes, 28 de octubre de 2013

Las dificultades para las relaciones sociales de los menores adoptados o acogidos víctimas de malos tratos: la sensibilidad paterna y materna prepara el camino para un adecuado desarrollo del cerebro social


La entrada de esta semana es vivencial, hoy hablaré de este tema en base a mi experiencia profesional.

En el vídeo de la pasada semana “Zeitgeist moving forward” uno de los expertos -en relación con el tema que vamos a abordar- decía lo siguiente: “En las plantas hay un proceso de adaptación al medio en el cual van a desarrollarse. Para los humanos, la adaptación es a la calidad de las relaciones sociales. Entonces, a una edad temprana, cómo eres cuidado, cuánto conflicto hay, cuánta atención recibes es una muestra del tipo de mundo en el que puedes estar creciendo. ¿Estás creciendo en un tipo de mundo en el que tienes que pelear por lo que quieres conseguir, vigilar tu espalda, valerte por ti mismo, aprender a no confiar en otros o estás creciendo en una sociedad donde depender de la reciprocidad, la mutualidad, la cooperación… donde la empatía es importante, donde tu seguridad depende de tener buenas relaciones con otra gente? Y eso necesita un desarrollo muy diferente a nivel emocional y cognitivo. De eso es de lo que se trata: la sensibilidad temprana. Y el ser padre es un sistema de transmitir esa experiencia a los hijos, de la clase de mundo en el que están”

Pensemos ahora en tres menores de edad diferentes pero unidos por un mismo destino adverso: la experiencia de los malos tratos y el abandono:

Iker es un muchacho de nueve años. Adoptado por su madre a los siete años tras pasar los mismos en su país de origen. Primero sufrió el abandono del padre biológico que dejó a la madre con Iker y tres niñas más. Familia sumida en la pobreza más absoluta y viviendo en una zona marginal de una gran urbe de Sudamérica, para subsistir Iker, desde muy temprana edad, callejea con sus hermanos para pedir limosna y traer algo de comida para sus bocas. La madre utiliza gran parte de ese dinero para consumir alcohol. Los niños no están atendidos en sus necesidades físicas. Además, cuando la madre está en estado de embriaguez, grita y maltrata a los niños (les pega y les insulta, descargando su cólera contra ellos) También les descuida, de tal manera que no supervisa su conducta. La madre en estado de embriaguez se comporta de modo caótico e impredecible. Un día, jugando, Iker tira una cazuela de un fogón y se quema la espalda causándose graves quemaduras. Los niños tampoco tienen satisfechas las necesidades emocionales ni de seguridad personal. Los servicios sociales intervienen e Iker es ingresado en un orfanato de pésima calidad donde puede comer una vez al día pero los educadores utilizan una disciplina basada en hacer obedecer las normas mediante el castigo físico (pegarles con la zapatilla) Ingresa en este orfanato con una de sus hermanas. Un día les llega una oportunidad de adopción de un matrimonio europeo. Tras un periodo de prueba quieren quedarse con la hermana de Iker pero no con éste porque tiene unas alteraciones de conducta y un estilo de vinculación que no soportan. Se lo dicen al propio iker el cual vive una experiencia de profundo rechazo que ahonda más en la herida. Más adelante, encuentran la oportunidad de tener el ambiente familiar seguro, estable, cohesivo y afectivo que necesitan: Iker y su hermana son adoptados por una mamá y comienza una verdadera vida para ellos.

Adela es una joven de 13 años que vivió sus cuatro primeros en un país de la Europa de Este. Hija de una madre joven que ya tenía tres hijos más, ingresa nada más nacer en un centro de acogida –pues la madre no podía hacerse cargo- donde permanece hasta los cuatro años. Sufre la ruptura de contacto con su madre biológica. En el centro de acogida tiene sus necesidades físicas cubiertas pero los cuidados y la estimulación emocional debe de compartirlas con más niños y niñas. El tipo de educación que recibe de las mujeres que educan a los niños de ese centro es muy rígida, con una disciplina basada en el tiempo fuera y los cachetes, si no obedecen. La cara de la niña en el momento de la adopción es triste, según recuerdan sus padres adoptivos que lo son desde los cuatro años de Adela.

Peter es el mayor de cuatro hermanos que viven en un entorno familiar caracterizado por la presencia física pero totalmente ausente -desde el punto de vista emocional- de su padre. La madre presenta una depresión que cursa con consumo excesivo de alcohol y juego patológico. Nadie atiende las necesidades emocionales de los niños, que desde el punto de vista funcional más básico están atendidos. Cuando el padre llega del trabajo, ambos progenitores discuten enzarzándose en peleas por el gasto de dinero excesivo que hace la madre. Ésta recrimina a su marido que no le ayude ni apoye en nada y la deje sola con los niños y su crianza. Nadie escucha a estos niños, juega con ellos, interactúa, se preocupa por sus deberes, les da explicaciones sobre la vida, fomenta el lenguaje emocional y la empatía. La casa es un auténtico desierto emocional. Al agravarse la situación en el hogar porque los niños dejan de tener la supervisión básica funcional, las autoridades adoptan una medida de protección y Peter pasa a residir en un centro de acogida de menores dado que tiene once años y a su edad un acogimiento familiar es difícil que surja.

En el primer caso, Iker es un muchacho habitualmente tranquilo, risueño y que entra en relación social con sus compañeros y con los adultos con tranquilidad y desde la reciprocidad. Sin embargo, cuando surge un conflicto, debe de tolerar una frustración o se empecina en un punto de vista… ¡zas! bruscamente cambia de comportamiento. Entra en un súbito y terrible estado de cólera que le lleva a agredir violentamente a los niños o los adultos que estén a su alrededor en ese momento. No puede entrar en razón ni calmarse porque parecería que se tratase de otro Iker. Para poder terminar con su violencia desatada, indiscriminada y peligrosa para él y los demás, un adulto fuerte y seguro debe de contenerle físicamente hasta que rompe a llorar.

¿Qué le pasa a Iker? Recordad la frase del principio: ¿Qué clase de mundo sintió Iker desde que nació? ¿Qué quedó grabado en su memoria implícita? Desde muy temprana edad, que el mundo es un lugar hostil y hay que estar preparado para luchar o huir. ¿Qué fue posteriormente registrando su hipocampo? (órgano responsable de la memoria episódica y verbal y de integrar la información proveniente de la memoria emocional en un todo coherente, ubicando los sucesos y acontecimientos en su contexto y tiempo): “soy malo”, “despreciable”, “merezco ser humillado” y “estoy en peligro” Esto queda disociado en otro estado del yo (que contiene el daño sufrido) y se activa en situaciones concretas del presente que evocan esos contenidos. En una situación íntima e interpersonal (con su madre o en la terapia) a veces se acerca y se aproxima, se muestra cariñoso, colaborador, simpático… Pero si la relación se va tornando demasiado íntima, se activan sus modelos de apego tempranos en los que quedó registrado que puede ser dañado y entonces se aleja o se torna malhumorado e incluso agresivo (comienza a pegar a la madre sin motivo alguno) El apego temprano que se forjó fue de tipo desorganizado, el más grave y propio de ambientes caóticos, violentos y donde se han vivido situaciones de terror intenso de las cuales no se puede escapar.

Adela sufre porque no tiene amigas. Siempre que comienza en un nuevo grupo empieza muy bien. Exhibe adecuadas habilidades sociales para preguntar, responder, intercambiar opiniones y hablar sobre gustos y aficiones. Puede conectar emocionalmente, a veces, con las amigas y sentirse parte del grupo. Sin embargo, Adela se siente internamente muy activada, inquieta, incluso con cierto desasosiego. Eso le lleva a no regular sus emociones y controlar sus impulsos. Se deja llevar por ellos. A veces, liga con el novio de una amiga, sin poder controlarse. Le gusta ser el centro de los chicos. Cuando le preguntan que por qué liga con el novio de una del grupo, que eso está mal, Adela miente. Las chicas del grupo desmontan su mentira. Desde luego no es la  primera vez que Adela miente o que exagera las cosas que cuenta (inventándose cosas grandiosas sobre su familia) Ya le han cogido en varias mentiras. Por ello, las chicas del grupo comienzan a llamarse entre ellas y a evitar estar con Adela. Y ésta, de nuevo, sola. Sabe que no ha actuado bien, reconoce su problema ante el psicoterapeuta y le dice: “¿Por qué siento esa activación dentro de mí, esa angustia en mi interior? Hace que me altere y que no controle mis impulsos” “¿Por qué insisto en usar mentiras y exagerar, presentarme como alguien que no soy ante los demás?” Este tipo de apego temprano, en la línea de un apego ansioso-ambivalente, activa en la relación social la evocación de no ser lo suficientemente querida y de temer un abandono. Le lleva a activar un modelo interno de apego en el que está más preocupada por su propia angustia y por ganarse la atención de los demás (para tapar esa angustia) en una suerte de mecanismo de defensa inconsciente que le da la fantasía de que no será abandonada porque duda de la disponibilidad del otro, no está segura de que el otro sea alguien fiable. El modelo operativo que se evoca en la relación con los demás contiene representaciones tipo: “no soy lo suficientemente querible”; “pueden dejarme” Y termina por provocar paradójicamente, lo que más teme: quedarse sin amigas.

Peter se ha adaptado bien al piso de acogida en los aspectos funcionales y de orden y cumplimiento básico de las normas. Sin embargo, no se relaciona con los compañeros si no es sólo mediante alguna actividad: el ajedrez (su afición favorita), los videojuegos o los comics. La preferencia son los objetos e interactuar con los demás por medio de éstos. No parece tener necesidad de tener amigos íntimos o cómplices con los que conectar emocionalmente y resonar internamente. Los profesores le definen como adaptado a los estudios, alejado de los compañeros y distante emocionalmente. En el centro de acogida mantiene la distancia y rechaza hablar con los educadores de cómo le va, sus estudios y los amigos. Cuando algún educador intenta ayudarle y apela a las emociones o las relaciones, tratar de acercarse y conectar con cercanía, Peter pasa absolutamente. Y si el educador insiste más, se puede volver irónico y despreciativo con él. Excepto si alguien toca alguno de sus objetos preciados o le desordena sus cosas. En esos casos estalla con un ataque de ira y se vuelve violento. Este tipo de apego temprano es marcadamente evitativo. En las relaciones con los otros se evoca la posibilidad de intimar, de que entren en su interior. Entonces el mecanismo de defensa es evitar, alejarse e incluso despreciar. Peter actúa como “alguien muy voraz que piensa que la comida no es lo suficientemente buena”, como diría Wallin. Se cierra y se protege con estos mecanismos porque en su momento fue rechazado emocionalmente cuando intentó conectar con los demás.

Ahora ya nos explicamos por qué los niños y adolescentes adoptados o acogidos con experiencias de abandono y maltrato crónico a sus espaldas tienen tantas dificultades para relacionarse con los demás. El cerebro es un órgano social, preparado para entrar en relación con los demás. La neurociencia moderna da la razón a Platón cuando afirmaba que el hombre es un ser social. Pero las experiencias de vida graves que comprometen el desarrollo cerebral y mental de las personas hacen que éstas tengan que adaptarse a lo que los cuidadores tempranos les han ofrecido para poder sobrevivir, como decía el autor del vídeo de Zeitgeist que os he citado al principio del post.

La semana que viene veremos qué podemos ir haciendo para reparar estas tempranas tendencias. Hay que tener en cuenta que cuanto más tiempo de maltrato y abandono, más probabilidad de que se afiancen los esquemas tempranos de apego. Pero aún y todo -y sin olvidar que algunos casos son graves y las secuelas son permanentes (sólo podemos aspirar a lograr el mayor grado de adaptación posible)- Cozolino nos dice que en neurociencia no hay nada escrito y que nunca es tarde.

Termino con esta frase de Siegel muy ilustrativa de cómo el cerebro se prepara y se diseña para las posteriores relaciones sociales en la experiencia con los primeros cuidadores: “Pensemos en un  recién nacido. Cuando nace un bebé, ya está listo para relacionar lo que ve en los demás con lo que hace él y siente en su interior. Pero ¿qué pasa si los demás sintonizan con sus necesidades sólo en raras ocasiones? ¿Qué pasa si en general sus padres no están a su disposición y lo rechazan? Al principio la mente del niño se verá invadida por la confusión y la frustración. Sin los momentos íntimos en los que se produce una conexión sistemática con sus cuidadores, puede acabar siendo una persona sin visión de la mente, sin comprender la importancia de unirse a otros. Aprendemos muy temprano en la vida a usar nuestra conexión con las personas de confianza para aliviar nuestra angustia interior. Eso constituye la base de una relación afectiva segura. Pero si no recibimos una crianza así, nuestro cerebro tendrá que adaptarse y arreglárselas como pueda…”

Y, desgraciadamente, así han vivido muchos de los niños y jóvenes que tratamos a diario en la consulta: arreglándoselas como pueden.

Hasta la semana que viene.

Cuidaos / Zaindu

7 comentarios:

Isabel dijo...

Espero la entrada de la semana que viene. ¡Qué triste me ha dejado la entrada de esta semana¡

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

He pretendido que sea real pero no transmitir rendición. Lo digo en la entrada cuando menciono a Cozolino: ¡en neurociencia no hay nada escrito! Se puede y se debe trabajar con estos niños porque se pueden conseguir muchos logros. La semana que viene daré algunas pistas en este sentido. ¡Animo!

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

En neurociencia no hay nada escrito quiere decir que nunca se puede decir "no hay nada que hacer" y "es tarde". En este sentido lo afirma Cozolino.

olgavc dijo...

Es duro asumir que tu hijo siempre arrastrará muchos dolores: primero, el abandono y segundo, los infintos momentos de soledad ante el dolor de la crueldad de los orfanatos.
Ayer mismo mi hijo ( en un momento de intimidad en la cama) me admitió que se sintío muy solo muchas veces: cuando nadie le consolaba cuando le insultaban o pegaban otros niños. Algo curioso es que antes, cuando llegó hace dos años ( él tenía 7) y lloraba visceralmente porque le regañaba, recuerdo que gritaba "papááááá". Supongo que así lloraba en el orfanato pensando que su papá en algún sitio podría oir su llanto e ir aconsolar su dolor. He de decir que soy monoparental y eso me dolía aún mas.
Yo sigo pensando que si no puedo aliviar su pasado, sí que puedo buscar soluciones para que él encuentre sus recursos personales para vivir en armonía consigo mismo.
He oído hablar del "Abrazo vincular" y terapia de "Constelaciones familiares". ¿Podría ser otra alternativa para ayudarlos?
Como siempre..., gracias por existir y dejarnos saber mas día a día.

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

Hola, gracias por tu comentario, me alegro de que el blog te aporte y te ayude a saber más día a dia. Respecto a lo que me preguntas, noche oído hablar nunca del abrazo vincular. Si de la psicoterapia basada en el vínculo de apego que es la que explicamos en este blog y la que mejores resultados da. Yo es la que recomiendo. Las constelaciones familiares he oído hablar de ellas pero no se si se aplican a niños.

Anónimo dijo...

De verdad que lo necesito.....pero no tengo el ánimo ni la fuerza ni siquiera para leerlo. Tengo una niña adoptada desde los 9 años tiene 10 y ha sido una pesadilla, ya no sé qué hacer....es hiriente ofensiva, burlesca no tenemos como trabajar eso, me tiene agotada, Sé que es un proceso pero es una pesadilla…..no sé qué hacer….del hogar que viene tampoco la quieren de regreso….no sé que hacer…..

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

Lo que yo haría es pedir ayuda profesional. Esas conductas hirientes pueden tener que ver con el daño que a nivel vincular puede tener. Hay que tratar de verlas como producto de un sufrimiento, no como ataques personales. Lleva solo un año contigo, eso es muy poco frente a los nueve en los que estuvo desprotegida o le faltó en demasía afecto, normas, permanencia de un adulto. La ayuda profesional puede evitar que tenga que vivir un nuevo abandono regresando de nuevo al hogar. Vosotros como familia necesitáis ayuda también para entender y saber tratar a la niña. Saludos.