martes, 26 de agosto de 2008

Hijos adoptivos y apego desorganizado (III y final)

Tercera y última parte de esta serie para orientar a padres adoptivos cuyos hijos presentan apego desorganizado.

Una de las consecuencias de la temprana desorganización del apego, cuando se han sufrido carencias severas, es la no adquisición de la permanencia del objeto. Por permanencia se entiende "(...) que las emociones permanecen durante un tiempo más dilatado. Las emociones estables permiten que el bebé tenga intenciones estables e ideas sobre lo que es importante (objetivos internos) Y las ideas y los conceptos estables producirán un comportamiento estable, intencional. La permanencia básica del objeto se desarrolla especialmente durante los tres primeros años de vida” (Rygard) Los niños con apego desorganizado han podido desarrollar una deficiente conciencia de sí mismos como individuos, esto es, con experiencia de sí mismos a lo largo del tiempo (Siegel lo denomina conciencia autonoética) Por lo tanto, los niños con apego desorganizado suelen tener estos problemas:

- Disminución del sentido de las proporciones

- Una capacidad reducida para distinguir entre fantasía y realidad. "¿Lo he hecho yo o lo has hecho tú?" "¿He perdido el monedero o no?" Se les suele acusar de mentir pero simplemente no saben si algo ha sucedido o no, no son conscientes de su propio rol en lo que les pasa. Por lo tanto, ante las "mentiras" no debemos castigar esa conducta porque no son realmente engaños con propósito manipulador (realmente con los niños con apego desorganizado el castigo, aparte de ineficaz, debe estar contraindicado por el daño que sufrieron) Lo que tenemos que hacer es adoptar una postura pedagógica y ayudar al niño a desarrollar una mayor conciencia del impacto de sus actuaciones en el entorno.

- Un sentido reducido de los matices y de las gradaciones. O somos unos malvados o somos los mejores. No hay término medio en su vida.

- Una capacidad reducida para establecer la diferencia entre primer plano y fondo. No pueden trabajar en una tarea durante mucho tiempo. Cambian constantemente de objetivo y desplazan la atención de un tema a otro. La madre no estuvo, en sus vidas (o el cuidador) el suficiente tiempo como para darles las nociones tempranas de qué es importante y qué no es relevante. De ahí sus dificultades atencionales. Habrá que adecuarse a su escasa capacidad de sostener la atención y no pedirles imposibles (sobre todo a nivel de rendimiento escolar)

- Un grado bajo en el proceso de flexibilidad y complejidad. “¡Pero qué testarudos son!” “Cuando algo se les mete en la cabeza…” solemos afirmar. No pueden comprender un argumento o un sentimiento y se empecinan en lo suyo, que es lo que les da sentimiento de control.

Muchos de los problemas de conducta agresiva suelen suceder cuando los adultos no co
nocemos los puntos anteriores y les sobre-exigimos. Cuando existe un conflicto, los niños no pueden hacer cambios internos para adaptarse y, entonces, lo que hacen es tratar de cambiar lo externo, normalmente frustrados y con reacciones de ira que pueden terminar en respuesta agresiva si insistimos en la exigencia de una respuesta que son incapaces de dar. De ahí que no nos cansemos de insistir en adaptarnos a su nivel y no a la inversa.

En otras
ocasiones, no obstante, pueden reaccionar de modo agresivo porque quizá sea la única alternativa que conozcan o porque no regulan su sistema bioconductual. En los casos en los que esto ocurra, nuestra postura siempre debe ser de aceptación fundamental (tolerar la emoción de la rabia, no aceptar la conducta agresiva si es dañina para el niño y/o para los demás) Hay que enseñarles cómo actuar, trabajar con ellos habilidades sociales básicas.

En los momentos de mayor intensidad, cuando ya hay reacciones violentas desproporcionadas, yo me suelo acordar de lo que Jorge Barudy suele recomendar: lo mejor en ese momento es dejarles que se calmen, no insistir y retomar después.

2 comentarios:

Gemma Torres dijo...

Ellos chocan con todo nuestro sistema ético y educacional, con lo que hemos aprendido, con el sistema por el que nos regimos para vivir en familia, para vivir en sociedad. No se debe mentir, hay que ser leales, hay que querer a los que nos quieren... Se nos pide funcionar de repente con otro código, dejar las acciones merecedoras de un castigo sin él, dejar pasar su desatención, su acto de falta de cariño... Sé lo que Vd. dice y lo entiendo y estoy de acuerdo, pero es muy difícil. Hay que guardar en un cajón nuestra forma habitual de comportarnos cuando reprimimos a estos hijos, explicar a sus hermanos por qué nuestro comportamiento es distinto y nadar un rato en el espacio de la duda pensando si habrá servido para algo lo que le hemos dicho y la forma en que lo hemos hecho. Queremos a estos "hijos del desamor de otros" que nos ponen a prueba cien veces al día y la sensación que nos devuelven es que sólo somos "máquinas que necesitan".
Y cada día amanece con la esperanza de que tengamos un buen día y los buenos días se vayan amontonando y vayan formando una montaña que poco a poco calme la amargura que se formó en el interior de mi hijo en los primeros años de su vida.

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

Estimada Gema: Comparto plenamente lo que dices y el sentimiento que expresas. Es verdad: una cosa es la teoría y otra la práctica. La práctica no puede ser perfecta porque no lo somos. Cuesta mucho seguir lo que comento, claro. A todos. Digamos que son las señales del camino, recogidas de la literatura de especialistas. Pero estos niños exigen un enorme desgaste. Y es muy importante nuestro autocuidado. Crucial, diría yo. Porque "los hijos del desamor" que tienen esa amargura que se formó en los primeros años de su vida, tal y como lo expresas bellamente, precisan tanto que es normal que uno a veces se sienta como una mnáquina.

Creo que estos espacios nos ayudan a reflexionar, a desahogarnos y a compartir experiencias.

No quiero despedirme sin antes romper una lanza, pese a todas las dificultades, en favor de seguir intentándolo y empezar con ellos siempre de nuevo. Una y otra vez. Siempre conseguiremos algo. Por pequeño que sea.

Saludos muy cordiales, y ¡¡¡ánimo!!!