lunes, 5 de octubre de 2015

La historia del camello que llora

El pasado fin de semana estuve en Madrid, recibiendo un curso sobre cómo influir sobre el vínculo de apego entre madres (cuidador/a) y bebés de hasta un año de edad en grupo. Lo impartieron dos especialistas del Anna Freud Center (Jessica James y Sheila Ritchie) un prestigioso centro de psicoterapia y formación, y como comprenderéis no me pude resistir. No todos los días se tiene la oportunidad de poder formarse con especialistas de primer nivel.

El curso fue en grupo pequeño, y pude saludar y compartirlo (también mesa y mantel) con varios/as amigos/as y colegas que vivimos con pasión la teoría del apego.

El curso me ha parecido de alta calidad. Creo que una de las claves -en la que no se trabaja demasiado- es la prevención. Sobre este importante nivel realizan su trabajo, dentro del marco del apego, las profesoras Jessica James y Sheila Ritchie. Porque intervienen y fortalecen las relaciones de apego tempranas en grupo, con diadas madre (o cuidador/cuidadora) bebé. El grupo está constituido por 4 diadas, con un formato abierto (pueden incorporarse cuando lo deseen y también dejar el grupo cuando estimen conveniente) y una metodología no directiva basada en la conexión emocional, la resonancia afectiva, los diálogos mentalizadores (la teoría de la mentalización de Peter Fonagy es uno de los sustentos teóricos de los grupos madres/bebés: se trata de que las madres puedan reconocer y ver la mente del niño como propia, con sus estados internos y marcarlos como propios, reflexionando sobre los mismos) y la reflexión sobre uno mismo y su historia. Las interacciones entre las distintas madres, entre éstas y los demás bebés, entre los propios bebés entre sí, y también con los profesionales, son igualmente trascendentes para el propósito de intervenir sobre las relaciones de apego. Porque el grupo se va a constituir en un ente con vida propia, esto es, va a ser figura de apego también. El psicoterapeuta de grupo no resuelve, es un facilitador que va a favorecer que el propio grupo pueda ir solucionando y manejando las situaciones y relaciones que se vayan dando. Aunque, evidentemente, interviene si se precisa contención, y para reflejar lo que puede ocurrir. También puede realizar interpretaciones válidas para los miembros del grupo.

Salí del curso, como la gran mayoría, fascinado por la propuesta y con ganas de llevarla a la práctica. Porque lo que hagamos en el primer año de vida por influir -e incluso reparar- el vínculo de apego lo haremos en un periodo clave y sensible en la vida del ser humano, donde justo se está construyendo y cimentando el fundamento para estar y ser en el mundo.

En el marco de este curso, las profesoras nos pusieron un vídeo que me maravilló por lo emocionante que es, y por la metáfora que transmite. Ya sabéis: poder expresar o describir algo mediante una semejanza por analogía.


El vídeo es un fragmento de una película titulada “La historia del camello que llora”: cuenta la leyenda de Mongolia que los mongoles cuando un camello da a luz y la cría es albina o hubo complicaciones al nacer, la madre camello rechaza a la cría y no la deja amamantar. Los mongoles tocan esta canción que hace llorar a la madre, la sensibiliza, estimula su sistema de cuidados y acepta a su hijo.

Ved el vídeo, es muy emotivo:




Puede servirnos para comprender y ver muchos de los sentimientos que tienen tanto la madre (o un cuidador/a, uso el término madre de manera universal), que rechaza al hijo; la cría de camello y la comunidad (simbolizada en la mujer y en los músicos)

En todo proceso de revinculación, la comunidad adopta un papel fundamental: me ha recordado al concepto de holding del psiquiatra Winnicott. La madre, durante los primeros años de vida, hace una función de andamiaje conteniendo las emociones y los impulsos del bebé y dándoles forma mediante la palabra y el cuerpo piel-con piel que da sujeción cálida. En este vídeo, el holding lo hace la muchacha que con su voz y su mano da esa sensación de contención a la mamá camello. Los músicos se me antojan la alegoría de la regulación emocional propia del hemisferio derecho del cerebro: éste para su correcta maduración, es dependiente de la experiencia externa, de los cuidados con sintonía y resonancia emocional, de las transiciones y cambios armónicos, de los susurros y las voces calmantes, de la capacidad de llevar al bebé hacia estados de sosiego cuando los precisa… Cuando el hemisferio derecho está pleno de miedo y de ansiedad, de terror, de oleadas de angustia, de ira, esa música hace que la mamá camello pueda tranquilizarse y confiar. Porque la madre necesita esa seguridad que le dan los miembros de la comunidad. Necesita esa nueva visión sobre su hijo, mentalizarle de otro modo... Comunidad de la que formamos parte los educadores, psicólogos, psicoterapeutas, maestros, técnicos de infancia, trabajadores sociales, médicos, psiquiatras... cuando diseñamos intervenciones para que los padres se capaciten como tales y puedan poner en marcha un sistema de cuidados empático, sensible y con límites hacia sus hijos/as.

Pero no nos olvidemos del camellito, de la cría, que no entiende nada, que sólo siente una mezcla de deseos de aproximarse (y de activar su sistema de apego, necesario para su supervivencia) pero a la vez de alejarse porque intuye el rechazo y tiene miedo (activando a la vez el sistema de defensa) Está en ese miedo sin solución, me ha recordado al apego desorganizado del que hemos hablado en este blog innumerables veces. El camellito (o camellita) si pudiera hablar diría algo así como: “tengo miedo”, “no me fío”, “me duele que me rechace” La comunidad a la vez, también le transmite la confianza y seguridad para que avance poco a poco y se acerque a su madre (o padres), haciéndole sentir que está preparada y que además, ellos están ahí.

Puede aplicarse al acogimiento familiar, a la adopción (en este caso la madre o cuidador/es no rechaza pero también tienen dudas, miedos y vacilaciones en este proceso de vincularse al niño, y éste a su vez, puede estar aterrorizado, paralizado, angustiado por sus experiencias anteriores con otros cuidadores que se están activando en el proceso de apegarse a los nuevos padres o familia), a la re-vinculación niños/as padres por emigración... y a otras experiencias relacionales que a buen seguro ya se os están pasando por la cabeza.

Muchas veces se pueden explicar teorías complejas como la regulación emocional de este modo, poniendo un vídeo a los padres y familias, pues necesitáis comprender muchos conceptos para poder así entender a vuestros hijos/as.

Esta intervención que hace toda la comunidad mongola sobre el camellito y la mamá es tratar de fomentar un apego seguro, ganarlo a la seguridad. Cuando intervengo en la consulta con mamás y/o papás y niños/as adoptados/as mayores con los que tenemos que trabajar el apego, realmente hacemos algo parecido a lo que simboliza este video. Es clave la intervención sobre el apego en la niñez temprana y en la segunda niñez -en el caso de menores adoptados y acogidos, sobre todo-, para ganarlos a la seguridad. En la adolescencia también se puede, pero siempre creo es más complicado, los nudos están más atados.

¿Por qué intervenir sobre el apego para hacerlo seguro? Porque las bases de la futura regulación propia, de la relacional y del control de impulsos hunden sus raíces en una experiencia de apego seguro. Dice Pat Ogden “…en el caso de una relación de apego seguro, la relación con el cuidador facilita el desarrollo del hemisferio cerebral derecho, favorece la regulación afectiva eficaz y fomenta la salud mental infantil adaptativa. El cerebro inmaduro del niño se ve continuamente estimulado de forma que preparan las neuronas del córtex orbitoprefrontal, estructura que es especialmente importante debido a su profundo efecto sobre la regulación fisiológica emocional. Dependemos del córtex orbitoprefrontal derecho en razón de su capacidad de regular la activación emocional y autónoma, y esta área del cerebro depende recíprocamente para su desarrollo de la regulación relacional durante la primera niñez” (“El trauma y el cuerpo”, editorial Desclée de Brouwer)

Efectivamente, cuando trabajamos la relación entre una familia y su hijo/a que necesitan una intervención en el área del apego, estamos haciendo una regulación relacional que tiene importantísimos efectos en las áreas del cerebro responsables de la regulación interna (fisiológica y emocional) Cuando la comunidad interviene con el bebé camello y la mamá, está haciendo a nivel psico-fisio-lógico, todo eso que tan maravillosamente explica la autora y especialista, Pat Ogden. Así pues, creamos en nuestro trabajo firmemente porque tiene respaldo científico. Y esta tarea nuestra (también de la comunidad que rodea al niño) regulatoria nos ocupa todo el desarrollo del niño para que pueda proyectarse como un adulto adaptado.

Nos despedimos como es ya un clásico en este blog, comentándoos la  picada de hoy. Es una picada importantísima. Quiero apoyar desde estas líneas la figura de las familias colaboradoras para esos menores que llegados a una edad no tienen más alternativa que el centro de acogida, el cual aún proporcionándole muchos recursos y aspectos positivos, a veces carece de la posibilidad de ofrecer figuras vinculares estables. Las familias de apoyo (como lo es el Programa IZEBA en Gipuzkoa, promovido por la Diputación Foral) pueden constituirse en tutores de resiliencia. La resiliencia es la capacidad que tienen los seres humanos para crecer y rehacerse desde la adversidad o el trauma. Es un proceso que se construye en la relación con los otros. Las personas desarrollamos recursos resilientes primarios durante los primeros años de vida gracias a la creación de un vínculo de apego seguro con un cuidador empatico, permanente, sensible y disponible emocionalmente que nos transmite una experiencia de seguridad. Desgraciadamente, hay niños que no han podido desarrollar suficientemente la resiliencia primaria. Su experiencia vincular ha sido tan insegura -y en algunos casos, dañina- para su bienestar y salud que ha debido adoptarse una medida de protección, siempre dolorosa. Algunos de estos menores, especialmente los mayores de cinco años, desgraciadamente, no tienen fácil acceder a figuras adultas que ofrezcan una permanencia y que contribuyan a reparar el apego (por ejemplo, en un acogimiento familiar) Con lo cual quedan en una situación de mayor vulnerabilidad porque las posibilidades de desarrollar la resiliencia secundaria son más escasas. Este tipo de resiliencia emerge en los niños y adolescentes gracias a adultos que acompañan y aceptan incondicionalmente a éstos. Los llamados tutores de resiliencia son personas capaces de fomentarla, de favorecer que crezcan y se rehagan desde el trauma. Es un adulto, como dice Boris Cyrulnik, que encuentra al niño y supone un renacer y una transformación para él, el viraje de su existencia.

Creo que es en este marco donde entran las familias de apoyo o las colaboradoras. Pueden ser esas figuras adultas, a veces las únicas, que den permanencia (con todo lo que esta palabra implica) al niño o adolescente. Pueden ser esos tutores de resiliencia que acompañen al menor en ese proceso de rehacerse y crecer desde la adversidad. Se sabe por la investigación científica que las relaciones estables, sanas, constructivas, positivas... con adultos facilitadores reparan las redes neurales asociadas al apego y la empatía. En una investigación de referencia ya en resiliencia, la de Werner, se observó en un estudio longitudinal que los menores que habían conseguido desarrollarse como adultos suficientemente adaptados (a pesar de haber soportado traumas severos en su infancia) son los que habían contado con al menos un adulto que cambiara la mirada sobre ellos y los aceptara de manera incondicional. Creo que las familias colaboradoras, bien seleccionadas y formadas, pueden hacer esta tarea de construir la resiliencia secundaria en unos menores que de otro modo, tienen escasas posibilidades en este sentido. Pienso que potenciando este recurso estamos llevando a la práctica lo que la investigación científica avala como válido para reparar y hacer una tarea de reconstrucción de unos menores que no pueden ser dejados a su suerte, sin referentes estables. Todo niño tiene derecho y necesita al menos, un adulto que le acompañe en su vida.

Me despido dándoos las gracias de corazón por apoyar el evento de las II Conversaciones sobre apego y resiliencia infantil que se celebrarán en Donostia los días 27 y 28 de noviembre. ¡Hemos completado el aforo (130 plazas) en dos semanas…! Lo siento una vez más, por todos/as los/as que os queréis apuntar y ya no podéis. Para la próxima edición ya consolidado el evento y teniendo en cuenta la gran acogida que le dispensáis, os prometo que buscaré un local más grande aún y espero nadie que quiera asistir se quede sin poder hacerlo. Esto habla muy bien de todos/as vosotros/as: queréis formaros y crear redes de comunicación, intercambio y apoyo. Os prometo que los que estaremos en las jornadas de Donostia lo vamos a dar todo, y que las mismas serán atractivas desde el punto de vista de los contenidos pero también habrá resonancia emocional; si no, el aprendizaje no es tan completo. Se olvida pronto.

Dentro de 15 días (el 19 octubre) tenemos otra firma invitada: Olga Guerra Arabolaza, psicóloga y experta en abuso sexual. Os gustará su aportación. Porque además, sobre este tema hemos hablado poco. Nadie mejor que Olga para hacerlo.

Cuidaos / Zaindu

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha encantado el vídeo. Un modelo del cómo hacer y del buen hacer: la sensibilidad que muestra esta comunidad para aceptar la realidad, en lugar de rechazarla, partir de la aceptación de ese rechazo (aceptación de la realidad) para luego cambiarla, el respeto con el que lo hacen, cómo respetan el tiempo, cómo buscan la vía de comunicación más adecuada en el momento para llegar a la mamá camello y sensibilizarla, desde el respeto, con un mensaje de estamos aquí, te apoyamos. Cómo reparten roles, unos con actitud activa y otros con presencia activa. El mimo con el que lo hacen y la tenacidad con la que no desisten. Todo un ejemplo.

Gracias Jose Luis por darnos siempre pistas de cómo hacer y del buen hacer y, por encontrar los modos de comunicación adecuados para hacernos llegar el mensaje y crear la sensibilidad necesaria para nuestro desempeño. Eskerrik asko bene benetan.

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

Muchísimas gracias a ti por tu comentario que refleja muy bien con palabras, lo que la metáfora expresa. Eskerrik asko zuretzat. Besarkada bat