lunes, 4 de junio de 2012

Entrevista en "El Diario Vasco" con motivo de la celebración de una jornada formativa con las familias adoptivas de Gipuzkoa de la Asociación Ume Alaia. Hablando sobre apego, resiliencia y adopción.

El pasado lunes la periodista Ane Urdangarin de “El Diario Vasco” (periódico que se lee mayoritariamente en Gipuzkoa) publicó una entrevista que tuvo a bien hacerme con motivo de mi participación en una jornada formativa, el pasado 18 de mayo, con las familias de la Asociación de Familias Adoptivas de Gipuzkoa Ume Alaia. La aparición de la entrevista se demoró unos días pero, al final, se publicó.

He quedado muy satisfecho con Ane Urdangarin por su excelente trabajo periodístico. Ha recogido muy bien lo que he pretendido transmitir. Os confieso que raras veces quedo contento con este tipo de entrevistas, pues al final dependes del trabajo de elaboración que el profesional haga. A veces no me gusta nada el titular o el subtitular que destacan. Otras veces descontextualizan la información que expones. Pero en, esta ocasión, sólo tengo palabras de agradecimiento y felicitación. Y son para Ane Urdangarin.

Como la entrevista no se publicó en edición electrónica y sólo se podía leer comprando el periódico (muchos vivís fuera de Gipuzkoa y Euskadi), esta semana me ha parecido interesante dedicar el post a que podáis leer lo que expongo en la misma porque creo que os puede resultar orientativo y práctico. Para todos/as los padres y las madres, y también para los profesionales, he transcrito la entrevista que dice, literalmente, así:

Titular: “No poner límites a los niños es tan negativo como no darles afecto”

Subtítulo: “El apoyo de los padres y del entorno social ayuda a los niños a  rehacerse ante la adversidad”

ANE URDANGARIN. SAN SEBASTIÁN. Los niños cuentan con recursos para hacer frente a las adversidades, pero para desarrollarlos necesitan del acompañamiento de adultos que les brinden apoyo y afecto. El psicólogo donostiarra José Luis Gonzalo Marrodán ha dedicado buena parte de su vida profesional al tratamiento de niños víctimas de malos tratos para la Diputación y también atiende a familias con niños adoptados. De cómo ayudar a los chavales para que sepan rehacerse ante la adversidad habló recientemente en una jornada organizada por Ume Alaia, la Asociación de Familias Adoptivas de Gipuzkoa.

¿Cómo le enseñamos a un niño a enfrentarse a la adversidad?

Los niños lo que necesitan fundamentalmente es un adulto que les acompañe y acepte de manera incondicional. Creo que es algo que nos cuesta muchísimo a todos los adultos, porque tendemos a confundir la persona con la conducta. Podemos estar en desacuerdo con muchas cosas que los niños hagan, pero hay que darles ese mensaje de aceptación incondicional, decir: “yo te reconozco en tu valía, preservo tu autoestima, pero al mismo tiempo soy capaz de decirte que las conductas que haces no me gustan, no son positivas y te voy a ayudar a cambiarlas” El hecho de que eduquemos a los niños quiere decir que les vamos a ayudar a superar las dificultades y las conductas problemáticas, pero tenemos que preservar la aceptación incondicional de la persona, porque los niños que resultan más resilientes, aquellos que son capaces de funcionar bien en contextos de adversidad, son los que han tenido una persona en su vida, o dos, si los padres son pareja, que les han acompañado y les han aceptado de modo incondicional.

¿Cuándo decimos adversidad, de qué estamos hablando?

Tenemos que incorporar la visión de la adversidad a la vida, porque quizá podemos pensar que hablamos solo de cosas puntuales muy impactantes, pero también hay pequeñas adversidades, incluso eventos que corresponden al hecho de vivir y existir, como afrontar la muerte de seres queridos, una repetición de curso… Cualquier acontecimiento vital que forma parte de la existencia. En principio se pensaba que afrontar la adversidad era una cualidad de personas con características un tanto especiales, y ahora lo que se está viendo es que tanto los niños como los adultos pueden enfrentar esas adversidades de la vida cotidiana siempre y cuando cuenten con contextos de apoyo. Con los niños es fundamental proveerles de una red de apoyo: profesores, padres, terapeutas… De hecho, la mayoría de la gente que se recupera bien cuenta con una red social que le ayuda.

¿Cómo se puede disminuir el riesgo y potenciar la capacidad de afrontar las dificultades?

Para mitigar los riesgos tenemos que intentar que los niños tengan vínculos ricos, apego con los padres, una relación segura, confiable y de empatía. Eso hace que desplieguen más sus capacidades. Es muy importante también que cuando llegue a la edad de la socialización consigan integrarse en grupos de amigos, logren disfrutar de las relaciones sociales, de las redes de amigos… Las personas que mantienen vínculos sociales son más resilientes.

¿Más recomendaciones?

Es importante fijar los límites, que sean claros y firmes. Muchas veces los padres tienen problemas para fijarlos, y eso es tan negativo como no ofrecerles afectividad. Hay que equilibrar tanto el control y los límites normativos como el afecto que damos a los niños. No hay afecto sin límite ni límite sin afecto. Y cuando ponemos un límite se lo tenemos que decir de una forma clara, sin perder el control. Muchas veces pensamos que con un castigo o un grito vamos a conseguir un efecto mayor y quizás lo que conseguimos es agravar el problema, porque los niños nos ven como personas que nos descontrolamos, no ofrecemos un buen modelo. Además, no solo hay que tirar del castigo, sino que muchas veces calmándonos nosotros y calmando al niño, hablando y ayudándoles a reflexionar, se consigue también que vayan interiorizando límites. Se trata de explicarle lo que puede y no puede hacer, y si ve que al mismo tiempo se le acepta incondicionalmente, a pesar de sus comportamientos negativos, hace que vaya interiorizando las cosas de forma más natural.

Parece de sentido común…

Creo que tenemos que tratar de dedicarles tiempo para enseñarles a funcionar en la vida. Quizás estamos demasiado preocupados en que se hagan muy competentes, tengan muchas actividades extraescolares, y no fomentamos la autonomía y que aprendan habilidades más cotidianas, de la vida diaria, que sean chavales que sepan solucionar problemas, que sepan gestionar el dinero, hacer encargos, que aprendan a responder ante una dificultad con un niño ante un conflicto… También destacaría la importancia de que los niños encuentren su lugar, que se les pueda dar un contexto de participación significativa en el que desplieguen su talento y se sientan a gusto, como puede ser el deporte, la música…

¿Los niños adoptados necesitan un apoyo extra?

Los niños que no han sido adoptados también pueden llegar a necesitar un apoyo extra, pero digamos que los adoptados tienen especificidades propias. Algunos, no todos, pueden provenir de situaciones de abandono con carencias prolongadas, malos tratos… Tenemos que ser conscientes de que normalmente esos niños necesitan un recorrido más largo que los niños sin esas vivencias, porque pueden tener incluso problemas traumáticos, más dificultades para regular sus emociones, de comportamiento, son más inseguros. Todo esto está muy relacionado con los primeros años de vida, un periodo muy importante en la configuración del desarrollo neuronal, y si ahí no se vive una experiencia de apego seguro, ese lazo que nos une a un cuidador que nos cubre nuestras necesidades, que empatice y nos dé seguridad, ese niño puede crecer con mayores dificultades. De ahí la importancia de que los padres adoptivos se formen y se preparen para saber actuar adecuadamente.

Junto a Óscar Pérez-Muga ha escrito “¿Todo niño viene con un pan bajo el brazo?”, una guía didáctica para padres adoptivos con hijos con trastornos de apego.

Explicamos que el niño se adapta a lo que el cuidador le ha ofrecido. El niño tiene varias opciones, como trajecitos que se pone: si ha tenido un cuidador rechazante, la estrategia del niño será ser evitativo; si el cuidador es más absorbente, el niño se vuelve más ambivalente; y los que han vivido situaciones de mucho terror, son de apegos desorganizados, que a veces se aproximan y a veces se alejan, y pueden ser controladores o excesivamente complacientes. Por eso sus padres adoptivos tienen que aprender a identificar el perfil de apego, que les dará pistas para saber cómo trabajar.


En los casos de infancias muy duras, ¿se consigue revertir la situación?

A esos padres el mensaje que les transmitiría es que si son capaces de hacer el trabajo de acompañamiento y de contención, de aceptación incondicional de ese niño, según la experiencia que tenemos en terapia con menores muy traumatizados y con muchos problemas de vinculación, a la larga esos niños van a salir adelante. Pero para eso es fundamental que los padres se conviertan en tutores de resiliencia, que valoren que el niño es un héroe, que ha sido capaz de afrontar situaciones de vida muy duras que los adultos no sabemos si seríamos capaces de sobrevivir, y trabajar con ellos día a día. El tutor debe ser capaz de permanecer, de seguir y de no rendirse.

No parece un trabajo sencillo…

Por eso hay que tener las mejores evaluaciones de la capacitación parental para hacerse cargo de los niños desprotegidos, porque los padres han de ser conscientes de que la adopción es una medida para toda la vida, que no vale la marcha atrás. Es tu hijo para siempre y hay que concienciar a los padres de los daños que pueden traer esos niños. Y ofrecerles un apoyo postadoptivo más intenso. Es cierto que hay adolescentes difíciles de manejar, pero puede ser muy gratificante, porque además estos niños tienen unas cualidades humanas que muchas veces te dejan sorprendido: lo mucho que agradecen cualquier gesto, lo incondicionales que pueden ser, lo dispuestos que están a colaborar…

El Diario Vasco, lunes 28 de mayo de 2012. Sección Al Día – Educación. Página 4


La semana que viene regreso con una entrada dedicada a los profesores, pues he descubierto un material muy útil y práctico.

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