martes, 15 de julio de 2008

En verano, mejor ánimo

Así parece ser para algunas personas, particularmente para las que padecen trastornos depresivos. La luz juega un papel en los síntomas depresivos; algunos estudios en los que se sometía a pacientes a exposiciones prolongadas de luz mejoraban, con respecto al grupo control, de sus síntomas. En la práctica clínica, nuestros pacientes nos expresan también que en verano se sienten mejor: la luz, el buen tiempo… invitan a salir más, a relacionarse, a estar en movimiento, etc. Y todo esto son antídotos, conductas incompatibles, con estar deprimido. Hay pacientes que tienen lo que llamamos un patrón estacional: al llegar el otoño, con la caída de la luz, empeoran ineluctablemente.

El verano es una buen época para el ánimo, cierto. Pero en psicología de la conducta se sabe que -a pesar de todas las trabas que se le quieran poner a este planteamiento, tildándolo de artificial- si una persona se activa conductualmente, se produce una mejoría de su estado afectivo-emocional. De hecho, está surgiendo toda una línea de terapia basada exclusivamente en activar conductualmente a un sujeto deprimido.

“Es que no tengo fuerzas” “Nada me apetece” “Sólo quiero estar en la cama” Son frases que a menudo se escuchan de las personas deprimidas. Yo les suelo animar a que hagan una programación de actividades. En realidad se sienten tan mal como dicen, sí. Pero, a la par, trato de hacerles ver que haciendo actividades, aunque al principio parezca que están levantando una piedra del esfuerzo extra que les supone, al rato se van a sentir muchísimo mejor de sus síntomas, especialmente de ánimo y de los síntomas psicosomáticos.

Antes hay que hacerle consciente al paciente de que esas verbalizaciones pueden estar distorsionadas, pues cuando padecemos una depresión presentamos un sesgo cognitivo, como un filtro, que nos hace percibir de manera negativa a nosotros mismos y al mundo que nos rodea. Una vez que se cuestionan, se refutan los pensamientos disfuncionales (“es que no tengo fuerzas”, etc.) y se le hace ver a la persona que puede que se sienta mucho mejor si hace cosas gratificantes, se comienzan con las actividades: pasear, ir al cine, comerse unos pinchos… Tienen que ser súper gratificantes. Como se dice en uno de los vídeos que podéis ver en este blog, el optimismo se puede generar si somos con nosotros mismos un poco hedonistas.

Así que, ánimo para todos y a hacer actividades placenteras, especialmente los que padecen trastornos del estado de ánimo. Y en buena compañía, mejor. Un paciente que acude a mi consulta, cuyo nombre obviaré por mantener el secreto profesional, no creía en esta terapia. Hoy es el día que agradece haberse puesto en marcha, pues ha conseguido mejorar notablemente de sus síntomas y recuperar el ánimo. Para él, levantarse y pasear por Donostia se ha convertido en una parte imprescindible de su vida para lograr bienestar.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No estoy de acuerdo con esta visión optimista del verano. El verano es un tiempo ocioso, frívolo, lleno de gente, el tiempo parado, echada la persiana de cerrado. En otoño se pone en marcha el curso, los planes, la vida, el verano sólo es un paréntesis, es como si no contara, es un espejismo de la vida, un descanso sí, pero sólo eso, es un puente largo no la vida con mayúsculas. Está muy bien disfrutar de unos pinchos, de un paseo (lo cual podemos hacer todo el año, por cierto)pero en mi opinión en este rincón de Europa hacemos el verano demasiado largo. (Y aún nos queda agosto)

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

Gracias por participar, con vuestros aportes hacéis que esto sea más vivo, rico y dinámico. Bueno, está claro que cada uno tiene su visión y la discrepancia es sana y necesaria. Estoy de acuerdo contigo en que no hay que hacer de la vida un paréntesis. Ahora bien, sí parece (por lo menos en quien emocionalmente no está bien) que el verano le ayuda, con la luz y los días más largos. Pero la activación conductual es sana todo el año, eso está claro.