lunes, 28 de abril de 2025

La caja de arena y la integración cerebral, por José Luis Gonzalo Marrodán


La caja de arena y la integración cerebral

Por José Luis Gonzalo Marrodán

Psicólogo clínico y traumaterapeuta sistémico



Vídeo resumen del post de hoy:


Vídeo 1ª parte:

Vídeo 2ª parte:


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Portada del libro de Deyoung
Tras la lectura del libro "Comprender y tratar la vergüenza crónica", uno de los más estimulantes que han caído en mis manos últimamente, ha vuelto a mi mente con más fuerza el convencimiento de la capacidad que tiene la caja de arena para tratar el hemisferio derecho del cerebro. Esta permite acceder a este de una manera delicada y fluida, dejándonos llevar, venciendo amablemente muchas de las resistencias que nos impiden la expresión de los afectos disociados en este hemisferio y que no han sido simbolizados, lo serán a través de las miniaturas con las que damos representación formal a los mundos en la arena. Esto se debe al carácter bondadoso de la técnica, que se basa en la libertad como principio fundamental de su esencia: “Tienes completa libertad para crear lo que desees”- le decimos al paciente. Cuando nos sentimos libres, es cuando podemos crear, dice Kalff, una de las inventoras de la técnica. “No existe nada por lo que vayas a ser juzgado, nada que pueda salir bien o mal”. “Justo queremos lo que a ti te surja”- añadimos. Esto y, por supuesto, la protección, la que proporciona los límites de la caja (hay que hacer la construcción dentro de los márgenes de esta); pero también la que transmite un testigo (psicoterapeuta) seguro, regulado y conectivo. Y, obviamente, la seguridad que el paciente debe tener en el contexto psicosocial en el que se desenvuelve. Velar por esta seguridad es hacer un uso responsable de la técnica.

Cuando he leído el libro de Patricia Deyoung (2024), me he ratificado aún más en las bondades de la caja de arena. Pero no solo para lograr acceder al hemisferio derecho, a sus contenidos (sensaciones, emociones…) almacenados en la memoria implícita, muchas veces preverbales, sino para ir más allá: tratar de lograr la integración cerebral de la que nos habla Rafael Benito (2024): tanto la vertical como la horizontal.

Pero es verdad que encontrar maneras de acceder inicialmente al hemisferio derecho, sede de la regulación emocional, a la que contribuyó decisivamente nuestra figura de apego primaria, durante los tres primeros años de vida, etapa en la que este hemisferio es el preponderante, y es el que debe de ser regulado mediante vinculaciones seguras que garanticen una óptima modulación de los afectos, no es nada fácil.

La mayoría de las psicoterapias son interpretativas. La psicología cognitivo-conductual pretende, mediante la modificación de los pensamientos negativos y la sustitución por otros más realistas y adaptativos, de alguna forma, producir cambios en las percepciones del paciente que le conduzcan a sentirse más regulado en sus emociones y síntomas. Pero esto, como nos advierte Schore (2022), solo funciona cuando los niveles de activación son bajos/moderados. Cuando los niveles de activación son elevados o extremos, este tipo de psicoterapia no es capaz de producir cambios o mejoras en los estados emocionales de los pacientes. Y cuando ayudamos con psicoterapia a pacientes que han sufrido trauma temprano y acumulativo, la desregulación emocional suele ser muy continua e intensa, muy difícil de contener y modular. Cuando yo utilizaba la reestructuración cognitiva, muchos pacientes me decían que entendían que no existían pruebas de que ellos fueran un fracaso como persona, pero que no podían evitar sentirse así. Y aquí damos con otro problema: para poder favorecer la sanación emocional de un paciente con trauma temprano y crónico, necesitamos que este pueda permanecer en contacto con la emoción y las sensaciones corporales, es decir, tratar no solo las cogniciones. Además, que un paciente que sufre las intensas desregulaciones que el impacto del trauma ha generado en su sistema nervioso pueda mantenerse conectado con las emociones y las sensaciones, es algo bien difícil. Le produce un gran dolor, corporal -o una desconexión total- con riesgo de retraumatización por una excesiva abreacción -o, como digo, por una gran desconexión de lo que experimenta-. 

Con otro tipo de psicoterapias como la psicoanalítica clásica, la técnica fundamental es la interpretación a través de la cura verbal, obviando el papel que las experiencias tempranas tienen en la salud mental. Con lo cual el paciente debe de someterse al modelo, no pudiendo tener la libertad que tiene, por ejemplo, en el uso de la caja de arena, donde la interpretación tiene un papel menos relevante, y siempre que se propone es más una co-interpretación, el paciente tiene un rol activo. 

En la psicoterapia humanista, la relación terapéutica es lo más relevante y muchos de sus componentes se usan en la psicoterapia relacional actual, la que se desprende del modelo de la neurobiología interpersonal (Siegel, 2007). Si os copio esta frase y no os digo de quien es, seguro que muchos de vosotros estarías de acuerdo en afirmar que la podía suscribir Siegel, Schore o cualquier otro autor que trabaje con modelos de acceso al trauma temprano desde la relación terapéutica:

“Si puedo crear una relación que, de mi parte, se caracterice por:

Una autenticidad y transparencia y en la cual pueda vivir yo en mis verdaderos sentimientos; una cálida aceptación y valoración de la otra persona como individuo diferente y una sensible capacidad de ver a mi cliente y a su mundo tal y como él lo ve, experimentará y comprenderá aspectos de sí mismo anteriormente reprimidos; logrará cada vez mayor integración personal y será cada vez más capaz de funcionar con eficacia; se volverá más personal, original y expresivo, será más emprendedor y tendrá más confianza…”

Pues la frase es de ¡Carl Rogers! (1961) y está escrita en un libro clásico: “El proceso de convertirse en persona”, que muchos oímos (y/o leímos) en su momento en la Facultad de Psicología. Toda la importancia de la relación terapéutica, la sintonía, la mentalización… está ya preconizada en Rogers. La neurociencia actual le da la razón. Por lo tanto, las psicoterapias del siglo XXI ponen el acento en estos aspectos que retoman de la psicología humanista -así lo afirma Patricia Deyoung (2024)- y que la neurobiología ha refrendado. Lo fundamental de estas psicoterapias es su apertura a todos los aspectos asociados con el hemisferio derecho: regulación del afecto, contenidos preverbales, la relación sintonizada y resonante con el psicoterapeuta capaz de reparar el apego temprano… 

Y entre las técnicas que pueden ofrecer un modelo de acercamiento al hemisferio derecho amable y respetuoso con el paciente está la caja de arena. ¡Qué curioso que una técnica como esta haya estado en España en el ostracismo hasta hace bien poco! Porque es una manera de acceder no sólo al hemisferio derecho, es aún más completa: de este, al cuerpo (sensaciones) para, bidireccionalmente, de nuevo conectar con el hemisferio derecho y acceder, ya reguladamente, al hemisferio izquierdo, a la palabra, que se va a hacer cargo de lo que el derecho le susurre (Benito, 2024) Es decir, favorecer la integración vertical y horizontal del cerebro, un modelo expuesto por Rafael Benito, quien insiste -a mi juicio, acertadamente- en que ninguna terapia debe centrarse solo en un aspecto del sistema nervioso: por ejemplo, solo teoría polivagal. O tratar solo las sensaciones corporales. O solo las cogniciones. El desafío está en poder trabajar integralmente con todo el sistema nervioso: el central y el periférico. 

Como Benito (2024) ha descrito magistralmente, los pacientes con trauma temprano y crónico presentan alteraciones tanto en la integración vertical (corteza prefrontal y sus conexiones con el cingulado, la amígdala, la ínsula…), como en la conexión vía cuerpo calloso -el equilibro- entre el hemisferio derecho y el izquierdo. Benito (2024) presenta su Modelo T de la integración cerebral: si esta no funciona, asistiremos a muchos golpes de estado por parte del cerebro inferior, y muchas partes de la personalidad tomarán el control ejecutivo del paciente (por ejemplo, ataques impredecibles de ira). Si la integración horizontal no funciona adecuadamente, el balance entre las valoraciones que hace cada hemisferio estará descompensado: o bien el paciente se muestra rígido, lógico, literal, analítico, frío…; o bien se muestra con fuertes tormentas emocionales, cataratas de emociones intensas que su hemisferio izquierdo no ha podido poner en palabras y que desgobiernan todo el sistema; o un funcionamiento alternante, unas veces el paciente será dominado por el izquierdo, otras por el derecho. La T arriba/abajo y derecha/izquierda que forma la interconexión neuronal del cerebro debe de integrarse equilibrada y armónicamente para su correcto funcionamiento. 

Para acceder a una explicación y a unos contenidos mucho más completos, podéis leer el excelente libro de Rafael Benito (2024) “Cerebro moldeando otros cerebros”, donde se abordan estas cuestiones y otras muchas relacionadas con el neurodesarrollo. Está escrito de un modo riguroso, pero muy ameno y atractivo. Leyéndolo podéis ver el sentido de la neurobiología y el porqué de su importancia en nuestro trabajo. Otro de los mejores libros que he leído en esta última temporada.

Portada del libro de "Cerebro moldeando otros cerebros"
de Rafael Benito


Paso a continuación a describir el trabajo con la caja de arena y la integración cerebral. En el libro “La armonía relacional. Aplicaciones de la caja de arena”, Rafael Benito precisamente nos cuenta qué pasa en el cerebro cuando un paciente construye una caja de arena, desde el principio hasta el final, con las dos metodologías: no directiva y directiva. Así pues, os recomiendo su lectura, un magnífico y original texto que explica paso a paso lo que ocurre en nuestro cerebro al usar el sandtray, un apasionante viaje por sus entrañas.

El libro de "La armonía relacional" de Benito y Gonzalo
ha sido publicado en inglés por Routledge

Por mi parte, me voy a centrar ahora en cómo se trabaja traumaterapéuticamente con la caja de arena. Todo comienza cuando el paciente, ya delante de la estantería, elige las miniaturas. Mucha gente pregunta: ¿Es obligatorio que las miniaturas e ítems estén expuestos en baldas, por categorías? Y la respuesta siempre es sí. De lo contrario, las imágenes -que son las figuras- no pueden activar el hemisferio derecho, estimularlo, y hacer que este sea el que se interconecte principalmente mientras se construye la caja. El paciente, al hacer esta tarea, por mucho que quiera controlarlo, no puede desactivar este hemisferio. Sin embargo, no es un sentimiento de impotencia el que se vive. Aquel puede ir con una idea fija sobre lo que quiere construir, pero al llegar y ponerse delante de la estantería, todo se transforma. Incluso quien es muy de ideas fijas, sin quererlo, cambia y hace otra escena. O modifica algún elemento de esta, o mete alguna figura o ítem que no tenía previsto. Otros eligen las miniaturas completamente al azar, y al terminar la sesión..., ¡comprueban estupefactos que todo cobra un sentido! Y lo mejor, nada sucede a la fuerza, todo fluye como un río, de una manera en la que te dejas llevar… Este aspecto no violento de la técnica, sutil, es fundamental para quienes han sufrido cualquier forma de maltrato. 

"La armonía relacional. Aplicaciones de la caja de arena
a la Traumaterapia", por Rafael Benito y José Luis Gonzalo 


Vamos a referirnos a cómo se trabaja con la caja de arena con los pacientes adultos que han sufrido maltrato y a quienes este ha generado un trauma temprano y/o complejo.

El paciente termina su caja, y ambos, este y su psicoterapeuta, observan la escena, girando alrededor de aquella. Ahora sabemos por Rafael Benito que ambos, hemisferio derecho e izquierdo del cerebro, comienzan a interconectarse a través del cuerpo calloso. Esta fase es muy importante, la que más, porque va a producir conexiones con el hemisferio derecho y el cuerpo también, a través del sistema nervioso autónomo: activación simpática (sensaciones corporales fuertes en garganta, pecho, estómago…) con intensas y desreguladoras emociones de miedo -incluso pánico-, dolor, abandono, soledad, angustia… El paciente aún no sabe por qué con exactitud. O activación parasimpática: desconexión y bloqueo emocional e incluso disociación (no estar presente en la experiencia e irse mentalmente a otro lugar) Los pacientes pueden no tolerar la visión de la escena en la arena, incluso algunos pueden “cargar” contra la imagen que no toleran. En estos momentos atraviesan un periodo de dolorosísima desregulación, todo su hemisferio derecho ha evocado implícitamente los contenidos traumáticos preverbales y lo ha hiperactivado desde la ruta prefrontal derecha, pasando por el cingulado, la ínsula, la amígdala, el hipocampo y de ahí con sus conexiones al sistema nervioso autónomo. Los pacientes necesitan de la presencia reguladora del psicoterapeuta, de su templanza, de su sostén seguro, de su estar-con silencioso pero totalmente conectivo, además de ofrecerle alguna técnica de regulación.

Por ello, como bien dice Deyoung (2024), “no se trata de darles una explicación o interpretación a los clientes de ellos mismos ni de dirigir sus pensamientos o comportamientos”. Esto ahora no sería bien tolerado. Debemos de favorecer la regulación vertical para conseguir la modulación de las emociones. De este modo, no empezamos a preguntar sobre los contenidos de la caja, sobre los personajes y sus emociones, sobre lo que hacen y piensan, sobre lo que está pasando, en suma, no podemos hacer un abordaje verbal, con narrativa, porque la ruta de acceso al hemisferio izquierdo está bloqueada (recordemos que deja de funcionar cuando sucedió la experiencia traumática, con lo cual esta no se procesa como una narrativa coherente sino con fragmentos emocionales y sensoriales sin integrar). Lo que hacemos es, como digo, mostrarnos presentes y conectivos con el paciente, mediante la receptividad empática. Como bien dice Deyoung, la competencia clave “es estar con los clientes”. Acompañarlos todo el tiempo que dure la tormenta emocional. Es en estos momentos de altísimo estrés emocional donde la capacidad para mantenerse regulados con ellos mismos y con los otros cuando les resulta un reto a los pacientes. Pero juntos somos más fuertes, y si logran regularse, estaremos haciendo un muy buen trabajo de reconexión y mejora del funcionamiento del hemisferio derecho. Los pacientes necesitan (Deyoung, 2024):

Empatía: “Comprendo cómo te sientes” “Comprendo que es doloroso”, cualquier frase que el paciente pueda ver que capta su mundo interno y que el psicoterapeuta lo devuelve mediante una frase que sea una representación lo más aproximada posible a lo que están sintiendo, haciéndoles sentir sentidos. 

Regulación del afecto propio: El psicoterapeuta previamente ha conectado con su self, con su agencia, con su seguridad interna, se mantiene respirando y seguro, mostrando presencia y calma interna.

Habilidad de recibir y expresar comunicación no verbal: Estos componentes son extremadamente importantes. No hablamos mucho al paciente, sino que, mediante la comunicación con la expresividad facial, la mirada, el cuerpo… nos mostramos sintonizados con lo que está ahí pasando, que es reexperimentar pero esta vez junto con alguien que está a su lado y que se mantiene estrechamente conectado con el paciente en el aquí y ahora de la sesión. Si hay un vínculo de apego seguro creado entre ambos, estos componentes visuales, gestuales y corporales funcionarán del mismo modo que funcionan en el caso de las diadas bebés/cuidador seguras: calmando poco a poco al paciente. 

Conciencia de la experiencia subjetiva e intersubjetiva: Aquí es donde tratamos de que el paciente pueda conectar progresivamente con esa conciencia de lo que siente en ese momento. Para guiarle y que se sienta sostenido, como si le lleváramos de la mano, le podemos proponer que se fije solo en las sensaciones del cuerpo como experiencias físicas, mientras camina o se mantiene en contacto con una suave respiración. Esto puede llevar un tiempo, pero finalmente el paciente logra estabilizarse. Ahora al describir las sensaciones como experiencias físicas, podemos hacer una incursión al hemisferio izquierdo, al cual no le resultará abrumador poner en palabras lo que experimenta. Por ejemplo, el paciente dice: “Tengo agobio en el pecho” “¿Puedes decirme cómo es físicamente?; por ejemplo, ¿puedes hacer como un dibujo del perímetro que ocupa ese agobio? ¿Es continuo o por intervalos? ¿Es frío o caliente? ¿Es duro?  Esto ayuda en la regulación emocional y el hemisferio izquierdo al catalogar interviene en ayudar a este fin.


Un paciente de treinta años, tras crear esta escena, reaccionó
expresando una alta desregulación emocional, con
intensos sentimientos de dolor, asociado a los recuerdos 
de su etapa adolescente. Acompañarle en estos momentos
para que pudiera modular toda la experiencia, al lado de un
psicoterapeuta seguro, fue lo más importante.


Después, es más probable que el paciente se sienta más regulado, pudiendo estar en contacto con las emociones, su prefrontal se está haciendo cargo de estas, y de las sensaciones tan intensas que le llegan desde el cuerpo, se está empoderando… Ahora es momento de proponer que el paciente (incluso se puede hacer antes) ponga la mano en el pecho en la zona donde más intensamente siente la desregulación y mientras respira, trate de observar la experiencia -yo y la experiencia- pidiéndole espacio a esta y viéndola como una reacción… (González y Mosquera, 2012). Tras un tiempo, donde lo intersubjetivo también cuenta -y mucho, pues nos centramos en que el paciente ponga el foco en que estamos con él-, si puede notar nuestra presencia, si le ayuda y regula, aquel logrará estabilizarse y sentirse seguro y tranquilo.

Entonces, llega la hora de la integración horizontal: más regulado su hemisferio derecho y su sistema nervioso autónomo en la zona vagal ventral, abrimos la puerta para que el izquierdo pueda dar sentido y narrativa a lo vivido. Ahora el paciente, después de haber atravesado la tormenta emocional, puede desde la ruta arriba/abajo de su lado derecho del cerebro, entrar en el lado izquierdo y empezar a tratar de poner palabras a lo que el derecho creó. Una vez que ya se ha empatizado con el paciente, este logró la regulación, su capacidad mentalizadora se recupera -sobre todo si no está muy afectada de base-. Ahora, con el refugio seguro que es su psicoterapeuta, ya puede explorar el mundo en la arena y usar el lenguaje verbal. Puede suceder que la tormenta emocional haya sido de tal calibre, cual tsunami, que el paciente desee acabar la sesión, no pueda concentrarse o termine cansado. Si puede seguir, se explora la caja de arena. Y si no, no pasa nada, porque esta exploración puede hacerse días después. Lo importante es no olvidarse del hemisferio izquierdo. Como dice Rafael Benito (2024), el trabajo no es completo si no se hace la narrativa. Podemos hacer en sesiones posteriores muchas narrativas sobre la fotografía e incluso el vídeo que hemos grabado de la sesión. 

La exploración se hace con preguntas mentalizadoras, abiertas, que son una oportunidad de fomentar la curiosidad y el aprender más sobre los personajes de la caja, las zonas de la caja, sus relaciones… ahora es cuando el paciente puede y completa la escena con las palabras que son capaces de redondear una actuación terapéutica completa, atendiendo a toda la integración cerebral. No hay que preguntar en exceso, es mejor hacer pocas preguntas y sobre toda ninguna que perturbe el proceso. El paciente es el experto en su caja de arena, no lo olvidemos.

Los pacientes terminan las sesiones con la caja de arena en paz, transformados, empoderados y habiéndole encontrado un sentido, pero también una experiencia vincular reparadora, estrechamente conectados: con su terapeuta, pero también con su mundo en la arena, tremendamente revelador. Y muchas más apreciaciones y valoraciones propias irán llegando a la mente, pero podrán ser recibidas en contacto con unas emociones muy diversas pero que no desbordan o desconectan.

Con una sola caja de arena es probable que no sea suficiente, será necesario hacer un proceso y repetir esta experiencia completa varias veces. Habrá personas que quizá no puedan trabajar a este nivel, por lo que nos adaptaremos a su ritmo y posibilidades. Hay que trabajar en paralelo con el cuerpo, pues el trauma se graba en este, y hay que proponer a los pacientes una aproximación progresiva y amable de contacto con este. Es posible que algunos pacientes necesiten modalidades más libres de la caja de arena donde van creando escenas sin palabras, para después llegar a aproximaciones más conscientes y directivas.

Los alumnos que han hecho los talleres de la caja de arena pueden dar fe de cómo lo hacemos en las formaciones. 

Como dice Deyoung (2024), la terapia que implica al hemisferio derecho:
 
es un proceso de apego a través del cual los clientes con modelos inseguros de funcionamiento del apego tienen la oportunidad de “ganar” apego seguro en la edad adulta.

El hemisferio derecho es el hogar de las capacidades dañadas por el trauma relacional en edades tempranas

La desregulación del afecto es un mecanismo fundamental en todos los trastornos psiquiátricos

Relacionarse con los pacientes hemisferio derecho a hemisferio derecho.

Las experiencias e interacciones de hemisferio derecho a hemisferio derecho son insistente y confiablemente cercanas. 

Mientras los clientes hablan sobre cualquier cosa que tengan in mente los terapeutas del hemisferio derecho muestran un INTERÉS GENUINO y AFABLE en desarrollar la conversación, entender y explorar mejor eso que los clientes están expresando.

La parte más importante de ese entendimiento es la resonancia afectiva.

El terapeuta puede usar las palabras para establecer un contacto que regule el afecto y para provocar que surjan más sentimientos, pero evitará explicar o interpretar el momento. 

Con el tiempo y muchas repeticiones de momentos emocionalmente resonantes a salvo, el cliente será capaz de convivir con estados afectivos amplificados cuando estos surjan, y puede que incluso comience a hablar de ellos.

Esta es la manera en la que el afecto disociado se convierte en un afecto coherente y regulado.

Se convierte en estados emocionales experimentados de manera subjetiva y partes tolerables del yo.

REFERENCIAS

Deyoung, P. (2024). Comprender y tratar la vergüenza crónica. Sanar el trauma relacional del hemisferio derecho. Barcelona: Eleftheria.

González, A., & Mosquera, D. (2012). EMDR y disociación. El abordaje progresivo. Pleyades.

Gonzalo, J. L., & Benito, R. (2017). La armonía relacional, aplicaciones de la caja de arena a la traumaterapia. Ed. Desclée de Brouwer. Zarautz. España.

Marrodán, J. L. G., & Moraga, R. B. (2023). Sandtray applications to trauma therapy: A model towards relational harmony. Routledge.

Rogers, C. R. (1961). El proceso de convertirse en persona: mi técnica terapéutica. In El proceso de convertirse en persona: mi técnica terapéutica (pp. 356-356).

Schore, A. (2022). Psicoterapia con el hemisferio derecho. Barcelona: Eleftheria.

Siegel, D. J. (2007). La mente en desarrollo. Bilbao: Desclée de Brouwer.

viernes, 25 de abril de 2025

Podcast Capítulo 2: "Contribución de la Traumaterapia sistémica al daño cerebral producido por el maltrato en la infancia", por Rafael Benito Moraga, psiquiatra.

Podcast Capítulo 2



Damos comienzo a un nuevo proyecto que desde la Traumaterapia Sistémica hemos puesto en marcha. A través de varios capítulos, una serie de podcast, vamos a daros a conocer los fundamentos de este modelo, su metodología, sus modalidades de intervención... Somos más de 800 profesionales repartidos por toda España e Hispanoamérica, que trabajamos aplicándolo después de egresar del Postgrado. 

Participarán los miembros del equipo docente del diplomado, los profesionales que aplican la Traumaterapia en el ámbito de la protección a la infancia (técnicos de infancia, trabajadores sociales, psicólogos, educadores...), la enseñanza (maestros, orientadores...), la psicoterapia (psicólogos que la utilizan en sala de valientes), lo judicial (abogados, educadores, psicólogos...), así como las familias que han trabajado como coterapeutas y han participado llevando adelante una parentalidad terapéutica. 


Portada del libro de Rafael Benito Moraga


En este segundo capítulo, nos acompaña Rafael Benito Moraga para explicarnos de una manera rigurosa pero amena y atractiva cómo el neurodesarrollo puede verse afectado por el trauma temprano. También ahonda en el crucial papel que los padres, familias y profesionales tenemos, a través de los vínculos, en la recuperación de los niños y adolescentes que han sufrido diversas formas de malos tratos. Cuestiones tan apasionantes como la epigenética y la farmacología son desarrollados de una manera clara y precisa para que podamos entender el trascendente papel que tienen en la terapia y en la educación. Rafael Benito Moraga es psiquiatra y traumaterapeuta sistémico. Trabaja en su consulta privada de San Sebastián (Gipuzkoa, España) y es miembro del equipo docente del Postgrado de Traumaterapia Sistémica de Barudy y Dantagnan, organizado por IFIV (Instituto de Investigación Acción sobre la Violencia y la Promoción de la Resiliencia) 

El blog Buenos tratos, el oficial de la Traumaterapia Sistémica, contribuye encantado a la difusión de estos podcast, que serán una entrada más, esta vez hablada, dentro de toda la información que por aquí compartimos desde hace años.

Ya sabéis que podéis escuchar los podcast a ratos y que es muy cómodo oírlos mientras hacemos otras tareas con las que esta escucha es compatible.

Os dejo con el Capítulo 2.

lunes, 7 de abril de 2025

“Para mí lo más importante es saber estar y acompañar en el dolor a la persona”, Fundación Xilema entrevista a José Luis Gonzalo


Entrevista a Jose Luis Gonzalo Marrodán con motivo de 

la celebración de las jornadas "Trauma y reparación"

Fundación Xilema, Iruña, 21 y 22 de febrero de 2025


Resumen del post de hoy


En este especial jornadas” hablamos con uno de los ponentes que pudimos escuchar en esta sexta edición. Se trata de José Luis Gonzalo, psicólogo y psicoterapeuta, que muchas personas de Xilema ya conocían pues ofreció una formación interna para los recursos de menores de nuestra entidad.

José Luis expuso los “Vínculos resilientes en la reparación del trauma” y precisamente sobre vínculos, trauma y reparación charlamos con él.

Hablas de la importancia de los vínculos en el proceso de recuperación de las experiencias traumáticas. Si tuviéramos que dar un consejo a educadores/as, padres y madres de niños y niñas que han pasado por experiencias traumáticas, qué aspectos te parecen esenciales de cara a esa recuperación?

El principal factor de recuperación es la calidad de la relación que establezcamos con el niño o niña. No sólo centrarnos en las normas y en las consecuencias de sus actos, sino ser capaces de mostrar sensibilidad, despertar confianza y seguridad, respetándoles, promover diálogos mentalizadores (activar la capacidad de reflexión), volver a empezar con ellos siempre y no abandonarlos y hacerlos sentir que no los queremos o rechazamos. La aceptación incondicional (independientemente de su raza, sexo, conducta, temperamento, religión...) es el factor que se ha comprobado en las investigaciones que favorece un proceso resiliente a largo plazo. Los adolescentes necesitan sentir que sus esfuerzos son valorados y su persona siempre considerada. La relación de confianza y de seguridad nunca debe de romperse y ha de preservarse siempre. Esto junto con proveer al adolescente de recursos externos e internos. “Dame un punto de apoyo y moveré MI mundo”, dicen Gema Puig y José Luis Rubio, psicólogos.

Los autores, reputados expertos en resiliencia, han reunido en este libro las herramientas que cualquier Tutor de resiliencia necesita para acompañar a sus pacientes en el proceso resiliente. El libro consta de dos partes: En primer lugar, arranca con un relato ameno y en estilo novelado donde se muestran ejemplos, reflexiones y vivencias de los tutores de resiliencia que pueden ayudar a otros tutores a entender a sus pacientes y afrontar mejor las realidades que se encuentran. En la segunda parte del libro los autores exponen los conocimientos teóricos necesarios para desempeñar este oficio

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¿Y a las personas que han padecido estas experiencias traumáticas?

Si tuviera que dar un consejo a personas que han pasado por experiencias traumáticas les diría lo primero que merecen todo nuestro reconocimiento y nuestra empatía por la injusticia sufrida. Me parece que lo más importante es evitar la soledad y el aislamiento, porque las heridas de los traumas difícilmente se sanan en soledad. Que encuentren a una persona en la que puedan confiar y se puedan apoyar. También les aconsejaría que si hacen terapia elijan a psicólogos que estén especializados en este tema y que tengan un formato de terapia donde la relación terapéutica sea lo fundamental. Lo mismo que el trauma se genera en un contexto relacional, se repara también en un contexto de personas buenas y solidarias. También les animaría a cultivar la bondad amorosa hacia ellos mismos: todo lo que ahora manifiestan son recursos que tuvieron que utilizar para resistir y sobrevivir. Un cambio de mirada hacia uno mismo es fundamental.

Foto: Yogi Tea


Como profesionales, ¿cómo nos acercamos a una persona que ha padecido experiencias dolorosas? ¿Qué consejos nos darías?

Para mí lo más importante es saber estar y acompañar en el dolor a la persona. En general nos orientamos mucho hacia la solución de problemas, olvidándonos que la mayoría de las veces las personas no necesitan que les digamos lo que tienen que hacer, sino que las escuchemos con receptividad empática y estemos con ellos a su lado, ayudándoles, estando presentes, a atravesar el dolor emocional y las situaciones adversas de la vida.

¿Qué tal la experiencia en estas VI Jornadas de Protección a la Infancia y Adolescencia? ¿Qué te parecieron las jornadas?

Me han parecido una maravilla, una variedad de temas y un nivel muy alto en los profesionales que han participado. Unas jornadas con rigor científico, pero a la vez experienciales y sentidas. Felicito a todo el fenomenal equipo de Xilema por estas jornadas.


Xilemanario Especial VI Jornadas

https://mailchi.mp/57030686a52d/xilemanariojornadas2025

Enlace a la entrevista

https://www.xilema.org/xilemanario/202503_entrevistajoseluisgonzalo.pdf

 

sábado, 5 de abril de 2025

Podcast Capítulo 1: "Los inicios de la Traumaterapia sistémica", por Jorge Barudy y Maryorie Dantagnan

 

Podcast Capítulo 1


Damos comienzo a un nuevo proyecto que desde la Traumaterapia Sistémica hemos puesto en marcha. A través de varios capítulos, una serie de podcast, vamos a daros a conocer los fundamentos de este modelo, su metodología, sus modalidades de intervención... Somos más de 800 profesionales repartidos por toda España e Hispanoamérica, que trabajamos aplicándolo después de egresar del Postgrado. 

Participarán los miembros del equipo docente del diplomado, los profesionales que aplican la Traumaterapia en el ámbito de la protección a la infancia (técnicos de infancia, trabajadores sociales, psicólogos, educadores...), la enseñanza (maestros, orientadores...), la psicoterapia (psicólogos que la utilizan en sala de valientes), lo judicial (abogados, educadores, psicólogos...), así como las familias que han trabajado como coterapeutas y han participado llevando adelante una parentalidad terapéutica. 

En este primer capítulo, era necesario presentar los orígenes y el surgimiento de la Traumaterapia Sistémica, por ello entrevistamos a nuestros maestros y profesores, los creadores de este modelo, Jorge Barudy y Maryorie Dantagnan.

El blog Buenos tratos, el oficial de la Traumaterapia Sistémica, contribuye encantado a la difusión de estos podcast, que serán una entrada más, esta vez hablada, dentro de toda la información que por aquí compartimos desde hace años.

Ya sabéis que podéis escuchar los podcast a ratos y que es muy cómodo oírlos mientras hacemos otras tareas con las que esta escucha es compatible.

Os dejo con el Capítulo 1.



lunes, 24 de marzo de 2025

Cuidados y apegos desorganizados, por José Luis Gonzalo


Cuidados y apego desorganizado

Artículo elaborado  por Jose Luis Gonzalo Marrodán, Psicólogo clínico y 

Traumaterapeuta sistémico, en base al libro:


Vídeo resumen del post de hoy:


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Estoy leyendo el libro de Carol George Disorganized Attachment and Caregiving. Esta investigadora del apego es reconocida internacionalmente por estar a la vanguardia del desarrollo de evaluaciones de apego para niños y adultos, incluidas la Evaluación Proyectiva del Apego con el Juego de Muñecas, la Entrevista de Cuidados y la Entrevista de Apego para Adultos. La Dra. George es autora de numerosos artículos de investigación y capítulos de libros sobre el apego y el cuidado de adultos y niños, y es coeditora, junto con Judith Solomon, del libro que os menciono.

Recientemente he visto la serie La Mesías, (creada, escrita y dirigida por Javier Ambrossi y Javier Calvo), aclamada por crítica y público, que retrata la historia de una familia -basada en hechos reales- marcada por el fanatismo religioso y el yugo de una madre y un padre con delirios mesiánicos. La trayectoria de la protagonista, Montserrat Baró, una joven con historia traumática de maltrato y abuso sexual, resulta muy interesante desde una óptica científica y profesional, quien tras dejar de lado a su pareja -que también la maltrataba a ella y abusaba de uno de sus hijos- lleva una vida caótica, desorientada, sin poder cuidar y ser base segura para sus niños, de fiesta en fiesta y consumiendo sustancias, exponiendo a los niños a experiencias inseguras y atemorizantes con adultos desconocidos. Va con sus hijos a todos los lados sin protegerles de los ambientes tóxicos y traumáticos en los que ella se desenvuelve, ni de sus cambiantes e intensos estados de ánimo. Esta madre, muy sola, desregulada, termina por conocer en una discoteca a un hombre que inicialmente no usa su cuerpo como si fuera una prostituta y la respeta. Pero... este señor la lleva con él para que formen una familia reconstituida -algo que buscan todas estas personas carenciadas, alguien que se haga cargo de ellas-, volviendo a ser victimizada: la impone ideas religiosas extremas propias de un fanatismo religioso. Montserrat (por necesidad y sumisión) vive para servir al marido y tener muchos hijos -sin ni siquiera planificar si desea o no tenerlos-, por lo que este estrés sostenido acaba por afectarla psicológicamente -es una persona previamente dañada- y desarrolla un trastorno psicótico. Cree que es la nueva Mesías de Dios... Y hasta aquí cuento, porque la serie es mucho más. Podríamos dedicar mucho tiempo a hablar, por ejemplo, de los recursos de supervivencia que desarrollan estos niños en ese contexto familiar dañino, entre ellos a cantar, coser y hacer películas.

De la serie, me han gustado muchas cosas. Destaco lo bien caracterizado que está el impacto que el trauma en el desarrollo tiene en dos de los hijos de esta familia, ya de adultos, cuyo pasado volverá a ellos y tendrán que afrontarlo, para poder ayudar a sus hermanos. El chico protagonista, el mayor, es un perfil en que el trauma complejo se expresa en la conducta desregulada, en las dificultades para contener la agresividad, en los consumos de sustancias, en la vida caótica y desorientada, en los problemas para mantener vínculos estables. En cambio, la semblanza de la joven protagonista es un perfil más adaptado socialmente y más esperado en el género femenino: perfeccionista, exigente, rígida, con sintomatología más interiorizada, pero igualmente de atormentada que su hermano.

Os dejo un trailer, y os animo a que la veáis, quienes no lo hayáis hecho. Es una serie realmente muy bien creada desde todos los puntos de vista. 




Viendo la serie, los personajes de los padres me han parecido que responden al perfil de cuidadores desorganizados que fomentarían, valga la redundancia, la desorganización del vínculo de apego de sus hijos. La propuesta de Carol George para explicar por qué se produce esto me ha parecido muy interesante y útil para nuestro trabajo, pues a menudo tenemos que relacionarnos y hacer terapia u otra forma de acompañamiento con estos padres y madres. 

Carol George nos dice que los padres deben permanecer atentos en la detección de los peligros reales y potenciales para poder responder a las necesidades del niño y las demandas de la situación. Ser madre y ser padre, a nadie se le escapa, es una de las tareas más complejas, arduas y difíciles a la que nos enfrentamos y para la que menos preparación y ayudas existen. Casi todo el mundo mira consciente o inconscientemente a lo que hicieron con ellos, y de no mediar un proceso reflexivo, si esto que hicieron conmigo devino en representaciones mentales segregadas no elaboradas, por su carácter traumático, tenemos el riesgo de transmitirlo de manera que repita dicho trauma con los hijos, de la misma forma o de otra, pero dañina también (por ejemplo, en vez de maltratar a los niños, hiperprotegerlos).

Además de cuidar sensible y empáticamente, fomentando un apego seguro, el sistema de cuidados debe de compensarse de acuerdo con las demandas de otros sistemas motivacionales de los adultos, incluyendo relaciones con amigos (sistema afiliativo), sexuales (sistema sexual), trabajo (sistema exploratorio) y lo más importante las propias necesidades de los padres de confort y cuidados.

Bowlby (1980) nos introdujo el concepto de modelo interno de trabajo. "Los modelos operativos internos son mapas cognitivos, representaciones, esquemas o guiones que un individuo construye de sí mismo, sus figuras de apego y la relación entre uno y otro. Los modelos operativos internos constituyen redes de esquemas organizados jerárquicamente y en interrelación. Representan un conjunto de información relacionada con experiencias de apego previas, almacenadas en forma de recuerdos episódicos, semánticos y procedimentales. Están vinculados a estados emocionales" (Marrone, 2018). Por ejemplo, el modelo operativo de Montserrat de la ficción La Mesias, ¿qué podría contener? En la serie no se ahonda en esto, pero se atisba que podría ser un mapa representacional de sus figuras de apego como distantes, no responsivas, que abandonan. Montserrat podría haber desarrollado unas creencias nucleares de este tipo: “no soy querible”, “no valgo” y “soy abandonada”, cargadas de emociones intensas de vergüenza y angustia y con unas sensaciones corporales dolorosas; en su procedimiento está actuar la negligencia que ella sufrió, por lo que se descuida a sí misma y en consecuencia a sus hijos. Por lo tanto, el modelo interno de trabajo del cuidador refleja la intersección de diferentes experiencias relacionales, incluyendo las experiencias pasadas y presentes como niño y las propias experiencias con las figuras de apego.

¿Qué nos dice Carol George? Los estudios científicos han demostrado vínculos entre las representaciones maternas (cuando decimos maternas nos referimos a quien haga esa función también) y la sensibilidad al niño, sugiriendo que esta sensibilidad representada mentalmente puede ser un importante mecanismo en la transmisión de los patrones de apego a lo largo de generaciones. Lo importante sería valorar estas representaciones a familias de alto riesgo y ofrecerles apoyo y programas de actuación psicoeducativos conducentes a trabajar las competencias parentales (Barudy y Dantagnan, 2010). Es decir, movernos en el ámbito de la prevención primaria y no la secundaria. 

Carol George afirma que son madres o cuidadores que parecen haber abdicado psicológicamente del rol de cuidadoras o están luchando sin éxito para mantener el control y dar protección. El cuidado está invertido –literalmente, desorganizado- y mina la habilidad de la madre para llevar la función protectora de la relación de apego-cuidados.

¿Por qué estas madres o padres no tienen conciencia de problema? George refiere que son procesos excluyentes que funcionan para aislar experiencias dolorosas relacionadas con el apego y apartar las emociones de la conciencia: patrones específicos que conforman conductas de apego unido a los deseos, pensamientos, modelos de trabajo y memorias personales integradas en ellos. Las representaciones y emociones dolorosas se disocian, quedan en un estado del yo separado que no conecta con lo que ocurre, o usa mecanismos de defensa para negarlo, proyectarlo o minimizarlo. George dice que los sistemas segregados mantienen un self representacional separado que es rígidamente barrido de la conciencia y por lo tanto bloquea los procesos de integración de los pensamientos que se requieren para mantener integrada la conducta de apego y la representación del self. 

Por lo tanto, no pueden ser coherentes entre lo que dicen y luego hacen, su mentalización puede ser pseudo, con posibles discursos cognitivos sobre lo que se debe hacer, pero no estar verdaderamente integrado, unido en una representación coherente donde pensamiento, emoción y conducta estén en congruencia. Fue Bowlby (1980) quien habló de los sistemas segregados, los modelos actuales le dan la razón.

Como le ocurre a la protagonista de La Mesías, Montserrat, la desorganización de los cuidados sería un duelo referido a la pérdida o el abuso no resuelto por el cuidador.

El primer mecanismo que desorganiza el apego de un niño es la representación disociada relacionada con estados de mente no resueltos. Lyons-Ruth y colegas ven el origen de la desorganización como representaciones no integradas de maltrato y caracterizadas por estados de mente relacionados con experiencias pasadas. Dichas experiencias son: conductas impredecibles fuera de control para el niño (padres con consumos, como en La Mesías) Lyons-Ruth y equipo han descubierto que una madre que no ha sido protegida de esas experiencias presenta miedos segregados que contribuyen a la desorganización su sistema de cuidados y deviene en imposibilidad de cuidar a su propio hijo. 

¿Cómo se detecta en la entrevista? Se identifica durante la entrevista cuando las descripciones de las madres sobre los cuidados son inundados por la angustia o el miedo y abrumados por sentimientos de vulnerabilidad, inadecuación y estar fuera de control. Hay dos subtipos de cuidadores: DESREGULADOS Y CONSTREÑIDOS.

En el subtipo desregulado, la madre o cuidador retrata al niño como su adversario, como un “demonio” cuya conducta maliciosa es incontrolable. El cuidado de estos niños puede ser tan complicado que estas madres figurativamente e incluso literalmente tiran la toalla, abdicando de su función o se vuelven confrontadoras. Son altamente emocionales y definen a sus hijos de manera crítica y hostil. Hay mecanismos de identificación proyectiva claros y entrada en estados de mente prementalizadores, como el de equivalencia.

Se manifiesta por interrupciones abruptas de la madre no respondiendo a la entrevista o no implicándose en el tema planteado por el entrevistador. La madre se queda como “en blanco”.

La desregulación emocional tiende a darse en cuidadores que
perciben a los niños como "maliciosos"


En el subtipo constreñido, sucede como un bloqueo defensivo ante memorias y afectos que de otro modo resultarían dolorosos o amenazantes de describir. Este bloqueo puede ser disociativo, pero no necesariamente. Estas madres definen a los niños como "ángeles", un niño perfecto que no parece necesitar los cuidados de estas. También pueden ver a los niños como un apéndice del self de ellas. La capacidad de “cuidar” de estos niños es vivida de una manera muy positiva, como una gran cualidad de los niños, al contrario que los primeros. 

En consecuencia, bien por desregulación o por constricción supone que la meta recíproca del sistema de cuidados y del apego está desequilibrada y en un estado de ruptura. La madre y el niño están atrapados en un ciclo de abandono mutuo, aislamiento y soledad que, visto desde un sistema de cuidados, constituye la experiencia humana más aterradora.

La desorganización está asociada con un fallo de la madre para reestablecer la sincronía emocional seguido de cambios hostiles y disruptivos que perturban la comunicación y la interacción.

Los patrones de interacción disruptiva han sido observados como característicos de las díadas controladoras madre/hijo en los años preescolares y en la mitad de la infancia. 

Las madres de los niños controladores se ha observado que son más disruptivas, conflictivas, no involucradas y hostiles que las madres cuyos hijos tienen un apego seguro. Detrás de estos perfiles de niños que suelen ser diagnosticados de TDAH o trastorno de conducta se pueden encontrar apegos desorganizados, por lo que la mirada sistémica y comprensiva del niño en su contexto, a la hora de evaluar y tratar, es fundamental, porque si no sólo señalaremos a la persona menor de edad con una etiqueta diagnóstica y no abordaremos la raíz del problema. 

Bowlby ya enfatizaba que el cuidador, la figura de apego, debe de asumir un rol que lo sitúe en ser más mayor, sabio y poderoso que el niño. Es fundamental, entonces, el apoyo y promoción de las competencias y la resiliencia parental, porque sin estos cuidadores sanos, y más poderosos (en el sentido bueno de la palabra, una autoridad calmada), el desarrollo del niño estará comprometido. 

Hemos de entender que para compensar la desorganización los niños desarrollarán defensas. El control de la relación es la principal. Los niños con apego desorganizado usan estas defensas para bregar con emociones de abandono o maltrato que son terribles. Por eso las defensas controladoras parecen ser esfuerzos desesperados que el niño hace para poder reestablecer la relación protectora cuidados/apego, especialmente cuando el sistema de apego es activado y el niño se siente aterrorizado, vulnerable o en riesgo de abandono.

El niño con estrategias más punitivas está librando una batalla en la que se se baten madre e hijo por el poder. De este modo la señal que se le lanza es que no está siendo abandonado.

El niño con estrategias más cuidadoras es el niño que nutre a la madre con el fin de recuperarla para que haga su rol cuidador.

REFERENCIAS

Barudy, J. y Dantagnan, M. (2010). Los desafíos invisibles de ser padre o madre. Manual de evaluación de las competencias y la resiliencia parental. Barcelona: Gedisa.

Bowlby, J. (1980). Attachment and loss. Vol. 3. Loss: Sadness and depression. New York: Basic Books. 

Marrone, M. (2018). La teoría del apego y el psicodrama. Clínica Contemporánea, 9 (2), E11.

lunes, 3 de marzo de 2025

Entrevista a Carlos Pitillas, Doctor en psicología, sobre su nuevo libro "Caminar sobre las huellas. Vínculos, trauma y desarrollo humano"



Entrevista a Carlos Pitillas, Doctor en psicología.
Con motivo de la publicación de su nuevo libro
"Caminar sobre las huellas. 
Vínculos, trauma y desarrollo humano"

Vídeo de Carlos Pitillas presentando su libro
en exclusiva para todos/as los y las seguidores/as
de Buenos tratos


Carlos Pitillas Salvá es Doctor en Psicología por la Universidad Pontificia Comillas, donde imparte clases de Psicoanálisis, Clínica Psicodinámica de la Infancia y Adolescencia o Intervención con Familias en Riesgo de Exclusión, entre otras. Coordina el proyecto Primera Alianza: mejorando los vínculos tempranos, a través del cual ha intervenido con familias en ámbitos de exclusión, ha formado y supervisado a profesionales de la protección del menor y ha desarrollado investigación sobre innovación en el trabajo con familias. Se ha especializado en la detección, prevención y tratamiento del trauma interpersonal temprano. Recientemente, ha comenzado a trabajar sobre cuestiones de crianza e intervención centrada en el vínculo en contextos no occidentales. Es co-autor de Primera Alianza: fortalecer y reparar los vínculos tempranos. Contacto:  cpitillas@comillas.edu



Presentación

En Buenos tratos sólo nos hacemos eco de los libros de calidad, como este que tengo el honor de presentaros hoy de mi colega y profesor de la Universidad de Comillas, Carlos Pitillas. 

Carlos, muchas gracias por atender, una vez más, la llamada de Buenos tratos, es un placer tenerte de nuevo entre nosotros. Me gustaría recordar tu participación en el blog, con un artículo titulado: "Primera alianza: fortalecer y reparar los vínculos tempranos". También fuiste ponente en San Sebastián, en las VI Conversaciones sobre Apego y Resiliencia, en el año 2022, con una conferencia en torno a la transmisión intergeneracional del trauma. Con esto has demostrado tu compromiso con este blog. Ahora amablemente te acercas por aquí porque has publicado un nuevo libro, del cual nos hacemos eco, titulado “Caminar sobre las huellas. Vínculos, trauma y desarrollo humano”. Te ha llevado años de trabajo. 

José Luis: ¿Por qué este libro, Carlos? ¿Cuál es la motivación que te ha animado a escribirlo?

Carlos: Gracias por tenerme de nuevo en este espacio que admiro tanto y tanto ayuda. Es un placer y, también, un apoyo que valoro mucho para este libro. Caminar sobre las huellas es un ensayo que viene gestándose desde que me dedico a hablar, en contextos diversos, sobre el efecto de las experiencias vinculares tempranas en el desarrollo social y emocional de las personas y, particularmente, sobre los modos en que el trauma afecta a estas trayectorias. En ese sentido, el libro emerge de todas las ocasiones en que he tenido que estudiar y organizar el conocimiento que existe sobre este tema, y hacerlo accesible para otros. Es, en definitiva, mi “modelo” acerca de cómo se construye la mente socio-afectiva partiendo de los vínculos tempranos. El modelo se ha elaborado a través de los años, en diálogo tanto con la literatura científica y con las personas a las que he tenido la suerte de dar clase, tratar o supervisar, y bebe de la teoría del apego, la teoría del trauma, y la teoría psicoanalítica contemporánea. 

La motivación por la que preguntas está muy cerca de lo que acabo de explicar. Se trataba de plasmar y compartir (en la versión más ordenada de la que soy capaz) algo que llevaba leyendo, estudiando y contando a otros durante una parte importante de mi carrera. Esta motivación era casi una necesidad, si se quiere. Y que el libro exista ahora y esté publicado es una alegría y tiene algo de liberación (¡llevaba mucho tiempo dentro de mi cabeza!), aunque esto también se acompaña, claro, de cierto vértigo.

Portada del nuevo libro de Carlos Pitillas.

Para adquirir el libro, haz click AQUÍ


José Luis: ¿Puedes contarnos cuál es el plan del libro?

Carlos: "Caminar sobre las huellas" comienza con una introducción donde se establece una de sus premisas básicas (si no la más importante): nuestro funcionamiento actual en las relaciones (nuestra identidad, la forma que tenemos de sentirnos y comportarnos en el seno de los vínculos importantes) es el resultado de nuestras trayectorias de desarrollo, las cuales comienzan con la primera puerta al mundo social que son esos vínculos que establecemos en la de niñez y la adolescencia, en el seno de la familia (aunque no solo). Y esta premisa es la que da sentido al título, que hace referencia al hecho de que nuestros patrones relacionales adultos son, hasta cierto punto, una repetición de aspectos de nuestras relaciones tempranas (interacciones que se hicieron habituales, afectos nucleares, estrategias de “supervivencia” que tuvimos que desarrollar, etc.). 

Aunque rara vez nos damos cuenta, caminamos sobre nuestras propias huellas. Repetimos, revivimos y, en los casos más graves (cuando venimos de un mal sitio), podemos llegar a reproducir formas de dolor muy destructivas, en nosotros mismos o en los demás. La persona que repetidamente se expone a situaciones de maltrato; quien cae una y otra vez en experiencias de invisibilidad social o aislamiento; el que con frecuencia gestiona su fragilidad asustando o dañando a otros; quien se aleja de las buenas oportunidades que la vida le pone por delante (una relación amable, la oportunidad de ser visto o cuidado, etc.); entre otros, están, en muchos casos, siendo víctimas de procesos emocionales y cognitivos que se instalaron tempranamente y que sesgan el comportamiento, adulto de formas que son (auto)destructivas y perpetúan el trauma. 

El plan del libro comienza, por lo tanto, estableciendo y fundamentando esta premisa, para continuar “desempaquetando” el conjunto de procesos que sostienen esta relación pasado-presente. 

Dichos procesos (en orden de aparición), incluyen:

Los esquemas cognitivo-afectivos que adquirimos de pequeños y que nos sirven para poner orden y navegar la experiencia social. Esquemas de seguridad (p.ej., sentirse querido, en contacto con alguien que quiere; sentirse seguro en contacto con un cuidador disponible), esquemas de inseguridad (p.ej., sentirse incapaz de retener a un cuidador esquivo o intermitente), o esquemas traumáticos (p.ej., verse como alguien pequeño en contacto con otros que son destructivos y de los que se depende).

Los antecedentes intergeneracionales de la seguridad y del maltrato, es decir, los mecanismos invisibles que hacen que los padres puedan dar seguridad a sus hijos o, por el contrario, exponerlos a un peligro que –de formas a veces sutiles– reproducen el peligro que ellos mismos vivieron. Los miedos de los padres, sus tendencias defensivas, su capacidad de ajustarse al temperamento del niño, o su capacidad de ver al niño como una persona separada y por derecho propio, son abordados como partes fundamentales del “juego” relacional que marca la diferencia entre vínculos tempranos seguros o inseguros/traumáticos. 

Las adaptaciones que hacen algunos niños a las condiciones inseguras en las que crecen. Estas adaptaciones han sido particularmente bien estudiadas a la luz de los estilos de apego, las defensas de apego o las estrategias de reorganización del apego en niños que sufren mucha confusión y miedo (porque tienen padres muy confusos o muy asustados ellos mismos). 

El libro se sumerge, entonces, en la “arquitectura” de la mente traumatizada y sus conflictos. Aquí exploramos la fragmentación interna de los niños que han crecido con padres impredecibles o amenazantes, la agresividad –muy difícil de manejar– que acumulan estos individuos, sus fantasías negativas acerca de los demás, o la necesidad de esconder ciertas necesidades o emociones como vía de supervivencia, entre otras. En definitiva: cómo una historia de peligro estimula la tendencia a defenderse.

Y las defensas siempre tienen su límite funcional, es decir, tarde o temprano, dejan de servirnos. El libro finaliza dedicando algunas secciones al efecto “irónico” de las defensas postraumáticas más rígidas. Estas, al tratar de salvarnos de un peligro, lo que hacen es exponernos con más fuerza a otros peligros que no somos capaces de predecir.

El libro finaliza con dos casos narrados con relativo detalle y analizados bajo el prisma de todos los contenidos que se estudian en las secciones previas. 

José Luis: “Algunos sesgos y patrones en nuestra forma de actuar y sentir parecen acompañarnos desde nuestros primeros años…” afirmas en la presentación. Esto es cierto para todas las personas, pero es especialmente importante para quienes han sufrido traumas tempranos y complejos. Me vienen a la mente los niños acogidos y adoptados, cuyas familias siguen este blog, cuyos patrones -por ejemplo, el temor al abandono- les influyen poderosamente a lo largo de la vida. Poder comprender esto es importante para que la crianza y la terapia sean reparadoras para estos niños, y que las familias reciban el apoyo que necesitan…

Carlos: Absolutamente. Cada vez me convenzo más de que el mejor modo de cuidar a alguien y alcanzar una verdadera reciprocidad en una relación (con los hijos, con las parejas, con los pacientes) es a través de un reconocimiento de la vulnerabilidad propia. Este reconocimiento, si se hace bajo condiciones de seguridad y uno es hasta cierto punto capaz de apropiarse de ello, nos permite establecer relaciones más profundas, y más complejas (en el buen sentido). Si están en contacto con su vulnerabilidad, los padres acogedores y adoptantes, los profesionales de la relación de ayuda, los tutores de resiliencia y educadores, los padres biológicos, etc., son más sensibles, más conscientes de sus límites, más capaces de pedir ayuda a tiempo, más capaces de recuperar su mentalización cuando la pierden, y más justos. Esta vulnerabilidad, con frecuencia, es histórica: la traemos de un tiempo anterior y de una relación pasada. Así que aquí hay un trabajo narrativo (mirar hacia atrás y contarse uno su propia historia) que, por cierto, casi siempre es imposible de hacer fuera de una relación mínimamente segura. 

José Luis: ¿Consideras que es un libro para profesionales o también pueden beneficiarse de su lectura las familias y el público en general?

Carlos: Es un libro técnico, pero he hecho un esfuerzo grande por conseguir que la exposición de los principios sea accesible para cualquiera. He intentado que los conceptos complejos tengan relevancia y sentido para personas diversas y no necesariamente formadas. En este caso, además, me he permitido incorporar al texto muchos ejemplos de la cultura: extractos de novelas, referencias a películas, anécdotas de la historia de la cultura (hay una referencia a Elvis Presley a la que tengo especial cariño), incluso cito trozos del monólogo de un cómico estadounidense. No puedo estar seguro de que estas estrategias hayan hecho que el libro sea accesible y claro. Pero, si me he acercado algo a este objetivo, pienso que el libro podría servir a personas ajenas a la profesión. Supongo que el tiempo (y el feedback) dirán. 

José Luis: Si pudieras hacer una síntesis de lo fundamental del libro, dirías…

Que es un ensayo escrito con un intento de precisión y, al mismo tiempo, mucha pasión por este problema científico y humano que es la pregunta acerca de cómo nos construimos, y por qué a veces es tan difícil, para las personas que han tenido peor suerte, dejar de sufrir. 

José Luis: ¿Quieres decirnos algo más sobre el libro?

Carlos: Que me siento afortunado de haberlo escrito y agradecido de todos los interlocutores (alumnos, pacientes, colegas, etc.) que, a lo largo de los años, han motivado su existencia.

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Buenos tratos regresará con un nuevo post 
el día 24 de marzo de 2025, como siempre, a las 9:30h de España