sábado, 13 de junio de 2020

La traumaterapia de las consecuencias de los procesos discriminatorios y racistas en las personas, las familias y la comunidad, por Jorge Barudy, psiquiatra.


Diploma de postgrado en 

Traumaterapia Sistémica Infanto-juvenil

 

13ª Promoción Apega 13 Barcelona 2020-2022

7ª Promoción Apega 7 Donostia 2020-2022

2ª Promoción Apega 2 Madrid 2020-2022

7ª Promoción Apega 7 Chile 2020-2022

 

Abierto el plazo de pre-inscripción:

http://www.traumaterapiayresiliencia.com


 

La traumaterapia de las consecuencias de los procesos discriminatorios y racistas en las personas, las familias y la comunidad


Autor: Jorge Barudy
Director de la Red apega.

En memoria y en homenaje a George Floyd y todas las víctimas del racismo.

Querido hermano blanco: 

Cuando yo nací era negro
Cuando crecí era negro
Cuando me da el sol soy negro 
Cuando estoy enfermo soy negro
Cuando muera seré negro 
Mientras tanto tu 
Cuando naciste eras rosado
Cuando creciste fuiste blanco
Cuando te da el sol eres rojo
Cuando sientes frio eres azul
Cuando sientes miedo eres verde 
Cuando estas enfermo eres amarillo
Cuando mueras serás gris
Entonces cual de nosotros dos
es un hombre de color  

Leopóld Sedar Senghór (Poeta senegalés)

Introducción 

Millones de personas a través de todo el mundo se han vuelto a despertar para mirar de nuevo a través de la niebla impuesta por los detentores del poder, ya que la discriminación y en particular el racismo que afecta a millones de personas en el mundo nunca desapareció. Cientos de miles de personas en todo el mundo salimos a la calle participando en una de las mayores protestas por la justicia racial, al grito de “las vidas negras importan” (“The Black Lives Matter”), al conocer las imágenes del cobarde asesinato de George Floyd ocurrido el 25 de mayo de 2020. Un hombre, un ser humano, cuyo color de piel era negro, era ahogado bajo la rodilla de otro ser humano, un policía blanco, durante ocho minutos y 46 segundos que transcurrieron desde su detención hasta su muerte en una calle de la ciudad de Mineápolis en Estados Unidos. "¡Por favor, por favor, por favor, no puedo respirar. Por favor!", fueron las ultimas palabras de George Floyd, mientras agonizaba. 

Funeral por George Floyd. Foto: elpais.com
Funeral de George Floyd. Foto: elpais.com


Para sumarnos como Red Apega a este movimiento queremos compartir este artículo. Su contenido emerge de nuestras investigaciones y nuestro trabajo traumaterapéutico para reparar las consecuencias de la violencia organizada –siendo el racismo una de sus manifestaciones- sobre las personas, las familias y las comunidades. 

Retomando la definición del Comité de Derechos Humanos de la ONU, el racismo es parte de lo que se define como discriminación (1) y sigue siendo una forma de violencia que no reconoce fronteras. Durante años, pasados y recientes, hemos visto esclavizados (2) a pueblos enteros a partir de una creencia de superioridad de los esclavistas.  En el caso de las mujeres, la discriminación racista ha tenido múltiples dimensiones. Así, han sufrido la supremacía masculina impuesta por los hombres y sostenida por la ideología patriarcal; pero, además, por el color de su piel y sus rasgos cuando no corresponden con la clase dominante. 

En términos históricos la discriminación y el racismo han provocado enormes atrocidades, millones de personas judías aniquiladas por el nazismo, por el régimen estaliniano… O en fechas no tan lejanas, los africanos en los genocidios por pertenecer a una etnia determinada. O más reciente aún, la persecución del pueblo rohinyá en Birmania. Pero situaciones como estas las tenemos mucho más cerca; por ejemplo, en los campos de refugiados en las islas italianas, en Grecia o en Turquía. Las condiciones de vida discriminatorias y racistas de esas poblaciones constituyen una vergüenza para los estados que componen la Unión Europea que gestionan estas situaciones a través de una retórica que camufla y justifica la indolencia y el derecho a la asistencia humanitaria.   
 
Poblaciones enteras han sido esclavizadas por su color de piel debido a la superioridad racista, apoyada por creencias e instituciones religiosas. El caso mas vergonzante y no tan lejano fue la esclavitud de las poblaciones africanas por las potencias europeas y por el país que aún se jacta de ser una democracia que da lecciones al mundo, como los Estados Unidos de Norteamérica.  En la actualidad, este país como otros de la parte rica del planeta, ha reciclado esta esclavitud por la explotación de cientos de inmigrantes de los países pobres –mejicanos, centro americanos, africanos, sudamericanos, magrebíes, etc.- que cuando logran entrar a estos países viven como inmigrantes ilegales explotados trabajando en condiciones inhumanas, como lo hacían los y las esclavas de antaño, por ejemplo, en las plantaciones de siempre, o en las nuevas como las de Andalucía en España.  

Hoy gracias a las luchas de los movimientos sociales de defensa de los derechos humanos y en particular los que luchan contra el racismo, la situación no es tan brutal ni legitimada como antaño, pero hay que seguir atento en la actualidad a las nuevas maneras en que esta se ejerce, disfrazada por nuevas formas de micro racismo cuya tarjeta de presentación es la sutileza. Son los gestos cotidianos de violencia racial y que es tan corrosiva como cualquier agresión que va desde la pregunta a un inmigrante si realmente es español o las agresiones invisibles en la calle con gestos o miradas de desprecio. Todas ellas se retroalimentan y se hacen fuertes en una España donde existen movimientos políticos que legitiman el racismo, por eso hay que insistir “una sociedad es racista o no lo es, no hay grados de racismo” Frantz Fanon (3).


Las esclavitud de las poblaciones africanas por las potencias Europeas
Foto: cadenaser.com

La etiqueta de “país racista” incómoda a muchos, que por lo general definen a España como un país receptor, hospitalario y acogedor de culturas y razas. Desgraciadamente no es así para todos, por ejemplo, el pueblo gitano, lleva cinco siglos siendo discriminado, estigmatizado, criminalizado y obligado a encerrarse en guetos. 

No podemos dejar de reconocer en este articulo que históricamente el grupo social más discriminado ha sido la infancia, a su vez el grupo más vulnerable por su dependencia total para su sobrevivencia del mundo adulto, y el que tiene menos posibilidades de defender sus derechos y contar con posibilidades de acceder libremente a alguna instancia para denunciar la discriminación que sufre y ser protegido.  Su pertenencia a un grupo étnico diferente como ser hijo o hija de una familia inmigrante, de una clase social desfavorecida o haber sido adoptado por una familia española en África subsahariana, Asia o en un país del Magreb, aumenta las posibilidades de ser víctima del racismo cotidiano en la escuela y en el barrio. Existe actualmente otro tipo de discriminación racista que está produciendo mucho sufrimiento en la infancia y adolescencia: el de los chicos y chicas que sufren diariamente los insultos y vejaciones de algunos de sus compañeros por ser, simplemente, diferentes.  

"La infancia es el grupo que menos puede defender sus derechos"
(Jorge Barudy)

Lo más preocupante no es solamente que el racismo siga vivo, sino que es mantenido por los sistemas de dominación y que desgraciadamente hoy están globalizados porque el racismo es parte central de las ideologías y prácticas políticas que sostienen el modelo económico neoliberal de mercado. 

El racismo es una forma de violencia organizada porque está constituida por un conjunto de agresiones intencionales, por acción y omisión, estudiadas, programadas y ejecutadas por seres humanos con poder e ideológicamente alienados, por una cultura que se define como superior, que legitima, banaliza y justifica el asesinato, la humillación, la violación de los derechos humanos de otro grupo de seres humanos considerados diferentes por sus rasgos y el color de su piel. 

Desde otra perspectiva, todo gesto o acto racista es un atentado a la dignidad humana o el derecho que tiene cada ser humano, por el solo hecho de existir, de ser respetado incondicionalmente  y valorado como ser individual y social, es decir, como una persona cualesquiera que sean sus características y condiciones particulares. Por esta razón todos los actos de discriminacion racista dirigidos a las personas provocan sufrimiento y en los casos más graves trastornos traumáticos de diferentes contenidos, duración y gravedad. 

Un modelo comprensivo de la discriminación: una lectura ecosistémica

Este modelo consiste en considerar la discriminación racista como una producción social donde intervienen diferentes personajes, contextos y circunstancias (Bronfenbrenner, 2002).  

La aplicación de este modelo nos permite considerar el racismo desde una lectura que evite el reduccionismo lineal y que incorpore la complejidad creada por las múltiples personas y sus interacciones entre ellas y los diferentes factores que determinan los contextos en que estas interacciones se producen. El racismo se explica desde esta mirada como una producción social donde intervienen diferentes personajes, contextos y circunstancias. Esto le da sentido a su existencia. Desde los múltiples seres humanos en interacción y sus sistemas de pertenencia, que por activa y por pasiva intervienen en la producción del fenómeno (afectados, perpetradores directos, los terceros-cómplices y los y las terceras-activistas sociales que tratan de apoyar a los y las afectadas y realizar intervenciones de defensa de los derechos humanos para prevenirlo). Este conjunto de personas e instituciones con sus creencias motivaciones y conductas crean un sistema social que desde el punto de vista histórico y en el presente juegan un papel que produce y mantienen los fenómenos racistas o al contrario hacen que disminuyan o no ocurran.

El impacto de las conductas y las narrativas racistas 

Los proyectiles que cargan las armas del racismo son los prejuicios que se entienden como una actitud, expresados por conductas y expresiones verbales denigrantes hacia los miembros de un grupo que por ser diferente es considerado inferior y/o peligroso. Los gestos y actos discriminatorios son estímulos que el cerebro de las personas afectadas percibe como estresores o estímulos amenazantes porque violan la necesidad fundamental del ser humano de ser respetado en su dignidad, es decir, bien tratado en las relaciones interpersonales. Estas agresiones racistas cuando son graves y permanentes pueden causar dolor, sufrimiento y respuestas de estrés que por su intensidad y duración pueden agotar los recursos naturales tanto individuales como familiares y sociales que cada ser humano posee para hacer frente a la adversidad. Los dolores, el sufrimiento y el impacto de las respuestas de estrés se interiorizan como memorias traumáticas que se expresan como síntomas y síndromes diversos. En los casos mas extremos provocan la muerte de los afectados como es el caso de George Floyd. Actualmente, la discriminación racista se está convirtiendo en una violencia que se generaliza en Europa. En muchos países, el racismo está alimentado por unas respuestas a la inmigración de millones de personas que buscan sobrevivir, por parte de los estados de los países ricos con partidos políticos que son cada vez más xenófobos y que se camuflan con retoricas que banalizan o niegan el contenido racista de sus proclamas.

El racismo como una transgresión a la neurobiología del amor

La discriminación racista puede ser entendida como una transgresión a la neurobiología del amor que, según los biólogos y neurocientíficos chilenos Maturana y Varela (1984) define la naturaleza humana. (4) Esto se corresponde con la conectividad como imperativo neurobiológico propuesta por Porges (2017).

La discriminación puede ser entendida aplicando las ideas de estos autores, por la paradoja que crea la emergencia primitiva en los hombres y las mujeres consistente en la posibilidad de simbolizar en palabras y signos la experiencia y la realidad donde ocurre esta experiencia. La capacidad de simbolización abre también el camino a la producción de ideas y creencias que permiten la representación o consciencia de sí mismo y de los demás. Esta capacidad debería estar solo al servicio de la vida, o de la conectividad interpersonal, pero desgraciadamente esto no siempre es así. El racismo nos muestra dramáticamente la capacidad de los seres humanos de destruir a otros seres humanos a partir de representaciones ideológicas, religiosas u otras, todas posibles gracias a esta capacidad de representación de sí mismo y de los otros y del mundo que nos rodea. Esta posibilidad de existencia en "un relato" emerge de la experiencia y la consciencia de pertenecer a un grupo, a una especie particular y singular, distinta de otras especies, o de otros grupos de la misma especie. Esto proporciona al individuo la vivencia de grupo, de masa y como consecuencia la experiencia de no estar solo en el mundo y de sentirse seguro frente al vacío y el misterio de lo desconocido y lo incontrolable. El sentimiento de pertenencia a un grupo surge como fenómeno social inevitable, ligado al hecho de poder representarse la realidad transformándose en una necesidad vital pues aquel proporciona a los miembros individuales una experiencia de fuerza y de poder. La pertenencia a una familia, a un grupo, a una colectividad, amplifica por una parte las capacidades de adaptación al medio porque el "nosotros" posee más recursos y poder que el "yo" y el "tú"; pero, por otra parte, la perversión de este fenómeno por grupos de poder introduce el peligro de que el otro u otra diferente pueda ser vivido, en determinados momentos, como un peligro que cuestiona y amenaza este sentimiento de cohesión y de unidad. Esto puede llevar a dinámicas de control, sometimiento, maltrato y/o destrucción de otro ser humano por el sólo hecho de que éste sea diferente. Estas ideas pueden ser la base de la neurobiología del racismo, profundamente enraizada en el grupo de los perpetradores y los instigadores de las practicas racistas. 

Cada vez que un sujeto o un grupo humano cree que sus "formas" de ver y comprender el mundo (sistema de creencias, ideología, teorías científicas…) son verdades absolutas para defender a cualquier precio, aun destruyendo otras formas de vida y por ende otros seres humanos, estamos en la zona límite donde comienza la violencia organizada y una de sus manifestaciones: el racismo.  

En esta situación, las ideas o las creencias defendidas son más importantes que la condición humana del otro. Estas mismas creencias servirán para legitimar la discriminación y los racismos cuyas expresiones más atroces son la esclavitud, las guerras, los genocidios, la tortura, la violación y la mutilación genital de las niñas, la violencia a la mujer, los malos tratos a la infancia… 

No hay nada mas opuesto al racismo que las relaciones interpersonales de buenos tratos que tanto en la infancia como en la vida adulta permiten el desarrollo de las capacidades resilientes.  

El modelo de traumaterapia sistémica: una posibilidad de reparar el daño de la violencia racista   

El modelo de la traumaterapia sistémica es sistémico porque permite comprender el impacto traumático del racismo, considerando la relación entre el sujeto afectado, con sus contextos vitales y los entornos donde se produjeron las agresiones.  

Su base teórica científica está basada en los aportes de las neurociencias, los resultados de las investigaciones relacionadas con el impacto de los traumas en la personalidad y en el paradigma de la resiliencia. De este último hemos integrado que ninguna experiencia por muy traumática que sea tiene el poder de determinar la vida de los afectados, siempre y cuando estos reciban el apoyo solidario que merecen, es decir que conozcan el valor terapéutico de la reparación de la dignidad por el afecto y la solidaridad. Para que esto se produzca, los profesionales de la terapia tienen que servirles como una red humana donde cada uno con sus competencias y formaciones se impliquen para vincularse afectivamente con ellos y ellas asociándose a sus recursos, reconociéndoles como afectados, aportándoles apoyo y acompañamiento social y psicológico, mostrándoles alternativas realistas y esperanzadoras, creando climas de humor y ternura. Las intervenciones basadas en el apoyo y la promoción de la resiliencia individual, familiar y grupal tienen que asociar el realismo con la esperanza. El realismo es reconocer que cuando el daño es muy severo se puede aliviar el sufrimiento y el dolor pero como las heridas en la piel que cicatrizan, estos traumas resultado de la discriminación racista intensa y crónica pueden volver a doler en determinados contextos. Realista en el sentido de que las leyes y el sistema judicial que deben garantizar la restitución y la reparación social están como todos los sistemas humanos formados por personas que tienen sus propias visiones del mundo y es posible que sus creencias sean racistas en relación a los inmigrantes o a las personas de otros orígenes. Hay que ayudar a las personas discriminadas por el racismo a hacer la diferencia entre "la justicia" como un valor fundamental para garantizar los derechos humanos y "el ejercicio del poder judicial" que no siempre es justo, lo que da todo el sentido al combate, para que este responda a los valores que fundamentan el ejercicio de una justicia justa. 

El modelo de la traumaterapia sistémica está legitimado por más de 30 años de atención de personas afectadas por violaciones de los derechos humanos donde el fenómeno de la discriminación racista está presente de manera transversal. 

El racismo como experiencia traumática

Es toda aquella acción u omisión realizada por personas, grupos o instituciones que produce y reproduce desigualdades en el acceso a recursos y oportunidades tan disímiles como comida, servicios de salud, trabajo, educación o empleo, en favor o en contra de otras personas, grupos o instituciones. O el acto de separar o formar grupos de personas a partir de criterios determinados. O la violación de la igualdad de los derechos humanos por edad, color, altura, capacidades, etnia, familia, género, características genéticas, estado marital, nacionalidad, raza, religión, sexo u orientación sexual producen experiencias traumáticas o traumas.  

Las conductas racistas como estresores que activan el sistema de respuesta al estrés: una mirada traumaterapéutica 

Todos los actos y discursos enunciados y otros que forman parte de las pragmáticas de la discriminación racista son en el modelo traumaterapéutico considerados como estresores.  

Los estresores corresponden al conjunto de estímulos que pueden provenir del interior del organismo o del entorno exterior a él y que movilizan los recursos naturales del cerebro y del sistema nervioso para responder a ellos a través de lo que se conoce como respuestas de estrés, destinadas a mantener el funcionamiento sano o la homeostasis del conjunto de sistemas que componen el organismo humano.

Según su contenido, duración e intensidad se pueden distinguir: 

a) Estresores saludables internos como la sed, que conduce a la respuesta de hidratarse; o estímulos del entorno necesarios para el desarrollo de la mente, como los estímulos educativos.

b) Estresores que producen sufrimiento o dolores internos. Por ejemplo, un dolor de cabeza. O externo, como un acto o experiencia única de discriminación racista. O a nivel más personal, la pérdida de un ser querido. Estos estímulos pueden ser modulados con los recursos del organismo y el apoyo social. 

c) Estresores traumáticos o mórbidos. Internos, como una enfermedad grave. Externos, como un asalto, un secuestro, actos terroristas, malos tratos, procesos de discriminación prolongados como el racismo, la homofobia o el machismo etc. que provocan sufrimientos, trastornos y/o enfermedades. Porque sobrepasan o agotan los recursos naturales de las persones y sus redes sociales de apoyo. 

d) Estresores mortales. Son los que producen una amenaza a la vida y en muchos casos conducen a la muerte, como el caso del asesinato que inspira este articulo 

Foto: psicoactiva

Los estresores que producen sufrimiento -más aun los traumáticos o los mortíferos- son estímulos que por su contenido duración e intensidad desafían el equilibrio y amenazan la homeostasis del organismo humano -en este caso conductas y discursos racistas-. El cerebro activa de preferencia al sistema nervioso autónomo que tiene dos ramificaciones: el sistema simpático y el parasimpático, que a menudo producen reacciones coordinadas pero antagónicas. El Sistema Nervioso Simpático (SNS) responde a las situaciones que producen amenazas de alarma activándose: con miedo, lucha, huida y/o respuestas sexualizadas (Sapolsky y otros, 1990). En cambio, el Sistema Nervioso Parasimpático (SNPS) lleva a la inhibición. Ambos no pueden funcionar a la vez, la activación de un sistema hace que el otro se desactive. A estas respuestas se las conoce como respuestas al estrés y pueden producirse en cualquier momento de la vida cotidiana y desaparecen cuando la situación amenazante finaliza. Este conocimiento científico tiene una gran importancia para la comprensión de los malestares y de los síntomas psíquicos de personas afectadas por eventos o procesos de discriminación racista.

Los trastornos de estrés postraumático

Un acto, un insulto o un discurso racista es percibido por el cerebro como una amenaza. El cerebro registra la señal de alarma en un núcleo nervioso que se llama amígdala cerebral (hay una en cada hemisferio cerebral), la cual estimula el hipotálamo, otra región importante del cerebro llamado sistema límbico o emocional que produce una descarga de neuroquímicos: cortisol, epinefrina, norepinefrina y otros neuropéptidos, que activan intensa y repentinamente al Sistema Nervioso Autónomo (SNA) a través del Sistema Simpático, todo esto para hacer frente al estímulo (Perry 1994a). Cuando la amenaza es la consecuencia de estresores traumáticos severos, casi en la frontera con los estresores mortales, se puede activar bruscamente e intensamente el Sistema Parasimpático, llegando a producir una paralización global del organismo que puede llegar hasta un estado de petrificación o sideración que en los casos más severos algunos le llaman reflejo cadavérico. 

La activación del Sistema Nervioso Autónomo, con su rama simpática y parasimpática frente a las agresiones, resultado de la discriminación, es una respuesta adaptativa para hacer frente a estos estresores. Por las perturbaciones que produce puede generar un trastorno de estrés post traumático.

Las respuestas a las agresiones discriminatorias racistas, dependen de su contenido y duración, de cómo estaba la persona antes de sufrirlas y de la existencia o no de fuentes de apoyo afectivo social, jurídico y terapéutico que encuentre en sus redes familiares y sociales. Esto explica que las consecuencias pueden ser desde un malestar hasta un trastorno traumático de la personalidad o trauma complejo. 

En general, el contenido del acto de discriminación es vivido como una amenaza que implica un riesgo tanto para la vida como para la integridad psicológica de la persona. Por ejemplo, una mujer inmigrante es amenazada de muerte con un cuchillo, en un tren de cercanías, casi vacío, por una banda de sujetos racistas. Un ejemplo de amenaza psicológica o amenaza a la integridad o dignidad de la persona sería el de un hombre de origen africano que reclama porque la cajera de un supermercado le tira el ticket de compra a la par que le responde: “¡que me vienes a reclamar a mí, este es mi país, vuélvete al tuyo donde seguro recién están aprendiendo a bajarse de los árboles!”. En los dos casos el organismo de la persona puede responder con las manifestaciones que corresponden a los trastornos de estrés post traumático. 

El racismo base de trastornos traumáticos que pueden reactivarse en el tiempo

Cuando las agresiones de discriminación racistas corresponden a estresores traumáticos que produjeron trastornos de estrés postraumático en el pasado, aunque fueran tratados, es posible que, en el presente, al enfrentarse a nuevas situaciones de racismo -aunque sean de una modalidad diferente- puedan volver a presentar una sintomatología, como si estuvieran reviviendo en la actualidad lo que les sucedió en el pasado. Esto se explica por mecanismos neurobiológicos que son la base de lo que Boris Cyrulnik (2003) llama el “el murmullo de los fantasmas” y que corresponden a reviviscencias traumáticas. En situaciones reales o en las reviviscencias gatilladas por la activación de las memorias traumáticas, el cuerpo se prepara para defenderse o luchar. Lo que hemos aprendido que los estímulos o situaciones en el presente, con un parecido aunque sea pequeño, a situaciones de amenazas en el pasado, activarán el Sistema Nervioso Autónomo, que a su vez activará múltiples áreas cerebrales desde el bulbo raquídeo, pasando por el mesencéfalo (parte del encéfalo cuya tarea es conducir e impulsar los impulsos motores de la corteza cerebral de vuelta al tronco encefálico), el tálamo, el sistema límbico y las áreas corticales.  Es en este viaje donde emerge la sensación de malestar traumático que se expresa por los diferentes componentes de los trastornos de estrés traumático. 

Si la nueva amenaza en el presente es igual o peor a la vivida en el pasado, junto con las manifestaciones descritas, la respuesta de lucha, que puede manifestarse por desconfianza, criticas u hostilidad -dirigida incluso en contra de los suyos, o a los profesionales que les quieren apoyar-, la otra posibilidad es la activación de los mecanismos de huida o evasión. 

Cuando las amenazas desaparecen y/o las o los afectados se sienten de nuevo en seguridad por las acciones de otra persona o grupo de personas, que con una actitud afectiva y contenedora les aportan protección y acciones para que recuperen la confianza, el Sistema Parasimpático se activará normalmente, desconectando la activación simpática y permitiendo recuperar el estado de funcionamiento mental y la seguridad que existía antes de la amenaza. 

A título de conclusión 

Esto ultimo nos permite concluir este articulo afirmando que el mas valioso antídoto contra el racismo son las conexiones genuinas entre los seres humanos, a partir del respeto de sus diferencias y la reparación del daño sufrido por las agresiones traumáticas mediante la traumaterapia sistémica basada en los buenos tratos, la promoción de la resiliencia y en el  valor terapéutico del amor y la solidaridad.

Referencias

(1) El racismo es una de las tantas formas de discriminación que existen que están definidas por Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas que recoge el término en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de 1966: "... Cualquier distinción, exclusión, restricción o preferencia basada en determinadas razones, tales como raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de otro tipo, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición social, y cuyo objetivo o resultado sea cancelar o subrayar el reconocimiento, disfrute o ejercicio en condiciones de igualdad. , los derechos humanos y las libertades fundamentales de todas las personas”.

(2) Para saber mas sobre el impacto de la esclavitud ver “L´esclavage: quel impact sur la psychologie des populations? De Aimé Charles-Nicolas y Benjamin Bowser. Editorial Idem Campus, 2018. 

(3) Nació el 20 de julio de 1925 en Fort-de-France. A los diecisiete años se unió al Ejército Francés de Liberación para luchar contra la Alemania nazi. Volvió de la guerra indignado por la discriminación racial que existía en sus propias filas. Joven doctor en medicina psiquiátrica, jefe de servicio del hospital psiquiátrico de Blida (Argelia), donde pone en marcha un «servicio abierto» a disposición de europeos y argelinos. En noviembre de 1954, se incorpora al Frente de Liberación Nacional argelino (FLN) y las autoridades francesas lo expulsan de Argelia. En su primer libro titulado: ”Peau noire, masques blanc” [“Piel negra, máscaras blancas”], publicado en 1952, denuncia el racismo en Francia y en sus colonias.

(4) Ver El árbol del conocimiento. Maturana y Varela, 1984. Editorial Universitaria, Santiago de Chile. 

Bronfenbrenner, U. (2002). La ecología del desarrollo humano. Paidós Ibérica: Barcelona.

Cyrulnik, B. (2003). El murmullo de los fantasmas. Barcelona: Gedisa.

Perry, B. D. (1994a). Neurobiological sequelae of childhood trauma: post-traumatic stress disorders in children. In M. Murberg (Ed.). Catecholamines in Post-traumatic Stress Disorder: Emerging Concepts. Washington, D.C.: American Psychiatric Press.

Porges, S (2017). The Pocket Guide to the Polyvagal Theory. Norton: New York.

Sapolsky, R. M. (1990). Hippocampal Damage Associated With Prolonged Glucocorticoid Exposure in Primates. Journal of Neuroscience, 10 (9), 2897-902.

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