sábado, 25 de abril de 2020

"Sobre el alivio del desconfinamiento en población adolescente con antecedentes de adversidad temprana: los/as grandes olvidados/as", por Rafael Benito Moraga, psiquiatra.

Sobre el alivio del desconfinamiento en población adolescente con antecedentes de adversidad temprana: los/as grandes olvidados/as.

Por Rafael Benito Moraga. Psiquiatra. Docente del Postgrado de Traumaterapia. 
RED APEGA de profesionales.

Rafael Benito Moraga impartiendo docencia.
La situación actual ha generado una lógica preocupación por las condiciones anómalas a las que se está exponiendo a niños y niñas. Con toda razón se argumenta que la infancia es un periodo de la vida en el que las condiciones ambientales pueden ejercer una influencia decisiva en el desarrollo de la personalidad; una influencia mayor de la que tiene para los adultos, a quienes se les supone dotados de recursos psíquicos y físicos suficientes para afrontar la situación de confinamiento que priva a los niños y las niñas del estilo de vida más favorable para su desarrollo psicofísico. 

El motivo de que debamos cuidar tanto las circunstancias en las que están viviendo los niños y las niñas es que en ellos y ellas, el sistema nervioso está en desarrollo; y el cerebro, como cualquier otro órgano, es especialmente sensible a las influencias externas durante los años en los que su crecimiento es más activo (Andersen & Pine, 2014). Así que debemos celebrar la decisión de aligerar la situación de confinamiento para los niños y niñas menores de 14 años ya que, el daño producido durante el neurodesarrollo puede afectar a la salud mental y física de por vida (Lewis & Rudolph, 2014)

El problema es que se puede pensar erróneamente que sólo el cerebro de los niños y niñas menores de 14 años está en un estado sensible, de crecimiento, desarrollo y modelado máximamente influenciable; cuando en realidad, el cerebro no deja de crecer y desarrollarse hasta bien pasados los 20 años. Si tuviéramos que señalar los dos periodos más importantes en el desarrollo del sistema nervioso, estos serían los tres primeros años de vida y la adolescencia; y en el caso de esta última, el periodo que va de los 14 a los 18 años. El desarrollo de las redes neuronales sigue procesos de proliferación, durante los que estas redes aumentan sus ramificaciones y conexiones, y procesos de poda, en los que estas interconexiones se van refinando, haciéndose máximamente eficientes. La proliferación se produce de modo espontáneo, siguiendo un programa genético; pero la poda depende de las circunstancias ambientales, y es importante que se produzca en las condiciones más favorables porque, si no se realiza adecuadamente, resulta difícil revertir los cambios más adelante. El primer periodo de proliferación y poda tiene lugar durante los primeros años de vida; de modo que durante los años previos a la pubertad, el neurodesarrollo no está tan activo; pero hacia los 10-12 años, con los cambios hormonales de la pubertad se inicia una segunda proliferación, a la que seguirá una segunda poda durante la adolescencia.

Los estudios de neuroimagen que permiten ver los cambios experimentados por el sistema nervioso a lo largo de la vida indican que la adolescencia, y sobre todo el periodo que va de los 14 a los 18 años, es crucial en el neurodesarrollo (Galván, 2017); un momento en el que las circunstancias van a moldear patrones de actividad cerebral que dirigirán el comportamiento y la regulación emocional de los y las adolescentes durante su vida adulta. Desde el punto de vista neurobiológico, la adolescencia es un periodo de gran vulnerabilidad; por tanto, es muy importante prestar atención también a la influencia que la situación actual de confinamiento tiene en el desarrollo psicológico de los y las adolescentes. 

Y en este sentido, no todos/as los/las adolescentes tienen los mismos problemas y las mismas necesidades. Cuando la pubertad da inicio a esa segunda proliferación, esta se realiza sobre los resultados de la proliferación y poda de la primera infancia. Si durante esos primeros años de vida las circunstancias fueron favorables, el cerebro adolescente tendrá más probabilidades de experimentar una proliferación y poda saludables; por el contrario, si las circunstancias fueron desfavorables, bien por adversidades socioeconómicas, bien por maltrato o abandono, la proliferación y poda se producirán en un sistema nervioso dañado (Lanius, Vermetten, & Pain, 2010). Esto explica que quienes han sufrido maltrato, abandono o abuso durante sus primeros años de vida, sufran con frecuencia un empeoramiento de su comportamiento y de su regulación emocional durante la adolescencia; por lo que debemos interpretar sus conductas disruptivas y sus problemas emocionales como la consecuencia de una reactivación de los procesos de proliferación y poda neuronal sobre un terreno que fue dañado por la adversidad y el trauma. 

Por todo ello debemos considerar que, desde el punto de vista neurobiológico, y por tanto psíquico, los y las adolescentes no son todavía adultos ni se les puede pedir que se comporten como tales; porque todavía están desarrollando las capacidades cerebrales que les permitirán mantener un funcionamiento adaptado cuando sean mayores. Así pues, ellos y ellas también necesitan que les ayudemos, entendiendo su vulnerabilidad a la situación actual y proporcionándoles el mismo alivio de la situación de confinamiento que se ha previsto para los niños y niñas. 

Y entre todos los y las adolescentes, quienes necesitan más apoyo para superar las consecuencias del confinamiento son los chicos y chicas que han sufrido un daño en su neurodesarrollo por circunstancias adversas durante la infancia. Para ellos es especialmente difícil desplegar la actividad cerebral que les permitiría regular adecuadamente sus emociones; por lo que les resultará más complicado mantener la situación de confinamiento. Además, el estado de su desarrollo cerebral demanda también que se les proporcione, como se ha hecho con niños y niñas, la posibilidad de salir ocasionalmente bajo supervisión de un adulto y con las medidas de protección que se consideren necesarias, con el fin de que su evolución psíquica y física no sufra menoscabo.

BIBLIOGRAFIA

Andersen, S. L., & Pine, D. S. (2014). The Neurobiology of Childhood (S. L. Andersen & D. S. Pine, eds.). https://doi.org/10.1007/978-3-642-54913-7

Galván, A. (2017). The Neuroscience of Adolescence. In The Neuroscience of Adolescence. https://doi.org/10.1017/9781316106143

Lanius, R. A., Vermetten, E., & Pain, C. (2010). The impact of Early Life Trauma on Health and Disease (R. A. Lanius, E. Vermetten, & C. Pain, eds.). Cambridge: Cambridge University Press, Cambridge, UK.

Lewis, M., & Rudolph, K. D. (2014). Handbook of Developmental Psychopathology: Third Edition. In Handbook of Developmental Psychopathology: Third Edition. https://doi.org/10.1007/978-1-4614-9608-3

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