lunes, 10 de diciembre de 2012

Psicoeducación para familias adoptivas y acogedoras. Desarrollar respuestas consistentes por parte del cuidador: límites y normas y niño traumatizado (IV y final)

Llegamos al final de esta serie de capítulos dedicados al desarrollo de respuestas consistentes por parte del cuidador. Con esta última parte cerramos también el bloque dedicado al apego. El año próximo retomaremos esta psicoeducación y abriremos nuevo bloque, esta vez dedicado a la AUTO-REGULACIÓN, centrándonos en los temas referidos a la identificación de las emociones, la modulación y la expresión de las mismas. Unos temas muy interesantes y necesarios pues una de las consecuencias de los niños que no han tenido experiencias de apego óptimas es el déficit en la auto-regulación de todo el sistema bioconductual.  La semana que viene, con una metáfora preciosa y muy ilustrativa sobre el porqué de la baja autoestima de los niños y jóvenes que tienen dificultades de aprendizaje, cerraremos el año y me cogeré unos días de vacaciones ¡No sin antes desearos lo mejor para estas fiestas y el venidero 2013!

Pero lo primero es lo primero. Hoy nos centramos en el tema que nos toca y os propongo (siguiendo a las autoras Blaustein y Kinniburgh, como venimos basándonos desde que comenzamos esta psicoeducación) reflexionar sobre cómo establecer los límites normativos  en el niño traumatizado, así como las precauciones que debemos tener si usamos las clásicas técnicas de conducta para modificar el comportamiento del niño.

Establecimiento de límites en el niño traumatizado

Dar opciones. Los niños traumatizados a menudo sienten la necesidad de tener el control. Esto ya lo vimos la semana pasada y es muy característico de personas que han vivido traumas. La hipervigilancia, el no obedecer fácilmente, el negarse a hacer ciertas tareas… responden a esta necesidad y no a mala voluntad o disposición por su parte. Hasta que no confíen en el adulto y éste les merezca seguridad, no se irán abriendo. Recuerdo un niño muy dañado emocionalmente por los malos tratos que su padre le infligió durante cuatro largos años. Al principio, cualquier directividad por mi parte era muy mal tolerada e incluso precipitaba una respuesta primero de frustración, después de ira y finalmente de huida/ataque. Cuando pude devolverle lo que estaba detrás de ese comportamiento y comprender esta necesidad, fue paulatinamente permitiendo que yo dirigiera parte de las sesiones de terapia.

Las luchas de poder pueden evitarse facilitándole la elección, dándole un abanico de posibilidades. Por ejemplo, en vez de decir tajantemente: “tienes que hacer los deberes en tu habitación”, se le propone: “puedes hacer tus deberes en tu habitación o en la cocina, ¿dónde prefieres hacerlos?” Esta opción le provee al niño la ilusión de que controla, a la par que el cuidador establece unos límites. En psicoterapia es algo que yo hago siempre: “podemos dibujar, trabajar con el cajón de arena o hablar; ¿qué te viene mejor hoy?”

Es importante como cuidadores saber “leer” o sintonizar con el niño para determinar la razón por la cual éste no quiere obedecer; hay que diferenciar el niño que se siente abrumado por las tareas que tiene que hacer de aquél que no quiere hacerlas o se opone a ello. En ese caso, es necesario conectar con la emoción (“pareces triste/enfadado/nervioso… mientras recoges tu habitación. ¿Pasa alguna cosa con esto?”) o descomponer las tareas largas en pasos cortos u ofrecernos a ayudar al niño o al joven con sus trabajos.

Es importante tener unas reglas mínimas a las que hay que comprometerse (comprometer a toda la familia y al niño) Son las que requieren más firmeza por nuestra parte. Sin embargo, con otras normas debemos ser más flexibles (su forma de vestir, por ejemplo)

Saber elegir el momento. Hay que saber ser oportunos. Cuando el niño traumatizado está con un alto nivel de activación, normalmente no es capaz de poder ejecutar sus funciones cognitivas incluidas la lógica, la solución de problemas, la planificación, la anticipación, demorar la gratificación… Esto hay que tenerlo muy en cuenta. Por ejemplo, con las tareas escolares, auténtico caballo de batalla para muchas familias. Desde los centros escolares cargan a los niños con muchos deberes. Los niños traumatizados no saben manejar la excesiva activación que les supone enfrentarse a los deberes (demasiadas tareas, demasiado tiempo concentrados, miedo a fallar, dificultad en manejar las emociones…) Muchos de ellos terminan estallando y los conflictos con los padres, sobre todo en la adolescencia, son el pan nuestro de cada día. Con estos niños debería llevarse un plan adaptado a sus posibilidades no sólo cognitivas sino emocionales. Sería mucho más apropiado que aprendieran a aprender y con un ritmo que se adecue a su capacidad para tolerar el estrés. Tengo la sensación de que la escuela hoy en día es un reflejo de la feroz competitividad que existe en nuestra sociedad donde nos estamos olvidando del ser.

Cuando el niño está activado, los cuidadores pueden intentar lo siguiente:

Ayudar al niño a tranquilizarse, utilizando sus propias habilidades para calmarse como adulto y así calmar al niño.

Solamente aplicar los límites y la disciplina (cuando el niño se opone, desobedece o no cumple con sus obligaciones porque está activado en exceso) cuando hayamos calmado al niño. Esto es una regla básica. Puede llevar un tiempo que un niño recupere un estado de calma.

Técnicas para modificar conductas y niño traumatizado

Todo tipo de límite normativo puede funcionar como un “disparador” (ya vimos en entradas anteriores dedicadas a la psicoeducación qué significa la palabra “disparador”: es un suceso del presente que actúa como detonante de una respuesta emocional y conductual traumática del pasado) Las tácticas que se suelen usar con los niños no traumatizados como ignorar sus conductas negativas o el tiempo fuera (sacar al niño fuera del contexto que se supone está reforzando las conductas negativas de aquél; expulsarle de clase es un ejemplo típico) pueden ser potentes disparadores de miedos al abandono y al rechazo para los niños traumatizados. Los límites y las consecuencias ante su quebrantamiento pueden disparar miedos al castigo, a la autoridad y sensación de vulnerabilidad. Por lo tanto, si se van a utilizar  es muy importante ser consciente de las posibles reacciones. En mi opinión, soy mucho más partidario (y lo saben los padres que vienen a mi consulta) de tratar de tranquilizar y hablar con el niño, así como de aprender a leer qué hay detrás de las conductas. Peguntarnos qué hay detrás de ese comportamiento: ¿necesidad, emoción, problema, defensa?…) Normalmente, los padres, tan estresados, disparamos primero, preguntamos después. Ya he comentado muchas veces que la mejor consecuencia es la que la propia vida enseña: si no se hace un buen uso de algo no se quita, sino que se guarda hasta que se aprenda a hacerlo (pero lo que se guarda es del niño) Si no se aprueba, hay que trabajar más y limitar el tiempo que se le dedica a las salidas con los amigos (pero no castigar sin salir ningún día), pues la vida nos enseña que para aprobar hay que trabajar más (enseñamos al niño que en un futuro cuando sea mayor, si quiere lograr algo deberá dedicarle más tiempo: es lo natural) Si el joven insulta, agrede, roba… la mejor consecuencia es reparar sus malas acciones y hacer algo positivo por el otro pues le ha causado un daño y así lo corrige, y además hace algo bueno, para que el otro se sienta bien. Si se llega más tarde de la hora prevista, al siguiente día podría proponérsele ayudar a poner la mesa pues todos estuvimos esperándole a comer y debe hacer algo para compensarlo.

Con todo, puede haber circunstancias en las que sea aconsejable el tiempo fuera. Hay niños o adolescentes que pueden entrar en un tipo de comportamientos muy perturbadores para los demás. O que la seguridad del propio niño o joven y la de los otros aconsejen buscar un lugar fuera donde calmarse. Tanto si se usa el tiempo fuera como si decidimos ignorar las conductas negativas del niño (pues prestarles atención se ha comprobado que aumenta su aparición), debemos tener estas precauciones: (1) Dejar claro al niño o al joven que se le ignora o se le lleva a un lugar aparte por la conducta, no por su persona. Nombrar la conducta negativa que ha hecho y no etiquetarle (por ejemplo, “te vas al tiempo fuera por malo”=no / “vas a estar unos minutos en esta sala hasta que te calmes y prometas que vas a dejar de pegarle manotazos a tu compañero”= sí) (2) Debemos dejarle claro al niño o al joven, explícitamente, que nosotros le queremos y que jamás le abandonaremos; lo que no toleramos es esa conducta (3) Si sabemos que el niño era castigado encerrándole en cuartos oscuros, habitaciones muy pequeñas, etc. podemos tener un lugar en la casa o en clase, en el colegio, donde pueda sentarse y estar hasta que se calme. Es como un sitio para recuperar la calma, tranquilizarse y darse cuenta. Hemos de ser conscientes de que algunos niños no podrán usar el espacio para reflexionar y unir causa-efecto, sobre todo los más dañados. Por ello, recomiendo mucha precaución y sobre todo recurrir al tiempo fuera cuando es justificado por razones de seguridad del niño y de los demás. Muchas veces no sabemos, sobre todo con los niños de trauma crónico, (adoptados con siete años, por ejemplo, y que han vivido maltrato continuado) de qué manera se les pudo agredir, castigar... "Las cosas son siempre peor de lo que nos las contaron", suele decir Jorge Barudy. Por eso, seamos prudentes y si el niño tiene una historia traumática muy dura a sus espaldas, evitemos este tipo de medidas o recurramos a ellas en caso de que sea estrictamente necesario y tomando las precauciones que hemos mencionado.

Hasta la semana que viene, os espero para hablar de una metáfora preciosa que explica los problemas de baja autoestima, sobre todo a quienes tienen problemas para estudiar.

Buena semana. Cuidaos /Zaindu. Aste on bat pasa!

4 comentarios:

Beatriz G. Luna dijo...

Me gusta mucho tu entrada, José Luis, y te la agradezco. En los talleres que realizo con padres suelo decirles que detrás de un niño que "se porta mal" (no me gusta la simplificación pero se entiende) hay un niño que se siente mal. Si queremos ayudar a que "se porte bien" (idem) tenemos que ayudarle a sentirse bien -por cierto, cosa que también nos pasa a los adultos, a nuestro nivel-. Y además de empatizar, comprender y guiar, saber distinguir entre lo absoluto y lo relativo, lo negociable y lo que no lo es, lo que no "quiere" hacer y lo que no "puede" hacer y no podemos exigirle porque su madurez no se lo permite. Precisamente en mi última entrada hablaba de por qué muchos niños "no aprenden" de los castigos...

Y no puedo estar más de acuerdo en la obsesión por la competitividad y el nivel que se tiene en el ámbito educativo, por parte de muchos centros y también de muchos padres. Lo más lamentable es que, mientras nos centramos en lo académico, nos dejamos lo más importante de la vida en el camino.

Un abrazo,
Beatriz G. Luna

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

Hola Beatriz: Me alegro que te guste. Ya veo que compartimos el mismo punto de vista. Saber leer al niño a nivel emocional es un tema fundamental que las familias deben aprender. Y desde luego estoy contigo en que muchas veces no es que no quiera sino que no puede.

Voy a leer tu entrada sobre los castigos. He estado tan liado que no he tenido tiempo de acercarme a mirar los blogs de los colegas. Me resulta muy interesante el planteamiento de partida que mencionas respecto a que muchos niños no pueden aprender de los mismos.

Un saludo cordial y muchas gracias por tu comentario.

Anónimo dijo...

Oso oso oso ona!!

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

Eskerrik asko! Euskara poliki poliki ikasten ari naiz. Egun batean blog honetan euskeraz idaztea espero dut, nahiz eta psikologiari buruz zaila izan. Agur bero bat.