lunes, 15 de octubre de 2012

Psicoeducación para familias adoptivas y acogedoras: sintonizar emocionalmente con nuestro niño (II)


Tras el paréntesis de la semana pasada (conviene variar el menú de temas de vez en cuando, aunque éste de la psicoeducación para familias adoptivas y acogedoras os está resultando de interés y utilidad, a tenor del número de visitas que están teniendo estas entradas, muy elevadas. Algo de lo que me alegro. Podéis haceros todo un curso para familias adoptivas mediante toda esta serie de posts que nos esperan a lo largo de este curso. Todo está a libre disposición de quien quiera utilizarlo. Lo único que le pido es que cite la fuente), retomamos el tema de la sintonización emocional con el niño adoptado/acogido.
Decíamos que el trauma desafía a la sintonización y que, en efecto, los niños traumatizados por la violencia o el abandono pueden reaccionar a estímulos del presente (aparentemente normales) que actúan como reviviscencias del pasado pues fueron experiencias que les sobrepasaron emocionalmente al poner en riesgo su seguridad e integridad personales (fueron una amenaza) A estos sucesos les llamamos “disparadores” ("triggers", en inglés) Un “trigger” puede ser una expresión facial que al niño le recuerda a un abusador del pasado; o un determinado olor que le recuerda (aunque no sea consciente del mismo, éste opera en la memoria emocional) el día que, por ejemplo, su padre se suicidó de un disparo en la cabeza. Los “disparadores” o “triggers” pueden ser también el sentir hambre, el miedo o estar demasiado activado; o una combinación de varios. Todo ello puede hacer que el niño se sienta vulnerable. Como veis, los “triggers” le evocan siempre al niño una experiencia del pasado que puede guardar similitudes con la del disparador actual. Reactivan el recuerdo de una situación que fue amenazante, por lo tanto reactivan el trauma. Y si el niño responde de una manera desadaptativa (que nos asusta a nosotros como cuidadores), ello nos puede dar una idea de que lo que el niño vivió tuvo que ser terrible. De hecho, fue (y sigue siendo)  dolorosísimo y sobrecargante para la mente en desarrollo de un menor saber (e incluso presenciar) que tu padre (por ejemplo) se suicidó de un disparo en la cabeza. 

“Disparadores” más comunes para los niños que han experimentado trauma
Uno de los aspectos que más consternan a los adultos es comprobar cómo un estímulo en apariencia normal (incluso inofensivo y hasta bienintencionado) provoca una reacción en el niño desproporcionada, bien en forma de agresión o de desconexión de los otros. Con los niños que han vivido situaciones prolongadas de trauma relacional (abandono y maltrato) hemos de tener muy presente esto y evitar a todas luces pensar que el niño es malo o desobediente. Lo que le ocurre a éste es que el pasado traumático se ha inmiscuido en el presente. Por ejemplo, la responsable de un comedor escolar que anima al niño a comer pescado. El niño (muy avanzado ya por el tiempo que lleva en terapia) le dice que no le gusta el pescado, que lo odia (este niño no sabe por qué le pasa esto, no puede recordar; pero sí sabemos que estuvo en un orfanato donde los castigos físicos eran muy habituales, además de muy crueles. A buen seguro, algo terrible le pasaría en relación con el pescado que su mente emocional recuerda pero su mente episódica no) La responsable insiste, le da argumentos por los cuales es necesario comer de todo, que pruebe sólo un poquito... El niño le vuelve a decir que no, que no puede. Vuelve a insistir y… el chico tira todos los platos de la mesa, los vasos, grita y trata de agredir a la señora, todo muy rápido… Tienen que venir dos o tres personas a sujetar al niño que afortunadamente, se calma bastante rápido (pues está avanzado en terapia y es capaz de recuperar un estado emocional sereno más rápido y situarse en el presente de una manera también más rápida) La responsable del comedor sale asustadísima diciéndose para sí: “Ese niño es un diablo” Comprendo que esté asustada porque cuando los niños reaccionan así verdaderamente nos generan mucho miedo e incomprensión. Su energía es casi telúrica, la propia de quien tuvo que sobrevivir a base de mucho sufrimiento y de soportar muchas emociones dolorosas que se apartaron… Pero lo que nadie le ha dicho a esta señora es qué es el trauma, cómo opera y qué disparadores pueden propiciarlo. El niño tiene sus buenas razones para no comer pescado, aunque no las recuerde. Fue hablar con la responsable del comedor y ya no ha vuelto a ocurrir más. Por cierto, este niño come pescado ahora sin problemas después de haberlo abordado en terapia. Pero lo comió cuando él quiso o se sintió preparado.

Los “triggers”  más comunes en los niños, nos dicen Blaustein y Kinniburgh, son los siguientes:
1 . Impredecibilidad o cambios repentinos.

El día a día de las familias está cargado de imprevistos o situaciones que suponen cambios de planes sencillamente porque no podemos organizarlo todo o porque suceden. Estos cambios repentinos pueden hacer que el niño sienta vulnerabilidad ante lo que va a suceder. No controla. O la rapidez, nerviosismo o cierto remango o determinación con la que ejecutamos los cambios pueden alterar al menor. Por ello, todo lo que podamos prever, mejor. Y las explicaciones que les podamos dar por adelantado sobre lo que va a ocurrir, para que el niño pueda anticipar, harán que aumente su sensación de control y su seguridad. Esto es también muy importante en el ámbito escolar.
2. Sentirse vulnerable.

3. Sentirse rechazado.
Las experiencias de rechazo actuales actúan como potentes disparadores de precisamente emociones (angustia, miedo, sentimientos depresivos...) que el niño vivió durante el periodo de abandono, esto es, reviven una experiencia pasada muy dolorosa que le es muy familiar al niño. Cuando el abandono fue muy prolongado en el tiempo y el niño no tuvo ningún adulto que le estimulara (sólo el techo blanco de un orfanato donde el menor pasó largas horas tumbado sin ver una cara humana donde reflejarse) ni acogiera y contuviera las emociones que se generaban, al final al niño, tras una fase de protesta, lo único que le pudo quedar fue disociarse y quedarse como congelado. O autoestimularse (¡cuántos niños, al llegar de los orfanatos, tuvieron un periodo largo de balanceo autoestimulatorio o de conductas estereotipadas como abrir o cerrar cajones propias de trastornos del espectro autista, pero que luego desaparecen con los cuidados y el contacto social!) Tal era el caso de una niña que tuve hace unos años. Había vivido en un orfanato de muy baja calidad donde el abandono sufrido fue muy severo durante seis largos años. Un auténtico desierto emocional, seis durísimos años para una mente y un ser humano en desarrollo en el periodo más sensible e importante de la vida humana para la constitución y organización cerebral.
 
Cuando esta niña (de diez años, pero parecía funcionar más acorde con una edad de cinco a nivel madurativo) cometió una serie de errores en clase de educación física (colocó mal unos pivotes que iban a utilizar para hacer una carrera), negó los mismos ante el profesor que la interpeló delante de todos los compañeros. Éstos comentaron que era cierto lo que el profesor decía, todos al unísono, diciéndole a la niña que lo había hecho mal, con ciertas risas y burlas. De repente, la niña se quedó sin hablar, con la mirada perdida en el vacío, sin decir nada ante las peguntas del profesor sobre por qué no había colocado los pivotes como él le había indicado. Después, a la salida, la niña, aún desorientada y no situada del todo en el presente, se equivocó de autobús para ir a su casa… Es un ejemplo de un "disparador" del presente relacionado con el abandono que reactiva  respuestas disociativas pero en el extremo de la hipoactivación (el otro extremo es el de la hiperactivación, niños que responden con agresividad, por ejemplo)  Afortunadamente, ha mejorado, y estas reacciones (según se han ido procesando cerebralmente) han desaparecido, y la niña ya ha superado esa fase de congelamiento emocional. Hemos de cuidar mucho estas situaciones escolares, pues lo que puede resultar fácil para un niño, puede que para otro no lo sea.

4. Confrontación
El afear las conductas negativas que estos niños pueden cometer es algo que debe hacerse con precaución. Normalmente, son niños cuya ventana de tolerancia (ya explicamos este concepto en otras entradas, podéis acudir a la etiqueta de “trauma” para una revisión) a las emociones puede sobrepasarse y entrar en una hiperactivación que genera conductas que normalmente transgreden los límites de los demás. Lo que suele hacer el adulto es confrontarles, tanto los padres o familias adoptivas como los profesores: “¿Ves lo que has hecho? ¡¡Cómo se te ocurre tirarle arena al dibujo de tu compañero o de tu hermano. Castigado sin ver la tele, hoy, hombre, que ya me tienes harto!!” - Decimos los adultos, humanamente cansados muchas veces.

Si la confrontación conlleva el enfado lógico (aunque nunca debe ser desproporcionado, hemos de gestionar nuestras emociones, esto es vital con estos niños) en forma de reproche o simplemente de que el niño se “de cuenta” de lo que ha hecho, y no cuidamos la expresión de nuestro rostro, ni el tono de voz, ni nuestros ademanes… podemos precipitar una reacción de descontrol emocional en el niño porque el recuerdo de un castigo físico o un abuso de un adulto del pasado puede aparecer en su mente en forma de emociones que se desatan como una catarata… Os he contado ya lo que a mí me pasó en consulta con un niño que pegó mocos en la pared mientras esperaba en la sala de espera. Yo sólo le dije: “¡Pero qué has hecho!”, con el tono de voz un tanto elevado, pero sin gritar, y lo más seguro con mi cara que reflejaba cierto enfado. Me insultó y se encerró en el baño del cual me costó largo rato sacarle. Ahora ya no me pasa porque sé cómo tengo que actuar para no precipitar estas reacciones.
Hay que cuidar mucho la manera en la que confrontamos a estos niños. La empatía es el camino siempre (lo primero, sintonizar y conectar con su estado emocional, eso es lo más importante; luego ya se impartirá la disciplina) En el caso del menor de mi consulta, debí haberme dirigido a él poniéndome en cuclillas, mirándole a la cara y con suavidad y gesto tranquilo haberle dicho: “Seguro que te aburrías y te sentías nervioso por esperar en la sala. Es normal. He tardado mucho. Y al ponerte nervioso has empezado a tocarte en la nariz. Bueno, perdona por haber tardado. Pero otro día, si ves que tardo mucho, me tocas en la puerta” Y si el niño está calmado (si no, un poco más tarde) se le añade: “Esto no se debe hacer porque mancha. Vamos a limpiarlo juntos, tú lo limpias y yo te acompaño y te ayudo a hacerlo”

5. Otros "disparadores"

Otros "disparadores" son la soledad; una estimulación demasiado excitante en el ambiente (por ejemplo, muchos descontroles de los niños sobrevienen en los comedores escolares, llenos de bullicio por el trajín de servir a tanto niño, los gritos…) e incluso la intimidad (la seguridad y el amor) ¿Por qué? Puede que en el pasado el cuidador primario del niño cambiara bruscamente de estado de mente y pasara de amar y besar al niño con cariño a gritarle y agredirle desproporcionadamente por una tontería… La intimidad puede ser un predictor en estos niños de que cuando algo se torna muy cercano puede sucederse una amenaza o un peligro para la integridad personal y la autoestima. Es por ello por lo que muchas veces las familias no entienden por qué los niños no responden al cariño y el amor. Sí lo pueden llegar a conseguir, pero deben de trabajar una seguridad ganada, como dijimos en otro post, que vaya desconfirmando de su mente las experiencias pasadas. A veces, al principio, con los niños muy dañados, más que apelar al sistema de apego es mejor hacerlo al sistema de colaboración. Ganarnos su colaboración.
La semana próxima seguiremos con este tema y nos centraremos en ofreceros algunas habilidades reflexivas para los cuidadores.

Tenemos nuevo libro interesante a la vista: Primeros auxilios para niños traumatizados, del psiquiatra Andreas Krüger, editado por Desclée de Brouwer dentro de la colección AMAE. Teniendo en cuenta que no existe demasiada literatura en castellano sobre psicotrauma infantil, le damos la bienvenida. Y a buen seguro que nos aporta nuevos conocimientos y herramientas de intervención. Para hojear el índice, haz clic aquí. Pronto lo leeré y os daré mi punto de vista.
Cuidarse/Zaindu, y hasta la semana que viene. Hurrengo aste arte.

12 comentarios:

Anónimo dijo...

NO te puedes imaginar lo bien que nos viene este nuevo post. Hemos tenido un fin de de semana fatal.
Insultos y agresiones por parte de uno de nuestros hijos (13 años).
Son tan mayores ya (15,13 y 11 años) que no puedo evitar pensar en si esta situación será mejorable o si con más adolescencia todo será más grave. La tristeza y la decepción que siento esta mañana no me dejan casi ni respirar....
Cuando vuelve la calma él se comporta como si no hubiera pasado nada. Y entonces hablamos con él y le explicamos porqué no puede tratarnos así: porque le queremos. Que entendemos que haya cosas que le molestan, que puede decírnoslas, pero que no puede hacer ni decir cosas así. Y su respuesta es que le provocamos. Y la actitud de los hermanos es: la del mayor de evitación (mira sin intervenir) y el pequeño le copia ante el más mínimo contratiempo

Anónimo dijo...

Gracias.
Una consulta. ¿Qué hacer cuando se sienten súper bien desconectados a su aire, pero después les cuesta volver? Mi hija disfruta muchísimo cuando fuera de la rutina va a su aire. En mi entorno me dicen que la deje disfrutar, y la verdad es que en ciertos momentos la dejo porqué se la ve feliz. El problema es cuando la dejo demasiado (cuesta valorar el tiempo justo ;) ). En mi entorno me dicen que es normal, que tienen que aprender a regularse, y yo creo que eso es cierto. Pero llega un momento que yo veo los ojos de mi hija perdidos, y me cuesta mucho ayudarle a conectarse otra vez (aunque a veces obedezca a otras personas y, aparentemente, se muestre calmada). Quizás son imaginaciones mías, pero yo le noto la tranquilidad de cuando está realmente conectada otra vez.
Maria

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

Respondiendo al primer mensaje, decirte que no conozco el caso. Los tres en efecto están en una edad complicada y si encima han padecido trauma de niños, este periodo adolescente lo es más. Tendréis que cuidar mucho el modo en el que le confrontáis. Si a pesar de todo el se descontrola fácil y pone fuera lo que es responsabilidad suya (el autocontrol) quizá os tengáis que plantear el tratamiento psicoterapéutico con el fin de que este chico trabaje sus dificultades. Vosotros habéis de gestionar vuestras emociones y saber empalizar y ponerle los límites. Transmitirle que el puede tener sus buenas razones para enfadarse pero las patadas y los insultos no se pueden tolerar porque nunca debemos hacernos daño. Cuando existen problemas como el que me cuentas, yo pediría ayuda profesional y esta debería estar enfocada en el nińo pero también llegar a los padres. Saludos.

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

Contestando al mensaje, decirte que estar en sintonía emocional es necesario cuando esta se requiere. Sintonizar no es estar pegados o frenar la autonomía del niño, ni mucho menos. Si se la ve feliz es bueno dejar que tenga momentos de disfrute y de relación con otros niños, eso es necesario para su desarrollo. Lo bueno es que tu estas ahí y la niña sabe que puede regresar a ti y volver a conectar. Tu le puedes preguntar como lo pasa, como se siente en esos momentos, si hay algún problema, y ayudarla a manejarse. Lo importante es que el cuidador esté disponible y sea sensible a las necesidades del niño, esto le dará seguridad y herramientas para hacerse autónomo y manejarse con los problemas de la vida. Saludos cordiales

Anónimo dijo...

Gracias. No me refería a situaciones en las que está jugando con otros niños, sinó a momentos en que parece que se aísla en su mundo (no me he explicado nada bien). De todas maneras tu reflexión me ayuda.
Maria

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

O soy yo quien no ha entendido, perdona. Pensé que te referías a esa situación de estar con otros niños. La respuesta sería depende. Si la niña reconecta después con facilidad y puedes volver a sintonizar con ella y situarle en la relación contigo, no creo que revista problema. A veces estos niños han utilizado ese mecanismo de evadirse como una defensa o mecanismo adaptativo. Precisamente con el tiempo y las interacciones con las personas, va desapareciendo. La niña que comento en el artículo de hoy se evadía y se quedaba como congelada, y asustaba mucho esta reacción, pero con sintonización adecuada y sin forzar, este mecanismo fue perdiendo su valor. Saludos cordiales, espero haberte ayudado, aunque sin conocer a los niños me resulta dificil.

Anónimo dijo...

Estimado Jose Luis: no sabes cómo nos ayudan tus entradas semanales. En mi caso tengo una gran tristeza estos dias porque mis hijas( 14 y 13 años) están en plena adolescencia y aflorando todos los signos y síntomas de sus traumas anteriores....todos los descritos en los libros y con todas sus manifestaciones. Es duro saber lo que han sufrido mis hijas en sus años anteriores y ver que el cariño sólo no es suficiente. La mayor está en terapia y le va muy bien pero la pequeña se niega, nuestra comunicación es nula y si intento hablar con ella también se niega. Está pidiendo ayuda a voces , con su conducta, pero la rechaza...mI ansiedad y el miedo a las conductas de riesgo de ella me tienen desgastada emocionalmente. Un abrazo..LUCIA.

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

Siento por lo que estas pasando Lucía. Los traumas de los niños es algo que nos sobrecoge. Ya sabes que la adolescencia es una etapa muy complicada y efectivamente muchos adolescentes se hacen mucho más conscientes de su pasado. A pesar de todas las barreras que tu hija te pone, estate incondicionalmente a su lado, aunque te diga no. La incondicionalidad de los padres es lo que a la larga hace que estos chicos salgan adelante. Si estas desgastada emocionalmente igual la ayuda la deberías de recibir tu también. Saludos

Sandra dijo...

Agradezco infinitamente el conocimiento que comparte con nosotros, y como no podía ser menos, me repito respecto de lo que dicen los demas: la ayuda que nos brinda para entender a nuestro hijo es demasiado grande para expresar con palabras.
Nuestro hijo de 6 años fue adoptado con 20 meses, institucionalizado desde su nacimiento. Siempre ha tenido un caracter fuerte, pero es extremadamente frágil y con nosotros ha aprendido a sentirse seguro y querido y, amén de alguna rabieta y rebeldía, es en general bueno, cariñoso, aunque agota y requiere una atención permanente... Pero empezó primaria, en el mismo centro en el que hizo Infantil, y se comporta francamente mal: falta de respeto verbal y fisico con su profesora, molesta constantemente, dice y hace groserías... y hoy fue ya demasiado. Hoy se lo llevaron a la clase de infantil para que vea cómo se comportan los bebés... La nota de la profesora es para echarse a llorar (de hecho, así estoy desde que llegó). Puedo entender la frustración de ella y por supuesto su enfado... pero más temo por la fragilidad de mi hijo y por la incomprensión y por las etiquetas y por el daño que esto a la larga o a la corta esta conducta (y la de su profesora) le producirá. A el, no obstante, le da exactamente igual lo que ha hecho o eso dice y su justificación fue que lo pone de los nervios y que le arrastró de los brazos, pero relató con pelos y señales toda la secuencia de comportamientos inapropiados (llamemosle así para ser educados)... sobre lo de que lo llevaron a Infantil, que ahi estuvo tranquilo pero que lo trataron mal y eso no le gustó. Y que aunque le pidió perdón a su profe, el no la quiere y siente que ella tampoco a él, y que los niños se rieron mucho. A pesar de sus limitaciones con el lenguaje (es casi sordo) se maneja bien y tiene con nosotros una comunicación excelente, nos cuenta todo y nos explica sus sentimientos, es muy inteligente y sensible pero esto ultimo, si no lo conoces, no lo percibes.
Tendremos que hablar con su profesora y no sé como entrarle, porque me parece que no tiene ni idea de lo que tiene entre manos... una bomba que da la casualidad que es mi hijo...
Me quedan muchas cosas en el tintero pero no quiero cargar demasiado esto. Con mi hijo voy hasta el final y me costó mucho regular mis sentimientos y conductas para llegar a tener con el una buena relación (para mi marido fue todo más natural) y hoy me siento muy mal. Me da la sensación de que todo el trabajo que hicimos estos años con terapias psicologas y psicopedagogas y mucho mas y por supuesto con las profesoras que ha tenido hasta ahora, se va por la borda...

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

Hola Sandra: No creo que el trabajo que hayas hecho se vaya por la borda. Lo que tu has construido con tu hijo, me imagino que un vínculo positivo, no se puede echar a perder. Lo que ocurre aquí es que el comportamiento negativo de tu hijo esta circunscrito al ámbito escolar y por lo que me cuentas, a la profesora. Ella es el principal problema porque no sabe gestionar sus propias emociones. No es de recibo que a una profesional un niño le saque de los nervios y no sea capaz de ver que lo primero es calmarse y tratar de pensar en la
mejor manera de establecer una buena relación con el niño y ver como poner límites a los comportamientos de este de manera adecuada. Llevarle a donde los niños de infantil, aparte de ineficaz es humillante para tu hijo. Entiendo que a la profesora le pueda costar, pero deposita toda la responsabilidad y el peso del cambio en el niño sin asumir ella papel alguno en el problema. Por eso es prioritario que hables con ella y le hagas ver que ese no es el camino para ayudar a que tu hijo se comporte bien en el colegio. También podrias sugerir al psicólogo de tu hijo que hablé con la profesora para poder ayudarla a que entienda mejor al niño. Pero desde luego un requisito imprescindible es que se calme y tranquilice porque no se puede pedir autocontrol a los niños sí nosotros no somos modelo de gestión emocional. Saludos cordiales

Sandra dijo...

Muchas gracias... El que se pone de los nervios es mi hijo, no su profesora. Y nos va a resultar bastante dificil encaminar la relación sin poner algo más de nuestra parte... sigo leyendole y aprendiendo...

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

Perdona Sandra pero había entendido que era la profesora la que se ponía de los nervios. Es el chico. Bien, más que nada lo que necesita es que le calmen, que haya algún adulto en su centro escolar que pueda servir de referencia al niño cuando este se comporté negativamente o no se regule. Que le calmen y le contengan adecuadamente. No creo que al niño le ayudé nada ir a infantil. Su percepción es que no le tratan bien. Puede que sea distorsionada pero yo pienso que a los niños que no se regulan hay que intervenir para que sepan que esa persona que les va a ayudar a calmarse, les va a tranquilizar nunca a hacerle daño. Deben se maestros amables pero firmes, lo cual no quiere decir bruscos. Saludos