lunes, 16 de enero de 2012

Más sobre apego desorganizado (II y final)


Esta semana os voy a contar un ejemplo de apego desorganizado que tuve en tratamiento hace ya unos cuantos años, cambiado los datos, características y circunstancias, con el debido anonimato, para garantizar en todo momento la confidencialidad. Creo que la exposición de este caso nos ayudará a comprender mejor lo que la pasada semana expusimos acerca de este subtipo de apego a partir del libro Understanding disorganized attachment.

Roberto es un niño de 5 años que acude a mi consulta derivado por los servicios sociales provinciales. Lleva en acogimiento residencial dos meses a causa de una medida de protección adoptada por dichos servicios.

Es un niño risueño y menudito que entra y prácticamente se acerca a los juegos sin apenas interactuar con el terapeuta. Se observa gran tensión muscular en las manos y brazos y juego no dirigido a fines y sin perseverar en el mismo. Cuando algo no le sale como él quiere, lo tira todo y observa al terapeuta para ver qué reacción muestra éste. Si mueves la mano cerca de su cuerpo o cara para darle algo, hace un gesto rápido tapándose la misma con las manos, como si intuyera que le vas a pegar. Cambia de actividad, como decimos, constantemente, y se tira por el suelo rodando de vez en cuando y gritando. Sus juegos favoritos son de lucha: golpea los muñecos con fuerza sin prácticamente juego simbólico. Impresiona como un niño que aún mantiene un juego propio de la etapa sensorio-motriz. Lo que sabe que no está permitido en la sala de terapia, lo hace con una intención de comprobar la respuesta del terapeuta, parece un comportamiento desafiante o de puesta a prueba. Hay una clara dificultad regulatoria de sus emociones y su conducta, primero reacciona pero después queda como bloqueado a la expectativa de qué hará el adulto con él.

Manifiesta un retraso acusado en el lenguaje y en la psicomotricidad gruesa (en coordinación) A nivel de relación con los compañeros, dado que no ha adquirido habilidades autorregulatorias, tampoco sabe regularse interpersonalmente: sus interacciones con los compañeros son para quitarles sus cosas y pegarles directamente si no acceden a dárselas y para romper cualquier juego que puedan hacer y plantear las cosas a su conveniencia: quitar el balón, tirar las construcciones de otros… Necesita una atención constante y en cuanto el profesor desaparece, el niño comienza a hacer ruidos, molestar a un compañero, pegarle, quitarle cosas… No puede permanecer solo sin regularse bioconductualmente.

A pesar de su corta edad y teniendo en cuenta el comportamiento tan perturbador que muestra, el pediatra ha decidido administrarle un suave tranquilizante que tampoco consigue demasiada mejora.

El niño es cariñoso y risueño, le gusta pintar y reconoce que hace mal pero no sabe qué le pasa.

Si acudimos a su breve pero intensa y dura historia, entenderemos el porqué de estos comportamientos tan desregulados, que buscan la alienación del adulto, con respuestas agresivas, buscando provocar y hacer daño a los demás (mordió a un niño con verdadera rabia y le causo una herida importante), tan contradictorias (a veces se comporta bien, otras veces provoca y espera la respuesta, se tapa las manos con la cara, otras se queda como paralizado…), con retraso en el lenguaje y la motricidad y sin una capacidad de permanecer al nivel que le corresponde (sólo parece haber estabilizado las funciones sensorio-motrices), siendo su edad madurativa más propia de un niño de 18 meses. Todo esto sugiere manifestaciones de apego desorganizado que se está organizando en base a volverse punitivo con los demás. Y también sugiere, por supuesto, un gran sufrimiento en este niño.

Los padres de Roberto están separados y la convivencia fue, desde el principio, muy violenta en casa, con gritos, insultos y amenazas entre los progenitores, llegando a lanzarse objetos en varias ocasiones. El padre, antes de separarse, abandonaba la casa durante horas o días para cortar los enfrentamientos con su mujer o para desahogarse. La madre quedaba a solas con el niño, ambos muy juntos y pegado siempre físicamente a ella. Cuando el niño quería gatear o moverse, en muchas ocasiones la madre le impedía ese desplazamiento. Se dedicaba a hablarle a su hijo diciéndole que su padre era un monstruo que les quería matar y hacer daño y que los dos tenían que atacarle cuando viniera. Por otro lado, el niño siempre muy tenso e inquieto por el ambiente hostil que sintió desde el nacimiento (su sistema emocional y de regulación psicofisiológico hormonal se alteró desde que prácticamente pone el pie en este mundo), lloraba mucho, era difícil de calmar y se mostraba hostil con ella. Dado que la madre interpretaba todas estas conductas como provocaciones y rechazo a su persona, le violentaba más al niño: le sacudía, le gritaba, le amenazaba y en ocasiones, le pegaba. Posteriormente, su madre, llorando, le pedía perdón de rodillas.

De los factores expuestos la pasada semana (ver post titulado “Más sobre el apego desorganizado”) en cuanto a parentalidad de riesgo, se observan los siguientes: La madre presentaba un trauma no resuelto (se habían burlado de ella en el colegio duramente debido a una minusvalía física que padecía y siempre interpretaba que todo el mundo la consideraba inferior, incapaz, lisiada… Además, en casa, sus padres le maltrataban y le hacían ver que si se metían con ella sería por algo.  Le hacían trabajar en las labores del hogar y si no cumplía, la insultaban y humillaban. Nunca hubo palabras de cariño ni de reconocimiento) Ambos padres aterrorizaron al niño con sus comportamientos violentos y en particular, la madre, metiéndole miedo al niño con que el padre es un monstruo en vez de calmarle y aliviarle el estrés, se lo acentuaba. La madre ha tenido comportamientos desorganizados, desorientados y agresivos con el niño. El padre (aunque no maltrataba directamente al niño aunque sí indirectamente en sus enfrentamientos con la madre) abandona al niño y le deja al cuidado de una mujer que se encuentra en un estado de desequilibrio mental. En la historia de este padre, su propio padre abandonó el hogar cuando su madre cayó en un problema de alcoholismo (trauma no resuelto en el padre también) Y finalmente, hay una variable mediadora (la función reflexiva del cuidador) que ha estado alterada: la madre interpreta los comportamientos resistentes del niño como un ataque y un rechazo a ella (le mentaliza así) en vez de ser verlos como producto de la situación familiar maltratante para su hijo.

El caso, no obstante, tuvo una evolución bastante satisfactoria. La madre se sometió a tratamiento por un trastorno de personalidad y pudo tener visitas supervisadas y el padre también siguió tratamiento. El niño estuvo varios años en un centro de acogida y dada la buena evolución del padre, pasado un tiempo,  éste pudo recuperar la tutela. La madre debido a su trastorno y a su historia no resuelta, fue valorada con incapacidad parental severa y crónica pero sí pudo tener un comportamiento bastante ajustado en las visitas.

Al hilo de este caso y de otros de apego desorganizado, en muchos de ellos, si el niño presenta un daño severo (como Roberto), necesita de un entorno educativo contenedor y afectivo para poder evolucionar positivamente. Una psicoterapia sin una contención externa y un acompañamiento educativo puede resultar incluso perjudicial porque es como un traje que el niño tiene puesto para sobrevivir en ese entorno. Se piensa que la psicoterapia es ese remedio mágico en la fantasía que todo lo solucionará y no es así. La psicoterapia requiere de complemento contextual firme y cariñoso y sin él no suele haber resultados en los casos graves.

Espero que este caso os haya ayudado a situaros en el apego desorganizado y sus manifestaciones. La semana que viene volvemos con nuevos temas.

15 comentarios:

Unknown dijo...

Si te parece bien lo comparto.. me parece una entrada muy interesante. Gracias por tu esfuerzo y por tu dedicación . Un abrazo
Rosa

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

Encantado de que lo compartas, Rosa. Todo lo que en este blog se escribe esta a libre disposición de las personas interesadas. Solo se pide citar la fuente. Un saludo cordial.

Jaione dijo...

Hola José Luis,
En primer lugar, agradecerte y felicitarte por tu magnífico blog y tu libro. Como futura madre adoptiva de una niña de 8 años y como profesora, me resulta muy útil toda la información que publicas.
La entrada de hoy me ha parecido especialmente interesante y quisiera pedirte, a ser posible, que ampliaras un poco más la parte final, relativa a la intervención educativa y, sobre todo, a la contención externa.
Gracias de nuevo por tu trabajo. ¡Un saludo!

Mei dijo...

Hola, José Luis...Estoy casi al final de tu libro...y me está sirviendo muchísimo para situarme en la educación e mi hijo...Me parece imprescindible para los futuros padres y madres adoptivos...A veces parece que me hablas tan directamente...es increíble!!
Me está ayudando y afianzando en que lo que estoy haciendo va bien encaminado, y espero que a futuras madres adoptantes les sirva .Me ha encantado el episodio en el que defines las virtudes de nuestros hijos, sus cosas maravillosas, sus bondades!!...Un abrazo
Mei

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

Hola Jaione: Me satisface que este blog te resulte de interés así como práctico. Respecto a lo que me comentas de ampliar la parte de la intervención educativa y la contención, hay otros muchos post que abordan esos aspectos pero, no obstante, volveremos sobre ello y lo trataremos.

Gracias y un saludo muy cordial

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

Hola Mei: Si la lectura del libro te está afianzando en tu camino, me alegro mucho pues eso significa que estás trabajando para hacer resiliente a tu hijo. Sobre las virtudes de los niños, lo hice con plena conciencia porque siempre parece que nos centramos más en lo que les falta que en las virtudes que atesoran. Yo he descubierto en ellos cualidades que para sí ya querrían muchos adultos. Gracias por todo, un abrazo!

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

Hola Alexia: Has escrito una entrada con un comentario porque -es curioso, me ha pasado otras veces- veo el comentario en el móvil pero no en el PC. No sé porqué será, quizá alguien que sepa informática nos lo puede decir.

Solamente decirte Alexia que tengas calma y paciencia, tu hijo -creo que eres consciente de que es así- dada su fragilidad por no haber vivido la experiencia de cuidados continuos, es más fragil. Por eso le cuesta separarse de ti. Necesita vivir primero contigo una experiencia prolongada de dependencia (de la buena) para luego comenzar a separarse. Creo que esta fase de la separación la alargará más que otros niños pero, probablemente, la necesita. Tú poquito a poco podrás ir proporcionándole experiencias de transición a la separación.

Un abrazo y encantado de verte por aquí,

José Luis

Beatriz dijo...

Hola José Luis:

Me ha encantado la entrada, resulta muy clarificadora de toda la teoría que nos has ido relatando sobre el apego desorganizado.

¿Has utilizado ya la "pulsera del cariño" con algún niño?

Un abrazo,
Beatriz

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

Hola Bea: que bien que te guste y que te haya parecido clarificadora. Con esa intención la he hecho! Respecto a la pulsera del cariño, aun no la he hecho con los Ninos pues estamos en otras cosas pero lo haré (me encanto y esta entre mis técnicas para trabajar), sin duda. Gracias y un abrazo,

Mei dijo...

Jose Luis...Espero que no te importe, si así fuera...la quito de inmediato...He puesto en mi blog un trocito de texto de tu libro y la foto que tienes en este blog...para que se te conozca...¿Te importa, lo de la foto?...

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

Hola Mei: En absoluto, gracias por difundirlo. Tan solo pido que se cite la procedencia (y tú ya lo haces) La foto la tengo ahí para eso, para que me vean la cara. Un abrazo

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

Hola Mei: Se me olvidaba un detalle muy importante: el libro está escrito por mí y por mi compañero Óscar Pérez-Muga y todo lo escrito es resultado del esfuerzo y colaboración común. Por ello sólo te pido que en tu entrada pongas mi nombre y el de mi compañero (Óscar Pérez-Muga)también psicólogo, haciendo alusión a ambos como autores del libro y de la frase que has recogido que a mí personalmente, me encanta.

Gracias, un abrazo

José Luis

Mei dijo...

Hecho!!! Disculpa...como contacto contigo en este blog...no caí...Es cierto!!! y la foto, he puesto la de la portada del libro...más equitativa...un abrazo y gracias...por todo.

Unknown dijo...

Habia leido varios libros sobre el apego adulto y yo siempre me veía "rara" (con una mezcla de apego seguro-ansioso-evitativo) tras leer esto, me siento identificada completamente. Aunque mi situación de vida me parece digna de estudio ya que me han criado 3 mujeres una con cada estilo de apego distinto... pero ahora, no sé a mis 34 años, quién sabe lo suficiente de este tema como para poderme ayudar, porque durante toda mi vida aprendí a autoanalizarme, autoregularme e interpretar a los demás a un nivel de percepción muy elevado y ahora no encuentro a gente que, aunque suene raro, "esté por encima de mí". Me parecen muchos terapeutas muy básicos... es normal?

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

Hola, es muy importante que con el terapeuta se pueda construir, entre ambos, una sólida relación de confianza y seguridad. Esta es la base para que pueda después avanzar en el tratamiento. Los terapeutas saben, están formados (es bueno cerciorarse de que estén avalados por alguna asociación de psicoterapia, pues eso certifica que se han formado, recibido supervisión y práctica supervisada) Hay algunos terapeutas con más habilidades interpersonales y emocionales que otros. Está claro que no somos dioses. Tenemos nuestras limitaciones. Muchas veces se deposita en nosotros tareas que no están en nuestras manos. Parece que has avanzado mucho por ti mismo. Si encuentras ese terapeuta real con el que aún puedas avanzar más sería una oportunidad para ti de mejorar aún más. Todos necesitamos a un otro para hacernos. Gracias por participar. Saludos.