jueves, 13 de mayo de 2010

La exigencia hacia el/la niño/a victima de abandono y malos tratos

Hoy me quiero referir a la exigencia que (padres, profesores, educadores…) como expectativa de conducta, mantienen sobre los/as niños/as que han vivido experiencias de vida en las que, especialmente en los 3 primeros años, se vio comprometida su seguridad personal porque padecieron abandono, malos tratos y/o abusos…

Hablamos de un grupo de menores heterogéneo en el que es un riesgo generalizar. Cada niño/a es un mundo, con una dotación genética particular y unas experiencias de vida concretas interiorizadas. Lo que pretendo mostrar en estas líneas son evidencias, basadas en mi práctica profesional, con los/as niños/as que acuden a evaluación y tratamiento psicológico a mi consulta y con antecedentes de malos tratos. Ahora bien, son evidencias desde la muestra de población con la que yo he trabajado:


(1) Cuanto más dura es la experiencia del maltrato, en general mayor afectación puede observarse en el menor en las distintas áreas, pero especialmente en el lenguaje, la cognición y la emoción. Esta última es la más dificil de tratar porque afecta al organismo entero. "La emoción es la regulación y la regulación es la emoción", nos dice Siegel

(2) Si la experiencia es prolongada, por ejemplo, hasta los 7 u 8 años, también la afectación tiende a ser más severa.

(3) Si la experiencia afectó al niño/a en edades claves para el neurodesarrollo (el cual se produce dentro de una relación de apego que es la que da el fundamento al niño/a y la base para que se produzca dicho desarrollo), entre los 0 y los 3 años, entonces las consecuencias a nivel cognitivo, emocional y del lenguaje tienden a ser severas también.

(4) Si el/la niño/a sufrió ya maltrato prenatal (la madre consumió drogas durante el embarazo o desnutrición, por ejemplo), el daño es grave. Y si además después se le suma un ambiente de carencias o malos tratos, aumenta la severidad. Estos/as niños/as manifiestan retrasos en el desarrollo cognitivo, emocional, en el lenguaje...
Como veis estos cuatro puntos no son mutuamente exluyentes.

Todo esto tendemos a olvidarlo fácilmente, bien porque nos asusta (lo negamos, minimizamos…) o bien por desconocimiento. Es por ello por lo que (algunos) padres y profesionales pretenden que estos/as niños/as alcancen el mismo nivel de desarrollo que los demás, un deseo comprensible pero una realidad que, muchas veces, no está al alcance de (todos) los menores. Para ello, lo que suelen hacer es aumentar la exigencia: “Si le pido hasta aquí (suben la mano a una altura elevada) llegará hasta este punto (ponen la mano cerca de la otra) Pero si le pido hasta aquí (bajan la primera mano) llegará hasta este otro punto (ponen la otra mano más abajo)” Con el debido respeto, esta no es la cuestión. Porque exigir tanto y hasta un punto donde el/la niño/a no puede llegar, le somete a un modelo de frustración permanente. Porque el/la niño/a quiere pero no puede por sus condicionantes de vida. En cambio, si se mantienen expectativas realistas y se le exige hasta donde realmente puede, entonces el/la niño/a comprobará que la satisfacción es generalizada. Se sentirá contento de haber podido alcanzar la expectativa que sabe que le hace feliz y colma de alegría a sus padres.

Educar a los/as niños/as que han sufrido abandono y malos tratos en su infancia desde nuestro modelo educativo de referencia es equivocado. Existen valores que sí que son útiles para transmitir a los niños/as, claro. Pero otras referencias que para nosotros sirvieron para estos niños/as no sirven. Debemos educarles desde las necesidades que ellos tienen. Nuestras referencias son más útiles cuando hablamos de niños/as con apego seguro (tienen los cimientos de la casa construidos) Cuando hablamos de niños/as con alta probabilidad de padecer apego inseguro (la casa tiene unos cimientos poco sólidos), el/la niño/a necesita que se le sujete, apoye y sostenga, no que se le critique y exija desproporcionadamente.

Y es que la exigencia para que algún día llegue al punto de los demás, además de injusta y poco realista, tiene dos consecuencias negativas: (1) Nos olvidamos de elogiar, felicitar y alegrarnos por los logros que el/la niño/a consigue (2) Nos impide una definición positiva del menor: puede que no alcance el nivel de los demás o lo haga más tarde pero tiene unas cualidades que otros menores no tienen porque demostró desde bien niño/a ser capaz de sobrevivir y resistir en un entorno de malos tratos. Y eso hace que los/as niños/as desarrollen cualidades positivas, sí, que a veces no vemos y no valoramos porque la máscara de la exigencia nos las impide ver. La mejor demostración de lo que valen nos la han dado con la valentía de enfrentarse a su historia.

Una vez una auxiliar de educación especial que estaba al cargo de un niño duramente maltratado en un colegio para ayudar a regularle y controlar su conducta, me dio una de las lecciones más bonitas: “Mucho critican a estos niños, que si no estudian, no atienden, molestan, se pelean, echan la culpa de sus errores a otros… pero ya me gustaría a mí ver cómo estarían y qué harían muchas personas mayores si hubieran padecido lo que él ha sufrido”

La exigencia pues, acorde con las posibilidades del niño/a. El adulto ha de hacer siempre una reflexión sobre si eligió la actividad, tarea… de acuerdo a lo que el niño/a puede.

No quiero olvidar que los niños/as nos sorprenden siempre y que consiguen logros. El cerebro muestra su plasticidad a lo largo de toda la vida. Hay que trabajar y tener paciencia, valorando cada logro por pequeño que sea. Siempre se puede mejorar, por muy duro que haya sido lo vivido.

11 comentarios:

cxestal dijo...

Estoy totalmente de acuerdo contigo Jose Luis, soy un colega que trabajo con menores en un Centro de Acogimiento Residencial, y creo que es necesario ajustar nuestras expectativas con respecto a lo que queremos conseguir con el menor, ayudarle a elaborar su historia personal y prepararle para el futuro, con un nivel de exigencia adaptado a sus posibilidades en función del daño sufrido, me parece muy adecuado el insistir en las cualidades positivas de estos niños, para tener una perspectiva realista y adaptada a sus necesidades con lo que lograremos ayudarlos en su desarrollo. Muchas felicidades por tu blog. Carlos

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

Hola, Carlos: Encantado de saludarte y de que te hayas pasado por aquí. Me alegra que compartas mi punto de vista. Me siento apoyado, ya que muchas veces tengo la sensación de predicar en el desierto. La pelea diaria en muchas ocasiones está con los padres de acogida, educadores y otros profesionales que mantienen unas exigencias desproporcionadas que lejos de ayudar agravan el problema del niño.

Es muy estimulante que existan profesionales que como tú son capaces de leer positivamente al niño y ayudarles en su desarrollo.

Gracias por pasarte y por enriquecedor aporte.

Un cordial saludo,

José Luis

Anónimo dijo...

Mi hija es adoptada y este tema es muy complejo. Primero asumir tu misma que debes de vigilar tus expectativas y el nivel de exigencia sobre la niña. Y luego ... el colegio, donde las presión que se ejerce sobre los niños es muy fuerte.¡Cómo me gustaría que la tutora de mi hija leyera tu entrada¡ Me dice: tu hija es muy inteligente y puede por eso le exijo. Que es inteligente ya lo se pero...

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

Hola, estoy de acuerdo contigo. Nosotros mismos somos los que debemos auto-observarnos y vigilar nuestras exigencias sobre los niños. Y el colegio, como tú muy bien dices, cuya presión es fuerte. Aquí tenemos trabajo y tarea para hacerles comprender qué les pasa a los niños. El "pero..." que dices al final es muy elocuente. Gracias por pasarte y por tu interesante comentario.

José Luis

LUISA dijo...

Hola José Luis,

Es cierto que a los niños se les exige mucho, demasiado, y a los que tienen un pasado complicado aún más.

Todos quieren que lleguen al mismo nivel que los demás en un tiempo limitado sin pensar en las consecuencias.

Se tiene muy poca paciencia hoy en día no solo con los niños pero especialmente con ellos.

Hay que pensar que estos niños con ese pasado de abandono y/o malos tratos necesitan mucho más que los demás, sobre todo mucha paciencia y comprensión y no exigirles más de lo que pueden dar en ese momento.

Creo que tienen toda la vida para recuperar el tiempo perdido y lo más importante es que se recupere esa confianza, ese apego que ha sido mal logrado al inicio de sus pequeñas vidas, poniendole metas accesibles para ellos para que vayan sintiendose cada día más seguros de sí mismos, sin miedo a fracasar. Eso les hará avanzar en la buena dirección.

Como ya sabes no soy experta en el tema, pero las vivencias y la sensibilidad y capacidad de comprensión de cada uno puede lograr milagros con los niños, sobre todo cuando se tienen muchas ganas y no se bajan NUNCA los brazos.

Un abrazo y hasta pronto.
http://adoptaextremadura.blogspot.com/

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

Hola, Alexia: No serás experta en el tema, pero tus palabras destilan mucha sabiduría y sentido. Para mí, captas y sientes lo que estos niños necesitan. Se siente que sabes sentir lo que es transmitir un apego seguro. Y eso es lo verdaderamente necesario con estos niños, no saber un montón de teorías.

Gracias a ti, y un abrazo igualmente.

José Luis Gonzalo

Anónimo dijo...

Hola,

acabo de descubrir tu blog a través de internet y lo encuentro de interés. Me interesa el mundo de la infancia y la paternidad consciente. He empezado leyendo tus entradas sobre resilencia (un tema apasionante) pero voy a repasar todo el blog.

Saludos, Yolanda Ávila.
http://hablemosdelainfancia.blogspot.com/

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

Hola, Yolanda: Me encanta que te guste el blog, yo, por mi parte, visitare el tuyo. Saludos cordiales.

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

Hola, Yolanda: Me encanta que te guste el blog, yo, por mi parte, visitare el tuyo. Saludos cordiales.

BERNA ISKANDAR dijo...

La violencia y el maltrato hacia los niños no sólo se observa en los golpes, gritos y humillaciones. Hay violencia, abandono y abuso en la falta de conexión, mirada, contención, acompañamiento, en la carencia y falta de calidad de vínculos, de acompañamiento, en la no respuesta inmediata y la descalificación de las necesidades legítimas de un niño o niña, en no reconocer ni respetar el libre desarrollo de su personalidad y otras formas de trato vinculadas a los modos autoritarios de crianza... Estas son expresiones menos aceptadas o visibles pero bastante frecuentes de abuso y violencia. A mi entender lo que está pasando con estos "adolescentes violentos", se resume en la siguiente frase de la autora argentina, Laura Gutman: “El desamparo de los niños pequeños se hace socialmente visible, unos años después, en la edad de la adolescencia". Claro, cuando el niño adquiere tamaño y autonomía se manifiesta visiblemente frente a la sociedad desde la violencia sobre la cual se desarrolló durante la niñez. Yo no estoy tan de acuerdo con lo de que en otras generaciones las reacciones violentas por parte de jóvenes no se veían. Tal vez se expresaban a partir de modas o costumbres diferentes (desarrollo de adicciones socialmente toleradas, enfermedades, golpear a las parejas, peleas callejeras con los pares, actos vandálicos, delinquir, unirse a parejas violentas...) En todo caso, si algo ha agravado todo el panorama de los jóvenes hoy, es el hecho de que el mundo laboral se está tragando cada vez más a los padres en mayor detrimento de la crianza.

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

Estoy completamente de acuerdo con su comentario, Berna, un cordial saludo, Jose Luis