lunes, 22 de febrero de 2016

¿Puede influir el tipo de experiencia traumática vivida durante la infancia en el desarrollo posterior de un menor?, por María Verónica Jimeno Jiménez



Diez meses, diez firmas.


Profesional invitada en el mes de febrero de 2016:


María Verónica Jimeno Jiménez

Este mes de febrero sé que esperabais a María José Cantero, Profesora Titular del Departamento de Psicología Evolutiva y Educación en la Universidad de Valencia. De nuevo vamos a postponer su participación en el blog, en esta ocasión no por problemas de agenda (de hecho, estaba/está deseosa de escribir para nosotros/as) sino de salud. Nada grave, tranquilos/as. La decisión la ha tomado servidor de ustedes quien le ha dicho que para escribir aquí (ella ya iba lanzada a cumplir con su promesa) siempre hay tiempo, pero ojos sólo tiene dos y en este momento debe de cuidarlos porque el trabajo y el estrés no le sientan nada bien. Le deseamos una pronta recuperación. Por ello, hemos vuelto a modificar los planes previstos y adelantamos la participación de María Verónica Jimeno Jiménez. Acaba de obtener un resultado brillante en la puesta de largo de su tesis doctoral y desde el blog considero necesario darla a conocer. Sabéis que en las páginas de este blog valoramos la investigación porque muchas veces refrenda nuestro trabajo y en otras nos sorprende con nuevas e insospechadas conclusiones. María Verónica aúna experiencia profesional e investigación científica, lo cual le da aún mayor sentido y coherencia a su magnífico trabajo.  Ella se ha tomado la laboriosa tarea de resumirnos los aspectos y conclusiones principales de su investigación que versa sobre un tema que nos genera sumo interés: ¿Puede influir el tipo de experiencia traumática vivida durante la infancia en el desarrollo posterior de un menor? Atención que en esta investigación hay sorprendentes y útiles conclusiones. Los responsables de los servicios sociales deberían de tomar nota. Muchísimas gracias a María Verónica Jimeno Jiménez por participar y compartir su ardua y excelente experiencia profesional y tesis con nosotros/as. Os dejo con ella.


María Verónica Jimeno Jiménez. Doctora en Psicología por la Universidad de Castilla La Mancha. Licenciada en Pedagogía por la Universidad de Valencia y experta en mediación familiar por la Universidad de Castilla la Mancha. Trabaja desde hace diez años en el ámbito de la protección con menores y adolescentes que han sufrido situaciones de riesgo, negligencia y/o maltrato temprano y que están institucionalizados en Hogares Tutelados en situación de protección. Colabora a nivel nacional e internacional en diversas publicaciones vinculadas al  ámbito del maltrato y abandono infantil.

En ocasiones, tal vez más de las que creemos, los niños y niñas sufren experiencias traumáticas durante su corta infancia que influyen de formas muy variadas en su desarrollo posterior. Como profesional e investigadora en este campo he tenido que conocer muchas historias de malos tratos en pequeños y adolescentes que sin duda se han quedado grabadas en mi memoria emocional. Niños y niñas que en la actualidad viven en Hogares Tutelados como medida de protección, ya que por diferentes motivos tuvieron que ser apartados de su entorno familiar, donde en general, sus cuidadores primarios no eran capaces de satisfacer las necesidades básicas de estos menores, debido a diferentes factores y circunstancias que vulneran su capacidad como padres provocando un ambiente familiar patogénico. Sería fundamental contar con los recursos necesarios para poder trabajar con estos menores en su entorno familiar y poder así, en muchos casos, evitar emprender medidas de protección fuera del mismo. Dentro de estas medidas, sería deseable el acogimiento familiar, sobre todo para aquellos menores de seis años.

Las diferentes y numerosas investigaciones llevadas a cabo han demostrado que el maltrato que se infiere en los primeros cinco años de vida, puede ser especialmente dañino, debido a la vulnerabilidad de estos pequeños y al hecho de que los primeros años de vida se caracterizan por un crecimiento neurobiológico y psicológico más rápido que en los años siguientes (Siegel, 1995). Se ha demostrado como las consecuencias del maltrato afectan a todos los ámbitos del desarrollo tanto afectivo social como neurobiológico provocando problemas a nivel emocional, cognitivo, interpersonal y comportamental.

Con el paso de los años, he ido acumulando experiencias profesionales en el marco del acogimiento residencial en hogares tutelados como medida de protección  con menores que han sufrido experiencias traumáticas de diferente naturaleza y gravedad. He sido testigo en primera persona de como las experiencias traumáticas vividas durante la infancia afectan  de  modo diferente a cada víctima dependiendo de diferentes factores relacionados con el propio menor y con su entorno, por ello es fundamental detectar a tiempo una situación de riesgo, ayudar a restablecer el equilibrio roto mediante las actuaciones adecuadas antes de que sea tarde, o evitar que un niño o una niña sufra durante un período de tiempo tan prolongado que le produzca un daño físico o emocional irreparable, así como analizar las diferencias en el desarrollo a pesar de haber sufrido similares historias de maltrato.

Por todo ello centré mi investigación en  menores acogidos en hogares tutelados en situación de protección, los cuales han vivido durante su infancia experiencias traumáticas que han influido en su posterior desarrollo. Diferentes estudios han demostrado que el clima social familiar juega un papel fundamental en el desarrollo de vinculaciones afectivas y en la adaptación personal y social de los adolescentes. Según la investigación de Pichardo, Fernández de Haro y Amezcua, (2002), los adolescentes cuyo clima familiar es percibido como elevado en cohesión, expresividad, organización y afecto, así como niveles bajos en conflicto, evidencian una mayor adaptación general que sus iguales cuyas percepciones sobre la familia van en la línea inversa. Un inadecuado contexto familiar influye en el desarrollo posterior de los menores. Fonagy (2004) hablaba de la importancia de la relación del menor con la madre en el desarrollo de una vinculación afectiva positiva, la creación de esta vinculación afectiva positiva e intensa, influirá directamente en el desarrollo posterior del menor. El desarrollo de un vínculo seguro refleja una experiencia de interacción positiva y adaptada a las necesidades del niño/a, mientras que el desarrollo de un vínculo inseguro nos alerta sobre la posibilidad de alteraciones relacionales que están afectando negativamente al menor (Cantero y Cerezo, 2001).

En concreto, en mi tesis doctoral titulada “Experiencias traumáticas en la infancia y su influencia sobre el desarrollo afectivo social y la memoria autobiográfica en menores institucionalizados. Comparación con un grupo control”  he tratado de conocer las diferencias en el vínculo de apego desarrollado  con la madre, el nivel de adaptación personal y social, los niveles de depresión y la capacidad de acceso a recuerdos autobiográficos entre menores institucionalizados y un grupo de menores que vivía con sus familias biológicas. Los resultados señalan, a nivel general, que los menores  de los hogares tutelados que habían vivido experiencias traumáticas  durante su infancia comparados con un grupo de menores que no habían sufrido experiencia traumática alguna, percibían a sus madres como menos afectuosas durante su infancia y se percibían a ellos mismos como más inseguros hacia ellas en la actualidad. A nivel de adaptación personal y social los menores maltratados eran más inadaptados a nivel familiar, emocional y percibían una peor calidad de vida relacionada con la salud. Estos menores mostraron un mayor estado de ánimo depresivo y mayor dificultad en la memoria de trabajo y en la capacidad de acceso a recuerdos autobiográficos. Por lo que podemos resumir que el hecho de haber sufrido una experiencia traumática durante la infancia puede incidir en el desarrollo afectivo-social posterior, en la memoria de trabajo y en la capacidad para acceder a recuerdos específicos de tipo autobiográfico. Estos resultados coinciden con los obtenidos por Main (1995) donde se sugirió que el diseño u organización de las relaciones de apego durante la infancia se asocia con los procesos característicos de la regulación emocional, las relaciones sociales y el acceso a la memoria autobiográfica.

En segundo lugar, me planteé como objetivo analizar las características del grupo de adolescentes institucionalizados atendiendo a la naturaleza de la experiencia traumática vivida que provocó la medida de protección y  estudiar la relación entre las distintas variables consideradas. En líneas generales, los menores institucionalizados que habían percibido a sus madres como más afectuosas y menos controladoras durante su infancia fueron los que más seguros se percibían hacia ellas en la actualidad. Se observó que un pequeño porcentaje de los adolescentes informaron de un vínculo óptimo con la madre durante la convivencia en la familia. Por tanto, según la percepción y el relato retrospectivo del menor existía una adecuada vinculación afectiva con la madre con anterioridad a la medida de protección. Esto nos debería ayudar a plantearnos si en estos casos la medida de protección era necesaria y la única posibilidad, tal vez hubiese sido necesario plantearse una intervención en el núcleo familiar para intentar evitar el acogimiento residencial.

Otro resultado interesante que se obtuvo fue que los menores que más tiempo habían vivido con sus familias biológicas antes de entrar al hogar tutelado eran los que mostraban mayor capacidad resiliente. Recientemente se han empezado a estudiar los procesos de resiliencia en adolescentes con medidas residenciales  teniendo en cuenta que no todos los niños son afectados del mismo modo por las experiencias de maltrato infantil, pues éstas dependen de la edad y del período de desarrollo que vive el/la niño/a, así como a los contextos y formas de maltrato que recibía (Daining y DePanfilis, 2007; Drapeau et al., 2007). Llama la atención este resultado, ya que estamos hablando de contextos familiares desestructurados, con grandes conflictos internos y con falta de cohesión, pero tal vez deberíamos pensar que son contextos donde los menores tienen que aprender a desenvolverse y a resolver ciertos conflictos sin una figura de apoyo. En muchas ocasiones estos menores tienen que hacerse cargo de hermanos más pequeños o de ciertas responsabilidades que no son las adecuadas a su edad, desarrollando así capacidades resilientes que les ayuden a salir adelante.

A modo de conclusión y dando respuesta a la pregunta ¿puede influir el tipo de experiencia traumática vivida durante la infancia en el desarrollo posterior de un menor? quiero destacar que el hecho de haber sufrido un tipo de maltrato u otro no influye en la adaptación personal y social, memoria de trabajo y memoria autobiográfica de estos menores. Por lo tanto, incidimos en  el hecho de que es el haber sufrido experiencias traumáticas durante la infancia y no el tipo concreto de experiencia traumática vivida, lo que afecta al desarrollo posterior de estos menores. Ha quedado reflejada la importancia de establecer vínculos afectivos positivos para un adecuado desarrollo afectivo y social, memoria de trabajo y memoria autobiográfica.

Los resultados obtenidos en la tesis doctoral proporcionan información útil y valiosa no solo en el campo de investigación de las posibles consecuencias del maltrato infantil sino también en el campo de los servicios sociales, de los profesionales que trabajan con estos menores y con sus familias biológicas, ayudándoles a prevenir situaciones de maltrato y a reducir el daño provocado por el mismo. En este sentido, esta investigación puede ayudar a concienciar a la sociedad sobre la necesidad de detectar a tiempo los casos de maltrato infantil así como destacar la importante labor que puede realizarse en los hogares tutelados donde se debe  satisfacer las necesidades básicas de los menores y realizar  una labor educativa y psicológica fundamental sobre estos. Sería interesante elaborar programas educativos y terapéuticos que reforzasen y ayudasen a restablecer los vínculos afectivos de los menores que han sufrido maltrato, para garantizarles un desarrollo posterior óptimo.
Desde la administración debe promoverse un acogimiento residencial de mejor calidad, con mejores programaciones y actuaciones profesionales; un acogimiento residencial muy centrado en las necesidades de los niños y niñas que por él pasan, que deben constituir la preocupación central de todos los que en él tienen algún protagonismo y alguna responsabilidad.
Me gustaría terminar este artículo agradeciendo a mis directores de tesis: Dña. Mª José Cantero López profesora titular del Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universitat de València y a D. José Miguel Latorre Postigo profesor titular del Departamento de Psicología de la Universidad de Castilla La Mancha, sin los cuales esta investigación no hubiese sido posible. Gracias por vuestro interés, apoyo, asesoramiento y sensibilidad.

1 comentario:

http://sentiaasecal.asecal.org/ dijo...

Muchas gracias por la entrada y el tema abordado ya que se conoce muy poco sobre la situación(desarrollo, necesidades especiales, etc) de los menores en contextos residenciales, los más abandonados dentro del sistema de protección.
Las conclusiones que vuelcas en la entrada resultan muy interesantes para todos los profesionales que trabajamos en este ámbito.
Desde mi opinión los menores que se encuentran en centros solo tienen la voz de los profesionales para gritar por ellos y que no caigan en el olvido, y muchas veces nos olvidamos de hacerlo.
Enhorabuena y haz difusión de tu tesis.