lunes, 23 de abril de 2012

Contribuciones de la teoría del trauma a la psicoterapia y la educación. Utilidad y relevancia


La entrada de hoy está más dirigida a los profesionales (psiquiatras, psicoterapeutas, psicólogos, pedagogos…) que trabajan con niños y adolescentes que han sufrido experiencias de malos tratos y que pueden padecer estrés postraumático o un trauma denominado complejo. Son niños que acumulan múltiples “t” (traumas con la "t" pequeña, se llaman, aunque no por ello menos dañinos e impactantes. Con esta denominación se pone de relieve que el niño o el adolescente han padecido uno o varios sucesos traumáticos -de manera prolongada- que han puesto en riesgo su seguridad personal en cuanto a la atención a sus necesidades, carencia afectiva, abandono emocional, relaciones interpersonales caóticas o desorganizadas…) Aunque también han podido sufrir lo que se conoce como trauma con la “T” (con la "T" mayúscula), esto es, haber padecido situaciones en las que se ha visto amenazada o en riesgo su seguridad personal (ataques violentos, agresiones, violencia intrafamiliar…) Ambos son igual de devastadores pero los “t” han podido ser crónicos y no puntuales y afectar también al vínculo y la seguridad de base que proporciona el apego.

Voy a hacer un resumen de las principales contribuciones que diferentes autores (todos ellos primeros espadas en el ámbito del trauma) hacen y su relevancia, con el fin de que puedan ser tenidos en cuenta en el trabajo educativo o psicoterapéutico con los niños y adolescentes. Es necesario nutrirse de estas aportaciones teóricas si queremos conocer cómo afecta el trauma a la mente humana y a las relaciones interpersonales.

Van der Hart (2008) es quien plantea el concepto de trauma crónico al que nos hemos referido en el primer párrafo. Es de gran utilidad pues se alude -a saber-  a un tipo de trauma denominado también complejo  que se produce en los menores cuando han estado sometidos a situaciones prolongadas de malos tratos, abusos sexuales o abandono severos. No es lo mismo que el concepto de trauma simple, en el cual una situación puntual afectó, en mayor o menor medida, a una persona.

Este autor aporta el concepto de disociación estructural, el mecanismo adaptativo más frecuente, para sobrevivir en contextos familiares negligentes y abusivos prolongados. Cuando se produce la disociación estructural, el niño o el adolescente pueden funcionar con una parte aparentemente normal (funcionar cotidianamente como si nada ocurriera) pero, en determinadas ocasiones y bajo unas concretas condiciones ambientales (en unos ambientes físicos, con unas personas concretas, ante determinados estímulos auditivos o visuales…) responder de acuerdo a patrones relacionales traumáticos vividos: reaccionar con inusitada agresividad; o romper a llorar; o manifestar conductas regresivas; o reaccionar depresivamente; o reaccionar de manera hiperactiva. El niño no ha desarrollado (al nivel que es esperable a su edad y estadio evolutivo) una personalidad cohesiva e integrada. Esto es precisamente el mayor daño que el trauma produce (y en lo que coinciden prácticamente todos los autores): un defecto en la integración de la personalidad.

Esta forma de funcionamiento es propia de los menores que han sufrido trauma y que actúan en un momento dado bajo el mecanismo denominado disociación. Aunque su manifestación puede considerarse normal como defensa (calmante del dolor) ante contenidos que sobrepasan la mente humana y ésta por lo tanto, se distancia de los procesos de atención y memoria para no contactar con dichos contenidos, si se excede en frecuencia e intensidad puede ser patológica y alcanzar el rango de trastorno.

Las aportaciones de Van der Hart las consideramos útiles en nuestra práctica profesional porque ofrecen criterios para determinar si los malos tratos han causado daño a nivel de psicotrauma, con lo cual permite plantear cuál es la medida de tratamiento más adecuada para el menor.

Otro autor fundamental en la psicología del trauma en el cual debemos basar nuestra praxis es Van der Kolk (1987) quien en sus estudios sobre memoria establece las bases sobre la estrecha relación entre el trauma y la memoria y cómo ésta se ve afectada. Diferencia entre memoria de los hechos o explícita, que son los elementos verbales, los recuerdos de los hechos traumáticos padecidos. Son los recuerdos accesibles verbalmente. Y memoria implícita, que es la memoria de los aspectos no verbales de la experiencia: la memoria más emocional, sensorial y corporal. Por ejemplo, el olor a café; en, pongamos por caso, una cocina puede reactivar a una persona automáticamente la sensación de que está en peligro porque cuando sufrió los abusos sexuales olía fuertemente a café.

Los recuerdos implícitos se definen mejor como estados mnémicos somáticos y afectivos, que no vienen acompañados de una sensación interna de que se está recordando algo del pasado. La memoria implícita puede activarse por estímulos internos o externos que recuerdan al trauma, pero sin tener la sensación de que se está recordando. Los recuerdos implícitos contienen información obtenida a partir del procesamiento perceptual de nivel inferior, más amplio de la escena traumática y de la respuesta corporal de la persona misma (Ogden, 2009) Por ejemplo, una reacción de un niño cuando su profesor en clase le grita y aquél le insulta porque el grito dispara una respuesta gobernada por la memoria implícita: cuando al niño le gritaban en su casa normalmente solían, además, golpearle brutalmente. Por lo tanto, el cerebro recuerda y activa una respuesta almacenada en la memoria implícita.
Las aportaciones de Van der Kolk son claves para cualquier tratamiento, intervención o actuación educativa, familiar y social. Primero, para ofrecer al menor la mejor alternativa de protección para su recuperación; segundo, para proporcionarle los recursos de tratamiento psicológico y psiquiátrico que tengan en cuenta la perspectiva de la afectación de la memoria y la necesidad de trabajar la integración de los recuerdos traumáticos para ir reduciendo las respuestas desadaptativas (por ejemplo en base a un enfoque psicoterapéutico basado en el apego y en el abordaje EMDR); tercero, para la comprensión, por parte de educadores y profesores de las causas del comportamiento negativo del menor. Un trabajo psicoeducativo con toda la red que rodea al menor es por lo tanto, necesario.

Otro autor que destaca por sus estudios en cuanto al trauma es mi admirado Jorge Barudy (2004), experto neuropsiquiatra. Para él, los malos tratos son procesos altamente traumáticos porque son agresiones:

Crónicas y repetitivas

Producidas por adultos significativos (padre, madre, abuelos, profesores) con diferentes grados de incompetencias parentales.

Causan dolor y estrés que por su intensidad y duración agotan los recursos naturales para calmar los dolores y el estrés y se interiorizan como memorias implícitas traumáticas.

Por su contenido son difícilmente elaborables.

Ocurren en el contexto de otros acontecimientos y circunstancias negativas, disfunción familiar, violencia conyugal, pobreza etc.

Este experto ha destacado las nefastas consecuencias de los procesos traumáticos sobre el cerebro, poniendo énfasis en la importancia del cariño y el afecto sobre todo en los primeros años de vida, cuando se están configurando las sinapsis (las conexiones neuronales), pues los buenos tratos generan mentes/cerebros sanamente desarrollados. Barudy pone de relieve la trascendencia de las intervenciones tempranas, pues cuanto antes se le provea al niño maltratado de un contexto familiar o social rico en afecto y con límites contenedores, con más probabilidades se producirá su recuperación.
Finalmente, queremos exponer el punto de vista de nuestro también admirado Siegel (2007) que realiza una magnífica síntesis entre apego y trauma, cuando se refiere a las pérdidas no resueltas. Nos referimos en este momento  a menores que por diversas circunstancias, han sufrido varias separaciones en su corta existencia (separación de la familia biológica; cese de acogimientos familiares; pérdidas significativas de adultos; o una combinación de varias) Niños y adolescentes que padecen un alto sufrimiento con los que hay que intervenir y trabajar para ayudarles en el procesamiento de estas pérdidas no resueltas, tremendamente desorganizadoras para la mente en desarrollo (Siegel, 2007) Por lo tanto, las consideraciones de este autor son importantes en el trabajo con estos menores, sobre todo adolescentes con historias de pérdidas, larga institucionalización… y con los que tengamos que trabajar en algún momento:

La pérdida puede impactar, durante la primera infancia, profundamente sobre la mente en desarrollo.

El grado del impacto está relacionado con que las necesidades de apego del niño puedan satisfacerse. (Por ej. Niños que han vivido continuas separaciones o desvinculaciones con figuras de apego)

Estos efectos de un “trauma no resuelto” (Siegel, 2007) pueden ser poderosamente desorganizantes y pueden permanecer ocultos al conocimiento consciente.

Estas continuas pérdidas de figuras de apego (niños de centros de acogida con muchos cambios de cuidadores; o las separaciones de figuras de apego en momentos clave) no resueltas dejan a la persona con una profunda sensación de incoherencia en la conciencia auto-noética (es decir, sentimiento de ser yo, de mi identidad, del self a lo largo de las experiencias), la cual da sentido al pasado, organiza el presente y programa el futuro. Por eso son niños con una conciencia tan difusa de sí mismos a lo largo del tiempo.

El trabajo está en integrar estas experiencias sobrecargantes en una psicoterapia y en un programa de apoyo psicoeducativo de larga duración, de tal manera que pueda procesarse el trauma. Puedo constatar que los programas de acompañamiento psicosociales intensos y continuados pueden dar buenos resultados si se dan al menos contextos sostenedores básicos para los menores.

El sistema límbico (el área del cerebro responsable de las emociones y las respuestas traumáticas), afirma Siegel (2007), muestra su plasticidad a lo largo de toda la vida, por lo que un tratamiento siempre merece la pena, aunque el niño está gravemente dañado. Aunque debe contar, para hacer el tratamiento, con al menos un adulto que pueda acompañarle y contenerle en el proceso.

Bueno, pues esto es todo por hoy. La semana que viene vuelvo con todos vosotros y vosotras, y esta vez con una entrada dedicada, de nuevo, a todos y todas los padres, madres y familias acogedores/as y adoptivos/as. Ya sabéis que vosotros/as sois la prioridad en cuanto a los temas pero tampoco quiero olvidarme de los profesionales que siguen este blog y a los cuales quiero ofrecerles también, de vez en cuando, algunas entradas con información que pueda serles útil en su trabajo diario.



REFERENCIAS

Me he basado en las siguientes referencias para elaborar este documento:

BARUDY, J. (2204) Los procesos traumáticos. Documento-presentación no publicada. Barcelona.

OGDEN, P.; MINTON, K.; PAIN, C. El trauma y el cuerpo. Bilbao: Desclée de Brouwer.

STEELE, K., NIJENHUIS, E. y VAN DER HART, O. (2008) El yo atormentado: la disociación estructural y el tratamiento de la traumatización crónica. Bilbao: Desclée de Brouwer.

SIEGEL, D. (2007) La mente en desarrollo: cómo interactúan las relaciones y el cerebro para modelar nuestro ser. Bilbao: Desclée de Brouwer.

VAN DER KOLK, B.A. (1987) Psychological trauma. Washington, DC: American Psychiatric Association

8 comentarios:

Anónimo dijo...

estupendo post, como siempre!. Me dedico al ámbito de la protección de menores y sigo tu blog desde hace mucho.Siempre quito algo interesante de tus artículos. un saludo y esperemos que no te canses nunca de escribirlos.

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

Muchas gracias, me encanta saber que los post son de ayuda. y de momento no me canso, otra cosa es que me quede sin ideas o me empiece a repetir. En ese caso me lo decís :))

Un cordial saludo,

José Luis

Elena dijo...

Gracias Jose Luis, aunque no sea profesional de la psicología, creo que a los padres adoptivos también nos viene bien y valoramos los conocimientos que nos expones. Un abrazo.

Elena

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

Gracias, cuando escribo mas para los profesionales trato no obstante de usar un lenguaje accesible para que las familias puedan entender. Espero lograrlo, ya ne diréis. De todos modos, la siguiente semana vuelvo con temas para vosotros. Un abrazo

Anónimo dijo...

Desde que encontré por casualidad en una librería vuestro libro Todo niño viene con un pan bajo el brazo he entendido todo lo que le pasaba a mi hijo adoptivo, las reacciones y el comportamiento que ha tenido durante su adolescencia (lo adopté en México con 6 años y medio y ahora acaba de cumplir 18. Estono quita para que todavía en muchos momentos me sienta "perdida". ¿Cómo podría conocer a psicólogos especialistas en estos niños en Sevilla y provincia? Las dos experiencias que hemos tenido han sido un fracaso total.

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

Muchas gracias por tus palabras, me alegra
Mucho que nuestro libro te haya servido para comprender a tu hijo. Sobre lo que me preguntas, no conozco a ningún profesional en tu zona. Lo único que se me ocurre para ayudarte es que les preguntes a los de la Voz de los Adoptados: www.lavozdelosadoptados.es (Es una Asociacion) Un cordial saludo.

alex dijo...

Hola José Luís, somos una familia de acogida monoparental padre-hijo.Vivimos juntos desde sus 10 años a sus trece actuales. Ha sufrido continua perdida de figuras de apego y tiene un trauma no resuelto. Actualmente hace terapia una hora semanal. Mi gran objetivo, crear vínculo. Tu blog me fortalece.

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

Hola, Alex: Me alegra saber que te planteas ese objetivo. Eso es lo único (el vínculo seguro) que puede sanar a los niños. Un saludo cordial y gracias por tus palabras. José Luis