lunes, 27 de noviembre de 2017

"Apego, necesidad biológica", por Cristina Cortés Viniegra, psicóloga y psicoterapeuta.

Diez meses, diez firmas III

Profesional invitada en el mes de noviembre 2017: 

Cristina Cortés Viniegra

Título del artículo: "Apego, necesidad biológica"


Portada del libro publicado por Cristina Cortés.
Alcanza ya la tercera edición.

Conocí a Cristina Cortés hace seis años, en San Sebastián. Fue en la formación de nivel I de EMDR (Para saber qué es la terapia EMDR, haz click aquí) donde ella era, en ese curso, facilitadora. A partir de entonces  seguí las supervisiones y formaciones EMDR para la obtención del certificado en Clínico EMDR, entre otros/as, con Cristina Cortés, quien me ha enseñado y acompañado en este proceso formativo en el cual he aprendido mucho con ella. Sus cursos de EMDR niños y adolescentes son de gran calidad y un privilegio poder asistir a los mismos. Pero, además, a Cristina Cortés le conocemos por su gran labor como psicóloga-psicoterapeuta en el Centro Vitaliza de Iruña-Pamplona. Aquí es donde despliega, con los niños/as y sus familias, sus conocimientos y experticia para contribuir a restaurar la salud emocional de aquellos. Recientemente ha publicado un magnífico libro titulado: "Mírame, siénteme. Estrategias para la reparación del apego en niños mediante EMDR" (¡prologado por el mismísimo Stephen Porges!), el cual fue presentado en su ciudad natal (Iruña) el pasado mes de marzo de 2017, y a donde acudí gustoso para participar en el acto de presentación del mismo, invitado por la propia Cristina. Aquel día -o más adelante, no recuerdo bien- le propuse escribir un post para Buenos tratos y... ¡aquí la tenemos! Aceptó gustosamente, de manera espontánea y sin pensar. Nos regala un post que versa sobre esa extrema necesidad que tenemos los mamíferos de apegarnos a un cuidador, y cómo la biología nos prepara para ello. Por eso apegarse es un imperativo biológico, y sobre el particular nos habla hoy una excelente persona y profesional como Cristina Cortés. Muchas gracias, Cristina, de corazón, por formar parte del elenco de profesionales que han participado como firmas invitadas en el blog Buenos tratos.


Cristina Cortés Viniegra. Psicoterapeuta infantil especializada en trauma y apego. Codirectora del centro de psicología Vitaliza, en Pamplona y formadora de EMDR niños y adolescentes.


El apego es un necesidad biológica que garantiza el desarrollo adecuado del recién nacido, del bebé y del niño a lo largo de su proceso madurativo. Nuestra inmadurez biológica y sobre todo neuronal nos obliga a ser terriblemente dependientes del entorno y de las atenciones de nuestros cuidadores.

Con la aparición de los mamíferos cambia la forma de nacer y de alimentarse en la primera etapa postnatal. Los mamíferos son todos dependientes de su madre para alimentarse y regularse y en el caso de los mamíferos humanos esta premisa es mayor al nacer, con un cerebro inmaduro que se va a desarrollar fuera del útero. El volumen del cerebro de un recién nacido no supone más del 25% del volumen que tendrá en la edad adulta. En los chimpancés, sin embargo, alcanza un 45%, y este porcentaje aún es mayor en el resto de los mamíferos. 

Esta inmadurez nos hace aún más dependientes del primer hábitat que es el cuerpo de la madre. Según Sarah Blafeer, para especies como los primates la madre es el medio. Todas las acciones que realiza el bebé, y las que no realiza, tienen sentido desde la adaptación a su primer hábitat para el que viene preparado biológicamente, y este no es otro que el cuerpo de su madre. 

Desde la concepción, el cuerpo y el cerebro de la madre se van preparando para el parto y para que se produzca el enamoramiento con su hijo tras el nacimiento.

La evolución y la biología se encargan de propiciar las condiciones ideales para garantizar que el recién nacido cuente con el entorno y los cuidados adecuados para su desarrollo físico emocional y la madre es la clave para ese desarrollo neuronal adecuado.

Desde el inicio de la gestación, y en especial en los últimos meses, se ponen en marcha las hormonas que promueven la vinculación y el apego. Entre las hormonas que orquestan la vinculación se encuentran la oxitocina y las catecolaminas. Ambas alcanzan su pico más alto nada más nacer. La oxitocina, la hormona del amor, facilita el trabajo del parto y propicia el contacto, el vinculo. También será segregada durante la lactancia. En los humanos, la oxitocina favorece la mirada hacia la zona ocular de las caras humanas y aumenta la confianza y la habilidad para inferir las emociones de los demás. Facilita la danza afectiva entre la madre y el bebé, entre el bebé y la madre. Por otro lado las catecolaminas, las hormonas del estrés, generan la suficiente activación para que el recién nacido explore el cuerpo de su madre, se interese por ella. Han activado el bulbo olfatorio al pasar por el canal del parto y así pueden reconocer el olor del liquido que segrega la aureola del pezón mamario, el mismo olor que el del liquido amniótico de la placenta, su entorno hasta hace unos segundos.

Sobre el cuerpo de su madre, el recién nacido se encuentra con señales conocidas, el olor de su anterior vida uterina, el mismo ritmo cardiaco al que ha estado expuesto y las voces conocidas, con la misma cadencia que le llegaban filtradas. Todo ello genera una experiencia de continuidad entre el entorno uterino y el exterior. Por lo tanto como nacemos es crucial y también lo es, como son las horas inmediatas al nacimiento. Todo esto va a influir sobre nuestro desarrollo emocional, social, sobre nuestro futuro.

El contacto piel con piel es el mejor ambiente, que un recién nacido puede encontrar. Es el que más favorece la estimulación afectiva sensorial y regulatoria para nuestro desarrollo. Al nacer, el cerebro tiene dos necesidades sensoriales criticas: el olfato y el tacto. Ambas conectan directamente con la amigdala y mediante el contacto piel con piel quedan garantizadas.

Además, piel con piel mejora la integridad del sueño. En el adulto el sueño está muy ligado a los procesos de memoria, sin embargo en el bebé, el sueño es fundamental en su neurodesarrollo, en el cableado neuronal que se produce en las etapas más tempranas.

La separación materna es un gran estresor que incrementa el cortisol, la hormona del estrés y desorganiza el desarrollo de las nuevas vías neurales en desarrollo.

El bebé como organismo en plena evolución y crecimiento necesita de una temperatura, nutrición y protección adecuadas. Todas estas necesidades se cubre en contacto piel con piel con su madre. En contacto corporal con la madre.

Todas las crías mamíferas responden con un comportamiento idéntico y pre-programado, llamado "respuesta de protesta o respuesta de angustia" ante la separación materna (Alberts, 1994). Lo peor que puede ocurrirle a cualquier cría mamífera, es la separación de su madre, la separación de su hábitat natural. Cuando ese cachorro mamífero recupera su hábitat normal, el cuerpo de su madre, se produce un rápido incremento de la temperatura y del ritmo cardíaco. Se regula a niveles homeostáticos equilibrados.

Las mismas llamadas de angustia se encuentran en los bebés humanos en las cunas; estos bebés lloran hasta diez veces más que los bebés que están piel con piel con su madre (Michelson et al, 1996). 

El desarrollo que tiene lugar en el período prenatal y los cinco primeros años de vida sientan las bases de la salud física y psicológica y cimentan las relaciones de apego (Shonkoff et al., 2012).

Los mamíferos cuando nacemos no somos capaces de cuidar de nosotros mismos. Junto con la evolución fisiológica, también evolucionaron nuestras señales sociales, la expresividad facial, el llanto, las vocalizaciones, los movimientos de succión, etc. Todas ellas forman parte de las estrategias de la regulación del apego. ( Porges, 2017). La sonrisa refleja busca encandilar a la madre y que no nos suelte.

Desde que los reptiles evolucionaron hasta mamíferos, la regulación neural del corazón y los pulmones cambió, llegando a ser regulados por un área del cerebro que también controla los músculos faciales, el nervio vago.

Curiosamente los nervios que regulan el corazón, los pulmones y el sistema digestivo, están relacionados con los nervios que regulan la musculatura estriada de la cara y la cabeza, es decir con la musculatura que permite la modulación afectiva gestual, vocal, en las conductas de apego. Todos ellos están comprometidos en la regulación del afecto, en la regulación de la activación fisiológica ante los estresores . Hacen posible la regulación de la respiración abdominal y del corazón que nos encontramos en la inmovilización sin miedo del bebé en el regazo materno. Esta experiencia es el resultado del sentimiento corporal de confianza de que todas sus necesidades biológicas y básicas son satisfechas en el cuerpo de la madre. Y además la madre participa, coparticipa en la una danza expresiva gestual, de miradas y risas, generando un disfrute compartido por ambos que enriquece esa danza, esa entonación afectiva que se produce entre ambos.

Podemos considerar que el vínculo de apego tiene varios elementos claves; es una relación emocional perdurable con una persona especifica, a la vez que produce seguridad, sosiego, consuelo, agrado y placer. La pérdida o amenaza de pérdida, de la persona evoca una intensa angustia (Perry, 1999).

Son varias las aproximaciones que subrayan la importancia de la dimensión corporal y no-verbal en el desarrollo afectivo y relacional del niño. Las necesidades de apego son, antes que nada, necesidades basadas en el cuerpo (Krueger, 2002).

Todo ello implica una dependencia basada en la confianza en un otro competente que provee el entorno, cuidado y atención. La meta inicial de este bebé y niño en desarrollo es que el cuidador cubra todas sus necesidades. Esto genera una percepción interna instintiva de seguridad, esta sensación básica, forma parte del concepto de neurocepción, que nos hace ser capaces de distinguir qué personas o situaciones son seguras o amenazantes antes de tener conciencia de ello, porque es una respuesta corporal aprendida en etapas muy tempranas. Dicha percepción de seguridad se desarrolla con un apego seguro, que conforme crecemos va generando un sentimiento interno de seguridad, que no depende de la proximidad física de otra persona y cuya meta final es sentirnos seguros para poder explorar el entorno y aprender.

Esas experiencias de seguridad transmitidas por las primeras conductas de apego recibidas son irradiadas, inicialmente, fundamentalmente por la madre. Una madre suficientemente sensible que mentaliza y cubre las necesidades del bebé, ya que en los primeros meses de vida, especialmente durante el período de la lactancia, el entorno es casi sinónimo de madre. Las madres sólo podrán estar disponible física y emocionalmente ante esas demandas tan exigentes si su entorno familiar y afectivo les acompaña. En estos primeros meses, la aportación del padre cumple la función de favorecer el entorno. El padre ayuda a la madre, favoreciendo ese entorno del recién nacido, esa diada madre-lactante. Aporta a su compañera sentimientos de seguridad, energía y de amor que la madre transmite al lactante, (Winnicott). El sistema se alimenta y sustenta.

BIBLIOGRAFÍA

Alberts, J. Learning as adaptation of the infant. Acta Paediatr Suppl 1994; 397:77-85.

Bergman, N. 2005, 6ª Jornadas internacionales sobre lactancia, Paris.

Cortes, C., 2017. Mírame, siénteme: estrategias para la reparación del apego en niños mediante EMDR. Bilbao:  Desclée de Brouwer.

Krueger, D., 2002. Integrating Body Self and Psychological Self: Creating a New Story in Psychoanalysis and Psychotherapy. New York: Brunner Routledge.

UNICEF. The State of the World's Children 1990. Oxford, England: Oxford University Press, 1990.

Porges, S. 2017, La teoría polivagal

Winnicott, D . ( 1958) La capacidad para estar a solas

Winnicott, D. (1960) La teoría de la relación paterna filial 

Winnicott, D . ( 1963) De la dependencia a la independencia en el desarrollo del individuo (1963).

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