lunes, 7 de septiembre de 2015

Fobia al apego y a la pérdida del apego en menores acogidos/adoptados

Hay historias de vida que como persona primero y psicoterapeuta infantil después, se te quedan, indeleblemente, grabadas en la memoria emocional. Conforme van pasando los años y acumulas experiencias de relación interpersonal en el contexto profesional de un tratamiento psicológico, son muchas las personas, adultas, y sobre todo, niños y adolescentes las que han llegado a formar parte de tu vida profesional. Niños y adolescentes con los que te relacionas semanalmente, durante una hora. Les acompañas, en el duro camino psicoterapéutico, a veces, durante años. Tratas lo primero, de establecer una relación terapéutica segura, en la cual pueda sentir que es posible explorar su mundo interno precisamente con la seguridad que tú les proporcionas. Tratas de desarrollar recursos psicológicos para que puedan hacerle frente a los problemas y manejarlos de otro modo. Trabajas con los padres -o referentes- y otros profesionales -como los tutores escolares- para favorecer unas relaciones y un contexto que fomente su estabilidad emocional, desarrollo y relaciones de cuidado (cariño y contención) Compartes con el niño y adolescente  la superación de sus dificultades, sus logros, la transformación que va experimentando… Transmites seguridad, serenidad y confianza en los momentos de crisis, así como cuando hay regresiones en su proceso personal. En base a una combinación de afecto, límite, delicadeza, empatía, seguridad y uso de técnicas adecuadas a los problemas que presente, siempre dentro de una relación profesional que fomente el apego y la adherencia terapéuticas, junto con un contexto suficientemente propicio (al menos un adulto que satisfaga las necesidades del menor y le proteja, esto es im-pres-cin-di-ble), se consigue la superación de los problemas o al menos, la mejoría de los mismos.

¿Pero qué ocurre cuando nos encontramos con menores cuya capacidad para poder hacer un apego terapéutico está comprometida? No recuerdo todos los nombres y apellidos de los menores de edad que han pasado durante estos veintiún años por mi consulta y por el colegio en el que trabajé. Pero tengo grabado a fuego determinados nombres y caras de personas menores de edad que, por diversos factores, no fue posible conseguir un apego terapéutico. Me acuerdo de ellos a menudo, con tristeza, porque sé que las vidas de algunos han terminado por sumirles en la adversidad más doliente, y a veces han terminado en tragedia.

¿Qué menores son los que tienen enormes dificultades para hacer un proceso terapéutico y comprometerse en una relación de este tipo? Son los que por su traumática biografía presentan lo que Van der Hart y otros denominan fobia al apego.

Pueden presentar fobia al apego los menores de edad que presentan antecedentes de trauma temprano (entre los 0 y los 3 años) con afectación al desarrollo y víctimas de una relación con adultos que ha lesionado el vínculo. Van der Kolk lo denomina trastorno por trauma en el desarrollo, categoría que finalmente no fue incluida en la quinta revisión del DSM (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, Asociación Americana de Psiquiatría) Son aquéllos menores traumatizados por la violencia, el abandono severo, la negligencia… que han dependido de una persona o personas adultas que se han constituido en figura de apego (que, a veces, puede relacionarse adecuadamente con el niño, incluso hasta mantener interacciones amistosas y cariñosas) y, a la par, y sobre todo, en figura de la que hay que defenderse debido a los niveles tan extremos de violencia física y psicológica que manifiestan hacia el menor. Probablemente, presentarán un trastorno por trauma en el desarrollo que se caracteriza por:

Desregulación fisiológica y emocional

Desregulación atencional y conductual

Desregulación en las relaciones

Duración de la perturbación (al menos 6 meses)

Discapacidad funcional: el trastorno causa estrés clínicamente significativo o incapacita en, al menos, dos de estas áreas de funcionamiento: escolar, familiar, salud, legal, profesional (jóvenes) y grupo de iguales.

Si la medida de protección se demora y el niño permanece en ese contexto tan abusivo hasta los tres años (o más), más posibilidades de manifestar vulnerabilidad a padecer fobia al apego.

Si ese niño, pongamos por caso, ingresa en un centro de menores donde la movilidad laboral es alta (esto, afortunadamente, hoy en día, al menos en mi provincia, sucede con menor frecuencia) y los educadores de referencia cambian en un corto periodo de tiempo, el niño que –conviene aclararlo- ya venía dañado a nivel del apego y necesita la permanencia de una figura adulta en su vida para poder eliminar el sistema defensivo y poder activar el sistema del apego sin temor, reforzará el aprendizaje temprano de la fobia al apego y entonces, la medida de protección, no resultará terapéutica. La fobia al apego en consecuencia, se grabará a fuego en su mente. 

¿Qué es la fobia al apego? Aprender a nivel inconsciente -e incluso consciente- que dar curso a las necesidades de apego es peligroso. ¿Por qué? Porque los demás terminan por abandonar. 

Lo mismo puede ocurrir con otras figuras adultas que tienen que finalizar la relación con el menor de edad –y que han llegado a ser afectivamente significativas porque éste ha conseguido volver a atreverse a correr el riesgo de vincularse- como psicoterapeutas, profesores, familias de acogida… 

Por ello, con los menores con fobia al apego desarrollada tempranamente, la medida de protección ha de reflexionarse cuidadosamente. Una decisión puede marcar la vida de una persona…

En acogimiento residencial, el educador de referencia que se asigne a ese menor tan dañado a nivel de apego debe ser un profesional experimentado y estabilizado y asentado en la empresa para la que trabaja. Debe ser un educador que le pueda proporcionar elementos de resiliencia secundaria, pero para ello, insisto, debe de permanecer con él, darle seguridad y contención. Sin permanencia de un adulto es casi imposible reparar el apego. Y este conocimiento científico (difícilmente cuestionable) debemos llevarlo a la práctica de la mejor manera posible. Sé que no es fácil y que vivimos en el mundo real, pero yo, como dice Luis Eduardo Aute: “Jamás renuncio a mi incurable desvarío de besos y quimeras” Esa es la reflexión que quiero transmitir.

Cuando hay fobia al apego, cuando un menor ha sentido el abandono varias veces, es tal el dolor que conlleva la posibilidad de volver a vincularse que la fobia al apego de alguna manera, le protege. La pérdidas podrían elaborarse con ayuda profesional, sí, pero, como afirma Maryorie Dantagnan es tal la magnitud del trastorno de apego que en los modelos operativos internos ya no hay espacio para poder recalificar la nueva información y abrirse a nuevos vínculos. Por eso es importante conocer bien qué menores presentan trauma en el desarrollo y posiblemente, fobia al apego. Porque internamente, a nivel representacional, habrá quedado grabado en sus mentes que las personas con las que uno puede llegar a sentirse unido, abandonan. Y eso está marcado tan a fuego que costará (no digo que es imposible, la resiliencia es una posibilidad a lo largo de toda la vida, por supuesto) un triunfo que puedan integrar el vincularse nuevamente como algo positivo. El niño o joven con fobia al apego sentirá, posiblemente, como amenazantes los vínculos humanos.

El educador referente que trate de trabajar con el menor para recuperarle psicológicamente, para que conecte y vincule progresivamente, para que se enganche al placer de vivir, tendrá una ardua y complicada tarea. El psicoterapeuta que intente ayudarle a afrontar tanto sufrimiento, tendrá una misión (casi) imposible. Lo más probable es que el niño o joven no quiera ir a la terapia. Y si va a la misma y ese niño es consciente de lo que le ocurre y puede verbalizar, expresará, como uno me manifestó a mí, algo parecido a esto: “Yo no quiero saber nada de nadie, no me fío de nadie, la gente sólo mira por su culo” Algunos comienzan tempranamente a mostrar una resistencia resiliente pasiva (pasotismo, evasión, depresividad...) y otros más activa (huída, agresividad, impulsividad, etc.)

En el caso de un acogimiento familiar, la fobia al apego la manifestarán algunos niños mostrando por un lado, un deseo de ir al acogimiento que es la activación de una nueva esperanza, pero por otro, a la vez, activarán un miedo inconsciente a ser abandonados o dañados de nuevo, con lo cual podrán en marcha el sistema de defensa con reacciones agresivas o fugas. Y en situaciones de este tipo sabemos que los adultos acogedores tienen muchas dificultades para contener a un menor tan dañado, máxime si se les deja con escasos apoyos...

Es preferible no apelar en esos momentos al vínculo y tratar de conseguir un entorno contenedor y donde pueda apelarse a la colaboración. Si se opta por un entorno residencial, ha de ser lo más estable posible. La posibilidad de la psicoterapia debe de seguir ofreciéndose porque si en un momento dado accede y cae en manos de un profesional que esté formado en trauma, podrá comprender la fobia al apego y trabajar teniéndola en cuenta. Una razón para llevarles a la terapia puede ser para algunos una conducta que pueda darle problemas (por ejemplo, robar), motivo funcional por el cual podrían engancharse inicialmente a la misma.

Pero no sólo existe la fobia al apego sino también su contrapartida: la fobia a la pérdida del apego.  Tal y como Sandra Baita refiere: “Los niños en acogimiento familiar o residencial: tienen una parte ligada al padre o a la madre biológicos (figura de apego) que es la que le dificulta al niño el establecimiento de una (nueva) relación de apego con sus acogedores, como si ligarse afectivamente a éstos fuera una  traición al progenitor biológico”

“En los niños acogimiento residencial, la fobia a la pérdida del apego es la que advierte que ya es tiempo de salir del centro para volver al contacto con él o los progenitores abusivos y abandónicos. Estos niños se fugan o se van a sus hogares escapando del peligro “olvidado” de lo que significaba vivir con sus familias de origen. Y vuelven a irse de nuevo cuando se activa el peligro, en esta sucesión de partes activadas por la necesidad del apego y la defensa ante el mismo”

Dice Sandra Baita: “Es necesario acompañarle en el duelo por lo perdido, así sea que lo perdido fuera un único gesto, una sola vez, en medio del maltrato” Hubo una parte que sí ligó afectivamente con los progenitores que maltrataron, aunque fuera una mínima afectividad.

“Una integración difícil de lograr, aunque no imposible. Hay que ayudarle a ver a los propios padres en las dimensiones paradójicas en las que el niño los ha conocido: como fuente de peligro y como fuente (deficitaria e incompleta) de un mínimo afecto” (Sandra Baita)

Tal y como Maryorie Dantagnan afirma, como personas que pueden ser buenas pero hacer cosas malas (descuidar a los niños, pegarles…), en un lenguaje que el niño puede entender, porque no tuvieron la oportunidad de aprender a ser padres y repitieron lo que con ellos hicieron.

Afortunadamente, la ley se ha reformado y ningún niño menor de tres años pasará por un acogimiento residencial. Permanecerá un breve tiempo en un centro para ser valorado (o en una familia acogedora temporal) e irá a una familia de acogida o adopción. Esto sin duda, es un logro en el camino de una sociedad basada en el buen trato. Solamente, en mi opinión, apuntaría que: (1) Hay que destinar más medios humanos y económicos a los acogimientos familiares. Si se estima que ésta es la mejor medida de protección, en general, y se apuesta por ella, hay que hacer un análisis de necesidades y dotarle de todos los medios que se precisen. Hay comunidades autónomas donde éstos brillan por su ausencia. Aunque todo es mejorable, Gipuzkoa es un modelo a seguir (2) Sería necesario evaluar el apego del niño que va a ser acogido o adoptado y estar atentos sobre todo al apego desorganizado, pues éste puede tratarse tempranamente de una manera más eficaz y con más probabilidades de éxito.

Sin embargo, siempre habrá menores de edad que precisarán de un centro de acogida. Y habrá menores de edad (de seis, siete, ocho o nueve años, o más) con fobia al apego que inicien un acogimiento familiar o adopción. Deberá ser un acogimiento o adopción reforzada (con recursos educativos y terapéuticos continuados para la familia y el menor) porque sabemos que con mucha probabilidad una fuerza inconsciente empujará a estos niños a odiar, como ya decía Winnicott, y el riesgo de fracaso y re-traumatizar al menor y ahondar más en su fobia al apego, es alto. Conocer la fobia al apego y a la pérdida del apego, dentro de la traumatización compleja, me parece fundamental. Os recuerdo el libro: “El yo atormentado”, clave para quien trabaje con adultos o menores con trauma complejo.

Y especialmente (y con esto introduzco la primera picada de este curso) recomendable es el extraordinario libro de Sandra Baita titulado: “Rompecabezas. Una guía introductoria al trauma y la disociación en la infancia” Sandra Baita es una psicóloga y psicoterapeuta infantil argentina que ofrece sus servicios profesionales en Buenos Aires. Experta en trauma complejo, trastornos del apego y docente en varios programas formativos a nivel internacional (como el de la International Society for the Study of Trauma and Dissociation) Su compromiso con la infancia maltratada, abusada y abandonada es digno de encomio. Tuve el placer de escucharla en un Congreso de EMDR  Europa, hace tres años, y su ponencia sobre el tratamiento psicológico de los menores con trastorno disociativo fue de lo mejor del evento. Porque Sandra tiene gran competencia profesional pero es una persona que se implica con el corazón en lo que hace. Fruto de esa implicación es este libro, para profesionales. Lo recomiendo porque ofrece una completa revisión teórica del trauma y el apego. Desarrolla, además, ampliamente el concepto de disociación, exponiendo algo que estábamos esperando: una adaptación de la teoría de la disociación estructural de Van der Hart y otros a la infancia. Ofrece cómo evaluar la disociación, con útiles y prácticas herramientas, cómo diferenciar la disociación de fenómenos evolutivos normales y cómo intervenir. Lleno de viñetas clínicas y sabias y emotivas reflexiones sobre la protección a la infancia y el papel de la sociedad. Excelente, libro, sin duda. Felicidades, Sandra. Precisamente ha sido este libro el que me ha inspirado este post.

Segunda picada de este curso: He insistido muchas veces en la necesidad que los profesionales y otras personas que acompañan a menores dañados en el apego y con trauma complejo tienen de formarse, si quieren hacer una intervención sanadora y reparadora. Pues bien, tenéis la oportunidad -los que residís en Madrid, alrededores u os queréis desplazar- de hacer una formación sobre crianza terapéutica los días 15 y 16 de octubre de 2015. Impartido por las impulsoras de este tipo de formación, las psicólogas Elena Borrajo y María Vergara, “…el curso es una introducción al ámbito de la crianza terapéutica, que nace con la idea de ofrecer una formación especializada a profesionales, educadores, acogedores u otros técnicos del ámbito de la protección infantil, cuya labor es el acompañamiento y apoyo al desarrollo de niños/as y adolescentes que han sufrido situaciones de malos tratos, abandono, negligencia o violencia”

Hay muy pocas plazas, información e inscripciones:

http://www.lacasaencendida.es/es/cursos/la-crianza-terapeutica-4686

Tercera y última picada: ya sabéis que tenemos el evento (jornada formativa) titulada: "II Conversaciones sobre apego y resiliencia infantil", que se celebrará el 27 y 28 de noviembre de 2015. Contaremos, entre otros ponentes, con Maite Román y Maryorie Dantagnan. Si queréis asistir, no lo dejéis para el final, pues las plazas se llenan pronto. Para los que tengan dificultades en inscribirse porque no están muy familiarizados con la tecnología, he elaborado esta guía de ayuda

Regresamos con otro post temático el 21 de septiembre. Ese día escribe en Buenos tratos el primero de los muchos profesionales que lo harán a lo largo de este curso 2015-16: “Diez meses, diez firmas”, he titulado, como sabéis, esta iniciativa. Debutaremos con un post escrito por nuestro psiquiatra de cabecera y experto en neurodesarrollo, Rafael Benito Moraga. Versará sobre trastornos de alimentación y maltrato. Le he propuesto este tema porque el post que escribí en su día recogiendo la ponencia que sobre el particular impartió en el Congreso Iberoamericano de Psicología de Oviedo… ¡Es la más visitada de todas! No me extraña, pues Rafael Benito atesora gran experiencia y formación, y capacidad para transmitir. Así que el tema interesa, y mucho. Y es un tema sensible y propio de abordar en este blog ¡Os espero!

Hasta pronto, cuidaros /Zaindu

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