lunes, 27 de mayo de 2013

Psicoeducación para familias adoptivas y/o acogedoras. Las funciones ejecutivas: herramientas para desarrollarlas (II)

Como os anuncié, retomo el tema de las funciones ejecutivas, sobre las cuales ya hablamos en otra entrada hace unas semanas. El post de hoy lo que pretende es centrarse en la parte práctica, esto es, cómo desarrollar y estimular esas funciones en los niños. Vamos a proponer un programa basado en cinco pasos, programa que exponemos en esta entrada y que terminaremos en una tercera y cuarta (y última) dedicada a las funciones ejecutivas.

Podéis aplicarlo los padres, familias acogedoras, profesionales... Pero para ello, el niño antes ha debido de aprender otras habilidades como la identificación y el manejo de las emociones. Éste tiene que estar suficientemente estabilizado emocional y conductualmente y haber recibido una psicoeducación en este sentido.

Del mismo modo, el adulto que está a cargo del menor de edad debe de tener un vínculo positivo y solidificado con éste, así como ser capaz de gestionar sus propias emociones y constituirse en una persona que puede hacer un acompañamiento educativo con el niño. Si no se dan estos ingredientes, es mejor no intentar nada.

Os recomiendo, a los que entráis aquí por primera vez, que os leáis y trabajéis primero los post anteriores referidos a la psicoeducación para familias adoptivas y acogedoras, porque hay aspectos que deben ser trabajados antes que las funciones ejecutivas.

El programa es de las autoras Blaustein y Kinniburgh, el cual lo exponen en su libro “Treating traumatic stress in children and adolescents” No está traducido al español.

Hechas estas puntualizaciones, comenzamos.

Habilidades para la resolución de problemas

Las habilidades de resolución de problemas pueden ser usadas formal o informalmente, en una conversación con el niño o mediante tareas escritas o dibujadas, si éste lo entiende e interioriza mejor así. Pueden ser utilizadas para pensar en un reto que el niño tiene que afrontar (por ejemplo, no olvidarse la agenda escolar) o para explorar una situación que ya ha ocurrido. Como os suelo decir muchas veces, normalmente cuando nos enfadamos, abroncamos al niño pero con mucha menos frecuencia nos sentamos con él a ayudarle o darle herramientas para que aprenda a solucionar sus problemas. No olvidemos que en la base de muchos olvidos o problemas para el manejo adecuado de situaciones están las funciones ejecutivas que aún no se han desarrollado lo suficiente o están debilitadas como consecuencia del efecto del trauma sobre el cerebro.

Para la gran mayoría de nosotros, las habilidades de resolución de problemas son pasos que ejecutamos de una manera no consciente, un proceso rápido que utilizamos para manejar una situación y hacer diferentes opciones. Pero los niños que han sufrido traumas, se los saltan y ellos, literalmente, reaccionan. El objetivo de este trabajo, entonces, es hacer consciente este proceso no-consciente de resolución de problemas.

Vamos a exponer los pasos para desarrollar estas habilidades. Pero cada uno debe de practicarse por separado hasta que el niño obtenga un nivel de dominio y confort con el mismo. Sin embargo, la meta final es que éste sea capaz de desarrollar la habilidad para aplicar todos los pasos ante una situación dada.

Paso 1: Darse cuenta de que hay un problema

Enseñar al niño a:

Conectar con habilidades aprendidas anteriormente, que son las de reconocimiento de emociones en el cuerpo. “Muchas situaciones nos traen sentimientos. Nosotros ya hemos hablado mucho acerca de las maneras en las que podemos reconocerlos y cómo podemos abordarlas” – le decimos.

Los sentimientos nos dan una información importante. “Algunos sentimientos son duros y nosotros queremos deshacernos de ellos. Pero los sentimientos nos dan una importante información. Ellos nos permiten saber que algo no va como nos gustaría o también nos informan que estamos preocupados o agobiados por algo” – le decimos.

Utilizar la metáfora “detectives de sentimientos” para aprender a reconocer problemas. Los niños deben de aprender que los sentimientos son la principal fuente de información para saber que podemos tener un problema. “Nosotros hemos hablado sobre cómo reconocer los sentimientos así pues podemos manejarlos, compartirlos con otras personas o utilizarlos para hacer buenas opciones” – le comunicamos.

Paso 2: Establecer una base de seguridad e inhibir la reacción instintiva de respuesta al peligro

Enseñar al niño a:

Darle psicoeducación sobre el cerebro (Aclaración y material adicional: Para ello sería necesario que os leyerais el libro “El cerebro del niño”, de Dan Siegel, pues os ayudará a vosotros padres, familias y profesionales no demasiado familiarizados a aprender los aspectos básicos del funcionamiento cerebral. También el libro está pensado para que los niños lo puedan entender. Además, os recomiendo que veáis con el niño este vídeo que me ha recomendado mi amiga y colega Maryorie Dantagnan, mi maestra en psicoterapia con este tipo de niños. Explica de una manera divertida y con dibujos animados la respuesta al estrés y cómo el cerebro puede aprender a apretar el “botón del miedo” ante amenazas que nos parece que lo son pero no lo son. Este vídeo vale más que mil explicaciones. Para niños a partir de los 9 años, si su nivel de comprensión es bueno. Para adolescentes y adultos es ideal. Nosotros mismos podemos saltarnos algunas partes de la fisiología o aclarar conceptos con nuestras explicaciones. Pero el vídeo deja muy claras con sus imágenes cómo funciona este “botón del miedo” y los niños lo pueden entender. Mil gracias por tu generosidad, Maryorie, y un abrazo desde estas líneas)  y normalizar la respuesta rápida ante el peligro. “Una de las cosas que los sentimientos hacen es enviar un mensaje a nuestro cerebro de que hay algo ante lo que debemos actuar. Diferentes partes de nuestro cerebro controlan diferentes cosas. Una parte de nuestro cerebro es realmente buena en hacer o actuar –por ejemplo, si tocamos una estufa u hornillo, el dolor es un mensaje al cerebro ejecutivo porque necesitamos mover nuestra mano rápidamente-. Otra parte de nuestro cerebro es realmente buena pensando, pero algunas veces no podemos pararnos a pensar porque si nos estamos quemando la mano, ¿realmente es sensato pasar tiempo pensando antes de mover la mano?”



Proporcionarle una base lógica para el uso de la habilidad. “Algunas veces, en cambio, es importante que usemos el cerebro pensante. Cuando nosotros tenemos sentimientos físicos como el dolor, es necesario reaccionar rápido. Pero otro tipo de sentimientos como sentirse preocupado, enfadado, excitado, o frustrado, pueden llevarnos a actuar rápido. Esto es bueno cuando estás realmente en peligro, pero no tan bueno cuando no lo estás”

Los niños que han estado en peligro con anterioridad son realmente buenos en reaccionar rápido cuando las situaciones, pensamientos o sentimientos surgen y parecen señales de peligro. La mayor parte del tiempo, en cambio, es necesario e importante saber qué pasa antes de reaccionar. "¿Te ha pasado alguna vez que los sentimientos te han hecho reaccionar demasiado rápido? Por ejemplo, gritarle al profesor o pegar a un hermano. ¿Cuáles fueron las consecuencias de reaccionar tan rápido?”

Emplearse con los niños en que aprendan a diferenciar entre el peligro real o el percibido. “Cuando tú tienes sentimientos fuertes o intensos, la primera cosa que tienes que hacer es darte cuenta de si tú estás en peligro o no. Ya hemos comentado que nuestro cerebro ha aprendido a prestar atención a las claves que nos dicen que algo podría ser peligroso. Algunas veces, hay un peligro real. Pero otras muchas veces, las claves o las cosas que nos pasan son UN RECUERDO de algo que fue peligroso en el pasado. ¿Recuerdas como les llamamos? (En anteriores psicoeducaciones, introdujimos el concepto de disparador o trigger, en inglés, al niño) Los disparadores activan el sistema de alerta del cuerpo. Lo que nosotros vamos a hacer es trabajar para tomar conciencia cuándo es una alarma real o cuándo es una falsa alarma, como cuando simulan fuego en el colegio para ensayar una evacuación”

Antes de continuar, el niño debe de establecer un sentido básico de seguridad. Emparejamos la habilidad del niño para reconocer que él está molesto con la de reconocer el entorno inmediato y así evaluar: "¿Estoy realmente en peligro?" "¿Hay algo en mi entorno que pueda herirme?" "¿Hay alguna amenaza que se cierna sobre mí?" Siempre recomiendo a todos los padres y familias, sobre todo al principio de las adopciones con niños recién llegados, muy traumatizados por la violencia, que suelen tener muy activa la respuesta al peligro (¡cómo no la van a tener!) siendo muchos los disparadores  (en particular los que les activan intensas emociones de ira) que les mueven a la agresión, que hagan un esfuerzo sobrehumano para no darles ningún azote. Primero porque no debemos educar así, a mi modo de ver. Y, segundo, ¡porque vamos a reforzar más ese sistema de alerta en el niño y no se va a extinguir nunca! ¡Le vamos a dar motivos para que sienta que sigue amenazado!

A continuación, vemos con el niño cuáles son sus propios disparadores. ¿Qué cosas elicitan emociones intensas o hacen que se sienta inseguro? Ayudar al niño a encontrar sus propias palabras para describir situaciones (“Cuando la gente me hace pasar un mal rato”, las “injusticias” Prestar atención a múltiples tipos de disparadores: internos (sentirse solo o vulnerable); relacionales (la autoridad del adulto, la intimidad); sensoriales (olores, sonidos, expresiones faciales, tocarles)

Ayudamos al niño a identificar claves que se correspondan con los disparadores. Unir la respuesta de escaparse/luchar/quedarse como congelado ante los disparadores. ¿Cuáles hemos identificado como conductas o sentimientos propios cuando ellos están en una respuesta de ataque? ¿Disparadores que les hacen huir? ¿Disparadores que les hacen quedarse bloqueados o congelados? Tener en cuenta que diferentes reacciones pueden ir con diferentes disparadores.

Terminamos por hoy. Soy consciente de que muchos padres o familias se ven limitados para hacer este tipo de trabajo y que quizá caiga más en el ámbito de los profesionales. No obstante, creo que podéis todos extraer información psicoeducativa útil para al menos, entender porqué a vuestro niño o niña le cuesta tanto usar las funciones ejecutivas. Y poder así ayudarle.

Quedan todavía dos post más sobre este tema (la tercera y cuarta parte) Sin embargo, por variar y hacerlo más entretenido, el próximo lunes os hablaré de un autor y un libro que me han dejado fascinado. Siempre hemos comentado que los cuidados parentales en los primeros años de vida son fundamentales (en particular, los maternos) y que el cerebro los necesita para configurarse y modelarse estructural y funcionalmente. Es el alimento emocional que el cerebro precisa para desarrollarse. Pues bien, dicho autor nos ofrece una serie de datos que nos explican cómo sucede esto, cómo la atención y cuidados maternos actúan sobre diferentes partes del cerebro y sus neurotransmisores, mediante los mecanismos epigenéticos. ¡Es increíble cómo interactúa la química cerebral con el ambiente y los cuidados maternos, es el prodigio de la vida!

Mañana os anuncio dos útiles e interesantes novedades bibliográficas.

Cuidaos / Zaindu

4 comentarios:

  1. espero con enorme interés tu cita y comentario del próximo lunes sobre ese libro, es el tema que estoy investigando últimamente.
    Saludos.

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  2. Creo que la referencia de la semana próxima te gustará, Edorta, y te será muy útil para lo que investigas, en efecto. Ya me dirás. Un saludo cordial.

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  3. María Helena Manrique15 de octubre de 2013, 23:49

    Peso pesado este profesional ! enganchadisima con su profundidad, seriedad para escribir, datos que añade y lenguaje con el que lo transmite . Muy valioso para mi profesión . Gracias . Por favor continue .... María Helena Manrique de Lecaro

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  4. Gracias Maria Helena por tus palabras. Para mi son un importantísimo estímulo para seguir adelante y continuar esta labor. Saber que hay personas como tu que valoran las entradas me llena de satisfacción. Muchísimas gracias. Saludos cordiales

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