Con motivo de la tercera edición del libro “La armonía relacional. Aplicaciones de la caja de arena a la traumaterapia” he decidido escribir un post sobre esta fascinante técnica. Rafael Benito y yo hemos revisado y ampliado el contenido, añadiendo nuevas e interesantes temáticas relacionadas con la caja de arena. El capítulo titulado “Neurobiología de la caja de arena”, cuyo autor es Rafael Benito, ha sido escrito nuevamente en su totalidad, incorporando recientes aportaciones de la ciencia del cerebro al proceso de construcción de una caja de arena en todas sus fases. El resto del libro se mantiene fundamentalmente igual, exceptuando dos nuevas contribuciones: 1/ El Modelo Neurosecuencial de Bruce Perry (Perry y Szalavitz, 2017), desde el cual conceptualizar las cajas de arena de los pacientes y ajustarnos a sus posibilidades de trabajo, a partir de la neurosecuencia desde la que el niño/a puede trabajar; y 2/ cómo abordar las cajas de arena y su exploración tomando como base el paradigma de la mentalización (Fonagy y otros, 2002). Pienso que celebramos esta tercera edición actualizando el libro y ofreciendo algunas jugosas novedades que espero despierten vuestro interés.
Portada del libro "La armonía relacional. Aplicaciones de la caja de arena a la traumaterapia", 3ª edición |
“La armonía relacional. Aplicaciones de la caja de arena a la traumaterapia” plantea trabajar con la técnica desde el sandtray, es decir, desarrolla un conjunto de metodologías de uso de la bandeja de arena dentro de un modelo terapéutico integral (Modelo de Tres Bloques de Barudy y Dantagnan) desarrollado para adaptar la terapia al sufrimiento de las personas derivado de las experiencias prolongadas -y muchas veces tempranas- de malos tratos, abandono y abuso, y teniendo presente que el neurodesarrollo de las personas se ve alterado como consecuencia de la exposición a un estrés continuado y extremo como lo son los malos tratos. Por ello, se trabaja con la caja de arena de acuerdo al modelo de Tres Bloques, ateniéndonos a un principio de orden neurosecuencial (Perry y Szalavitz, 2007), en virtud del cual trabajamos con la caja adaptándola a las necesidades del bloque I (sintonización y regulación emocional), bloque II (modelo interno de trabajo, recursos psicológicos, funciones ejecutivas, identidad y autoestima, disociación y desarrollo de estrategias alternativas a las reacciones traumáticas) y bloque III (utilización de la caja de arena para procesar contenidos traumáticos y reconstruir historias de vida)
El libro es una muestra fiel de nuestra formación en el Modelo de ©Traumaterapia Sistémica, experiencia clínica y uso durante muchos años de la caja de arena dentro de dicho modelo. Se recogen multitud de formas prácticas de trabajar con la caja dentro de cada bloque y se narran transcripciones de sesiones reales hechas con pacientes. Además, contamos con un lujo de capítulo, el de Rafael Benito, que es una excelente elaboración propia de todo lo que ocurre en el cerebro cuando hacemos una caja de arena y los asombrosos cambios que se producen en este cuando se trabaja con ella.
Me he propuesto, a raíz de cumplirse más de diez años en los que he estado impartiendo talleres a diversos profesionales por toda la geografía española, compartiros algunas conclusiones a las que he llegado, importantes, y que creo debemos tener presentes. Muchas de ellas las he aprendido con vosotros/as, que habéis tomado parte en dichos talleres y, por supuesto, con mis pacientes a lo largo de estos veinte años de traumaterapia usando la caja de arena dentro del modelo de Barudy y Dantagnan. Son las siguientes:
La neurocepción de seguridad, fundamental para trabajar con la caja de arena
Cuando animamos a un paciente a hacer una caja de arena, lo más importante es que conecte con una neurocepción (Porges, 2011) de seguridad, que sienta que no se le va a juzgar en absoluto y que no hay nada que deba de saber hacer, ni tener ninguna habilidad especial. Es un espacio libre y protector, “porque sólo cuando eres totalmente libre” (lo dijo Dora Kalff, una de las creadoras de la técnica) emerge la capacidad de crear. Y protector porque el terapeuta es una figura que está investida de esa cualidad, el ambiente sociofamiliar que rodea a la persona en su día a día es seguro y la propia estructura de la caja de madera, y la sala de terapia -siempre la misma, sin interrupciones ni injerencias de ningún tipo-, protegen al paciente.
Es muy importante que el paciente tenga una fase previa de contacto con la arena, que esta juegue entre sus dedos, la acaricie, la mueva en el cajón como él o ella quieran… Esto -decían los autores de caja de arena- relaja la estructura del self y le prepara para la fase de creación de los mundos en la arena. Actualmente, Homeyer y Marshall (2022) afirman que las investigaciones han demostrado que, efectivamente, la mente se relaja en contacto con la arena, produciéndose una conexión con el cuerpo y las emociones que ayuda a crear. Solamente cerrad los ojos, imaginad que vuestras manos juegan con la arena… En breves minutos notaréis como estáis más conectados.
Portada del libro de Homeyer y Marshall "Terapia Avanzada de la Caja de arena. Profundizar en la práctica clínica" |
“Déjate llevar…”
Cuando el paciente se pone ante la estantería, se le dice que su tarea consiste en “dejarse llevar” y sin pensar demasiado, que elija aquellas miniaturas e ítems que le llamen la atención. “Deja que las miniaturas te elijan a ti”, dice Josefina Martínez, mi profesora de sandtray. Este “dejarse ir” es necesario y solo se logra si el paciente confía en nosotros y en que jamás será juzgado. Él o ella, además, son los que saben sobre su caja, nosotros solo los conduciremos con respeto a descubrirlo, con amabilidad y bondad, porque la caja de arena es una técnica respetuosa y compasiva con las personas.
Así, las manos resolverán aquello contra lo que la mente y las palabras luchan en vano en la terapia convencional, como decía Jung. Y el paciente logrará fluir, involucrarse en el proceso, sentirse envuelto y atrapado gozosamente en el placer de construir una escena en la arena… En suma, de jugar…
Diálogo entre hemisferios cerebrales
Después, como ya sabemos, viene la fase de contemplación, en la que el paciente, acompañado del terapeuta, gira alrededor de la caja y ve como una totalidad lo creado. Si antes el proceso había estado gobernado por el hemisferio derecho del cerebro, en una suerte de "disociación benigna" (Rafael Benito) ahora, al contemplar, ambos hemisferios, izquierdo y derecho, dialogan. El derecho le susurra al izquierdo sobre las imágenes (Rafael Benito), y este, con ayuda del terapeuta, irá poniendo palabras y acercándose poco a poco a un entendimiento básico de la escena, y a larga comprenderá y hará asociaciones entre esta y su vida y los asuntos que le traen a terapia.
Pero… no hace falta hacer muchas preguntas. Existen unas cuestiones básicas, generales, que ayudan al entendimiento de la escena creada, y son las que vamos formulando. Pero lo más importante es el arte de escuchar los silencios del paciente, este en estrecha conexión con su mundo y el terapeuta. Esto es fundamental para poder activar el vago ventral y sentirse seguros para adentrarse con curiosidad y apertura en el mundo. Mientras se está en silencio, el paciente observa, y por la vía visual y sensorial, le llega nueva información, que coteja desde su hemisferio izquierdo, para dar sentido a lo que ve. Al principio todo es caos y confusión, pero progresivamente los temas y contenidos se van diferenciando. Más adelante, tras varios visionados de la caja, el paciente llegará a un entendimiento más profundo y a la larga a una integración en su biografía y problemas personales. Todo se va haciendo poco a poco, respetando el ritmo del paciente. Hay algunos que son más conscientes de lo que están haciendo y establecen múltiples asociaciones desde el universo simbólico, y otros, menos conscientes, tardan más tiempo en que se les revelen aspectos significativos.
Pero -¡y conviene no olvidarlo!- aunque no se revele nada o el paciente no parezca consciente de lo que está trabajando, ni establezcamos ningún puente con la vida real del paciente, aunque permanezcamos en el universo de la caja de arena y en sus metáforas, esta técnica funciona y opera en el interior de la persona, contribuyendo al alivio sintomático y a un mayor bienestar emocional. Dora Kalff decía que el proceso era curativo en sí mismo. Con los niños y niñas es así, no solemos nunca salirnos de la metáfora y estos resuelven los conflictos internos a lo largo de las cajas de arena pasando por varias fases: caos – diferenciación – entendimiento – integración. Hay que tener paciencia y no correr, y sobre todo valorar que el contexto psicosocial y la base de cuidados sea protectora y satisfaga las necesidades del niño o niña. Si es así, jugando con la caja de arena el niño/a lo irá elaborando desde el universo simbólico del mundo en la arena.
La comunicación neuroafectiva, por encima de la interpretación
Una de las constantes con las que me encuentro en los talleres de la caja de arena es la obsesión por interpretar las cajas y analizarlas. Yendo rápidamente a los significados, pidiendo al paciente que diga qué representa una determinada miniatura, o, por ejemplo, por qué ha puesto un caballo aplastando a un señor, o qué quiere decir la casa solitaria en el bosque… La mayoría de las veces los pacientes no saben responder a estas preguntas. Bien porque están todavía en una fase de “desorden”, no saben muy bien qué es lo que han hecho y tienen que ir descubriendo su mundo en la arena; o porque por diversos motivos, las palabras y el uso de córtex cerebral que es el que otorga significados no está conectado con las áreas inferiores del cerebro, y tampoco hay una buena integración interhemisférica (de esto habla muy bien y con mucha precisión el capítulo de mi amigo y colega Rafael Benito titulado: “Neurobiología de la caja de arena”, en el libro “La armonía relacional. Aplicaciones de la caja de arena a la traumaterapia”). Por ello, es inútil tratar de indagar significados en este momento de la exploración. Los significados se irán revelando poco a poco, lo más seguro en exploraciones posteriores sobre la fotografía de la caja de arena, o visionando el vídeo que grabamos y volviendo a hablar de la escena creada; y, además, es mucho mejor que aquellos los descubra el propio paciente con nuestra guía mentalizadora.
Cuando hay desborde emocional, regulación; al retornar a la calma, preguntar y explorar
Al principio de toda caja de arena, lo más adecuado es que dialoguemos con calma y sin prisa por saber nada, creando un ambiente relajado y de conexión con el paciente. Comenzamos indagando por los procesos, es decir, por “cómo fue hacer la caja”. Esto permite que el paciente nos diga -de una manera indirecta también- cómo se siente, si fue fácil o difícil, si se pudo involucrar o no en el trabajo… Validamos todo tipo de vivencia que haya sentido el paciente. Es también fundamental indagar por cómo de regulado a nivel emocional se siente. Si experimenta emociones, es muy positivo porque para poder trabajar y que se produzca una elaboración mental, como dice Schore (2011) “hay que estar en contacto con la emoción”. Si las emociones desbordan, se produce una vivencia abrumadora que “saca” al paciente dentro de la ventana de tolerancia a las emociones (ese margen de funcionamiento donde la persona puede procesar información y sentir es compatible con pensar, uno no se siente amenazado ni tiene que usar defensas como la lucha o la huida, o por el contrario, la desconexión) (Ogden y Fisher, 2016), nuestra principal labor, conectando con el paciente y desde la receptividad empática, será ayudarle a que se regule y que mediante una estrategia previamente ensayada y que sea útil para él o ella, esperar hasta que entre en un estado de mejor manejo de las emociones, que pueda “surfear” estas. Suele haber algunas áreas o miniatura/as que generan miedo, ansiedad, terror, desconfianza o inquietud sin que el paciente sepa por qué. En este momento el “por qué” no nos interesa, sino que el paciente logre recuperar la integración cerebral de la que habla en su capítulo Rafael Benito. Por eso, nuestra presencia conectiva y segura, que el paciente sepa que estamos ahí, con él o con ella, junto con la estrategia de regulación, irá favoreciendo que pueda mirar las zonas de la caja que más le perturban en el cuerpo. A veces, suele haber otras zonas en la caja de arena que al paciente le transmiten seguridad y/o calma, por lo que puede focalizarse y/o apoyarse en estas cuando lo necesite. Después -y si el paciente se encuentra con energía y regulado- se puede continuar con la exploración. No todos los pacientes pueden hacer todas las fases de la caja de arena en todo momento. Si es necesario retomar otro día, se puede y se debe hacer, porque la fotografía y el vídeo nos ofrecen esa posibilidad.
La caja de arena es sobre todo para quienes no tienen disponibles las palabras, como a menudo sucede en los traumas
La caja de arena es, sobre todo, una experiencia para sentir la profunda conexión con el mundo creado, con el terapeuta y con uno mismo. Favorece la reparación interpersonal, muchos traumas son relacionales, por lo que sólo desde este encuadre conseguiremos mejorarlos. Estas transferencias que se producen son algo que no se puede contar con palabras, hay que vivirlo, porque la técnica no va solo al hemisferio izquierdo del cerebro, sino a los dos, integra vertical y horizontalmente este; además, implica al cuerpo y las relaciones con otro, terapeuta, que es fundamental que sepa acompañar, regulando y dando seguridad cuando se necesita, y animando a la exploración cuando es el momento, como una figura de apego competente. Si convertimos la caja de arena en una excusa para hablar cognitivamente, usando como base unas miniaturas, eso NO es caja de arena; porque sólo nos quedaremos con un componente de la experiencia: lo cognitivo. La experiencia que un paciente vive es también emocional, sensorial, motriz y perceptiva. En la caja de arena, la omnipotencia del terapeuta se cae y hay que aprender a estar en el no saber, no tener el control, pero creer en el proceso de sanación, en que este nos va llevando, porque la técnica potencia los recursos naturales del cerebro para sanar.
La caja de arena es una experiencia que a lo largo del proceso de trabajo y acercamiento vivencial regulado favorece que el paciente aprenda a modular su psicofisiología y a regular sus estados internos. Por eso, es una técnica particularmente útil para personas que padecen trauma complejo y sus sistemas regulatorios están afectados, porque es un método no verbal que supone el diálogo entre “sistemas límbicos” (el de paciente y terapeuta), en el sentido que Schore (2011) ha descrito en el prólogo del libro “La sombra del tsunami y el desarrollo de la mente relacional”: “Las transacciones de apego en el plano corporal representan una conversación entre “sistemas límbicos”. La maduración funcional de los circuitos límbicos resulta significativamente influenciada por la experiencia socio-emocional temprana. El apego cumple un rol importante en la conformación del hemisferio derecho. Las interacciones de apego dejan una huella duradera de la trayectoria evolutiva del cerebro derecho, el centro neurálgico del self nuclear. Los centros corticolímbicos superiores del hemisferio derecho, especialmente el córtex orbitofrontal, el centro del sistema de apego de Bowlby, actúan como el sistema cerebral más complejo de regulación del afecto y del estrés. Se sabe que el sistema regulador del cortex orbitofrontal (ventro medial) derecho tiene conexiones sinápticas directas con las ramas simpática y parasimpática del SNA responsables de los aspectos somáticos de los afectos, con la amígdala derecha, el centro subcortical principal del miedo, al que Bromberg se refiere como el detector de humo afectivo y sistema de alerta temprana, y con el hipotálamo, y por esa vía, con el eje hipotálamo-pItuitario-adrenal que controla el estrés. Actualmente se acepta que por medio de un circuito vagal derecho de regulación emocional, el hemisferio derecho -incluyendo las estructuras corticales y subcorticales- promovería la regulación eficiente de la función autónoma a través de los núcleos basales del tallo cerebral” Creo que la caja de arena puede contribuir, dentro de un proceso global de psicoterapia, a mejorar esta deficiente regulación.
Estantería con las miniaturas dispuestas para que "ellas nos elijan a nosotros/as" |
¿Y los significados? No quiero decir que no importen, para algunos pacientes tienen mucho valor, lo que quiero poner de relieve es que no es lo prioritario… no al principio, al menos, ni para todos los pacientes (a no ser que estos demuestren ser conscientes de lo que les ocurre y tengan una mejor integración cerebral, lo cual los llevará a este nivel de trabajo). Lo fundamental es la comunicación neuroafectiva (Ogden y Fisher, 2016), por encima de las interpretaciones. Estas son más relevantes en fases más avanzadas de la terapia y siempre fuera del proceso de creación de las cajas. Los significados son útiles en la medida en que el paciente está abierto y hace suyos dichos significados, por lo que el paciente siempre participa en la co-construcción de estos. Y él o ella tienen siempre la última palabra, porque son los expertos en su mundo en la arena.
Termino con esta frase de Marshall que refleja acertadamente la esencia de la técnica de la caja de arena, así como lo que vivimos en los talleres de formación
“Me siento más que afortunada de poder hacer una caja de arena con Marshall Lyles y fue en una formación con 30-35 participantes. En las formaciones, es muy importante experimentar, como terapeuta, lo que el cliente va a sentir. Además, experimentar cómo el terapeuta puede contener al cliente resulta muy informativo. Así como la caja parece ser el contenedor concreto, el terapeuta es el contenedor del alma, de la escena, de los sentimientos; el acompañante seguro para la esperanza y la carretera que abrirá nuevos caminos para el cliente. Según mi experiencia, con 30-35 participantes observando qué miniaturas elijo, y sabiendo que ofrecerán significados inesperados, aquí surge la importancia del apego con el contenedor (la propia caja) y el terapeuta (mi querido Marshall). Sentí la conexión con mi self interior; la charla silenciosa con mi self interior se hizo perceptible y variable, se podía tocar y oler, con la ayuda de las miniaturas y con el terapeuta unido.
Al hacer mi caja de arena durante la formación, aprendí la importancia que tiene prestar atención a los ojos del cliente en lugar de mirar a la caja; mi terapeuta Marshall me hizo experimentar ese importante concepto que podría pasarme por alto durante una sesión de formación. De modo que no bastaba con saber; era necesario experimentar ese sentimiento. Nunca deberé olvidarme de resonar con el cliente y de entrar en sintonía con el en ese sentido. Como terapeutas, al hacer nuestras cajas de arena, tiene una gran importancia estar conectados con nosotros mismos”.
REFERENCIAS
Fonagy, P. Gergely., Jurist, E., Target, M. (2002). Affect regulation, mentalization, and the development of the self. NY: Other Press.
Homeyer, L y Marshall, L (2022). Terapia avanzada de la caja de arena. Profundizar en la práctica clínica. Bilbao: Desclée de Brouwer.
Ogden, P., Fisher, J. (2016). Psicoterapia sensorio-motriz. Intervenciones para el trauma y el apego. Bilbao: Desclée de Brouwer.
Perry, B., Szalavitz, M. (2017). El chico al que criaron como perro y otras historias del cuaderno de un psiquiatra infantil. Madrid: Capitán Swing Libros.
Porges, S.W. (2011). The polyvagal theory: neurophysiological foundations of emotions, attachment, communication and self-regulation. New York: W.W. Norton & Company.
Schore, A. (2011). Prólogo. En La sombra del tsunami y el desarrollo de la mente relacional. (pp 18-55). Madrid: Ágora relacional.
Me gustaría saber qué se hace con las emociones que te llegan cuando entras en sintonía pues no sabría que hacer con ellas. Me resultaba claro que cuando mis hijos sufrían de niños abra de abrazarles con la mayor calma que podía les hacía buen efecto. Ahora sí me pongo en sintonía con ellos en la ansiedad que vivimos no consigo transmitirles esa calma, yo misma no tengo esperanza como voy a transmitirsela.
ResponderEliminarHola, gracias por tu comentario.Yo creo que tú misma te respondes. En asuntos relacionados con la regulación emocional, podemos establecer una comparación con un avión cuya cabina se despresuriza. Primero nos ponemos el oxígenos nosotros para estar bien y ponérselo a los demás. Si nosotros mismos no podemos regularnos emocionalmente, difícilmente podemos regular a los otros. Has dado el primer paso: ser consciente de que necesitas entrar en estados de calma para poder transmitírsela a tus hijos. Trabajar la regulación emocional e identificar cuál es el origen de tu ansiedad, es lo que parece necesitas. Si no puedes sola y precisas de acompañamiento, un psicólogo o psicóloga de tu confianza puede ayudarte. Saludos cordiales, José Luis
ResponderEliminarHola José Luis. Desde que me leí uno de tus libros y acudí a un taller de formación en Vitoria, trabajo con la caja de arena con niños. Tras un año con ella es la primera vez que me ha ocurrido lo siguiente: Una niña, en su primera caja de arena, ensaya de manera dinámica una historia para luego contármela. La piensa, luego ensaya en voz baja los movimientos, diálogos, etc. y posteriormente me realiza la representación. ¿Te ha pasado esto alguna vez? Me llamó la atención.
ResponderEliminarMuchas gracias y un fuerte abrazo,
Nuria
Hola Nuria: Sí me ha ocurrido lo que dices. Es bastante frecuente que los niños nos cuenten sus relatos sobre las cajas que han hecho, algunos además están deseosos de compartirlos con nosotros. Esta niña lo que hace es añadir componentes de dramatización que suelen estar presentes en la terapia de juego. Es verdad que sí es frecuente que los niños nos compartan sus historias, quizá no tanto que todos la compartan dramatizando. Saludos, José Luis
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