lunes, 22 de febrero de 2016

¿Puede influir el tipo de experiencia traumática vivida durante la infancia en el desarrollo posterior de un menor?, por María Verónica Jimeno Jiménez



Diez meses, diez firmas.


Profesional invitada en el mes de febrero de 2016:


María Verónica Jimeno Jiménez

Este mes de febrero sé que esperabais a María José Cantero, Profesora Titular del Departamento de Psicología Evolutiva y Educación en la Universidad de Valencia. De nuevo vamos a postponer su participación en el blog, en esta ocasión no por problemas de agenda (de hecho, estaba/está deseosa de escribir para nosotros/as) sino de salud. Nada grave, tranquilos/as. La decisión la ha tomado servidor de ustedes quien le ha dicho que para escribir aquí (ella ya iba lanzada a cumplir con su promesa) siempre hay tiempo, pero ojos sólo tiene dos y en este momento debe de cuidarlos porque el trabajo y el estrés no le sientan nada bien. Le deseamos una pronta recuperación. Por ello, hemos vuelto a modificar los planes previstos y adelantamos la participación de María Verónica Jimeno Jiménez. Acaba de obtener un resultado brillante en la puesta de largo de su tesis doctoral y desde el blog considero necesario darla a conocer. Sabéis que en las páginas de este blog valoramos la investigación porque muchas veces refrenda nuestro trabajo y en otras nos sorprende con nuevas e insospechadas conclusiones. María Verónica aúna experiencia profesional e investigación científica, lo cual le da aún mayor sentido y coherencia a su magnífico trabajo.  Ella se ha tomado la laboriosa tarea de resumirnos los aspectos y conclusiones principales de su investigación que versa sobre un tema que nos genera sumo interés: ¿Puede influir el tipo de experiencia traumática vivida durante la infancia en el desarrollo posterior de un menor? Atención que en esta investigación hay sorprendentes y útiles conclusiones. Los responsables de los servicios sociales deberían de tomar nota. Muchísimas gracias a María Verónica Jimeno Jiménez por participar y compartir su ardua y excelente experiencia profesional y tesis con nosotros/as. Os dejo con ella.


María Verónica Jimeno Jiménez. Doctora en Psicología por la Universidad de Castilla La Mancha. Licenciada en Pedagogía por la Universidad de Valencia y experta en mediación familiar por la Universidad de Castilla la Mancha. Trabaja desde hace diez años en el ámbito de la protección con menores y adolescentes que han sufrido situaciones de riesgo, negligencia y/o maltrato temprano y que están institucionalizados en Hogares Tutelados en situación de protección. Colabora a nivel nacional e internacional en diversas publicaciones vinculadas al  ámbito del maltrato y abandono infantil.

En ocasiones, tal vez más de las que creemos, los niños y niñas sufren experiencias traumáticas durante su corta infancia que influyen de formas muy variadas en su desarrollo posterior. Como profesional e investigadora en este campo he tenido que conocer muchas historias de malos tratos en pequeños y adolescentes que sin duda se han quedado grabadas en mi memoria emocional. Niños y niñas que en la actualidad viven en Hogares Tutelados como medida de protección, ya que por diferentes motivos tuvieron que ser apartados de su entorno familiar, donde en general, sus cuidadores primarios no eran capaces de satisfacer las necesidades básicas de estos menores, debido a diferentes factores y circunstancias que vulneran su capacidad como padres provocando un ambiente familiar patogénico. Sería fundamental contar con los recursos necesarios para poder trabajar con estos menores en su entorno familiar y poder así, en muchos casos, evitar emprender medidas de protección fuera del mismo. Dentro de estas medidas, sería deseable el acogimiento familiar, sobre todo para aquellos menores de seis años.

Las diferentes y numerosas investigaciones llevadas a cabo han demostrado que el maltrato que se infiere en los primeros cinco años de vida, puede ser especialmente dañino, debido a la vulnerabilidad de estos pequeños y al hecho de que los primeros años de vida se caracterizan por un crecimiento neurobiológico y psicológico más rápido que en los años siguientes (Siegel, 1995). Se ha demostrado como las consecuencias del maltrato afectan a todos los ámbitos del desarrollo tanto afectivo social como neurobiológico provocando problemas a nivel emocional, cognitivo, interpersonal y comportamental.

Con el paso de los años, he ido acumulando experiencias profesionales en el marco del acogimiento residencial en hogares tutelados como medida de protección  con menores que han sufrido experiencias traumáticas de diferente naturaleza y gravedad. He sido testigo en primera persona de como las experiencias traumáticas vividas durante la infancia afectan  de  modo diferente a cada víctima dependiendo de diferentes factores relacionados con el propio menor y con su entorno, por ello es fundamental detectar a tiempo una situación de riesgo, ayudar a restablecer el equilibrio roto mediante las actuaciones adecuadas antes de que sea tarde, o evitar que un niño o una niña sufra durante un período de tiempo tan prolongado que le produzca un daño físico o emocional irreparable, así como analizar las diferencias en el desarrollo a pesar de haber sufrido similares historias de maltrato.

Por todo ello centré mi investigación en  menores acogidos en hogares tutelados en situación de protección, los cuales han vivido durante su infancia experiencias traumáticas que han influido en su posterior desarrollo. Diferentes estudios han demostrado que el clima social familiar juega un papel fundamental en el desarrollo de vinculaciones afectivas y en la adaptación personal y social de los adolescentes. Según la investigación de Pichardo, Fernández de Haro y Amezcua, (2002), los adolescentes cuyo clima familiar es percibido como elevado en cohesión, expresividad, organización y afecto, así como niveles bajos en conflicto, evidencian una mayor adaptación general que sus iguales cuyas percepciones sobre la familia van en la línea inversa. Un inadecuado contexto familiar influye en el desarrollo posterior de los menores. Fonagy (2004) hablaba de la importancia de la relación del menor con la madre en el desarrollo de una vinculación afectiva positiva, la creación de esta vinculación afectiva positiva e intensa, influirá directamente en el desarrollo posterior del menor. El desarrollo de un vínculo seguro refleja una experiencia de interacción positiva y adaptada a las necesidades del niño/a, mientras que el desarrollo de un vínculo inseguro nos alerta sobre la posibilidad de alteraciones relacionales que están afectando negativamente al menor (Cantero y Cerezo, 2001).

En concreto, en mi tesis doctoral titulada “Experiencias traumáticas en la infancia y su influencia sobre el desarrollo afectivo social y la memoria autobiográfica en menores institucionalizados. Comparación con un grupo control”  he tratado de conocer las diferencias en el vínculo de apego desarrollado  con la madre, el nivel de adaptación personal y social, los niveles de depresión y la capacidad de acceso a recuerdos autobiográficos entre menores institucionalizados y un grupo de menores que vivía con sus familias biológicas. Los resultados señalan, a nivel general, que los menores  de los hogares tutelados que habían vivido experiencias traumáticas  durante su infancia comparados con un grupo de menores que no habían sufrido experiencia traumática alguna, percibían a sus madres como menos afectuosas durante su infancia y se percibían a ellos mismos como más inseguros hacia ellas en la actualidad. A nivel de adaptación personal y social los menores maltratados eran más inadaptados a nivel familiar, emocional y percibían una peor calidad de vida relacionada con la salud. Estos menores mostraron un mayor estado de ánimo depresivo y mayor dificultad en la memoria de trabajo y en la capacidad de acceso a recuerdos autobiográficos. Por lo que podemos resumir que el hecho de haber sufrido una experiencia traumática durante la infancia puede incidir en el desarrollo afectivo-social posterior, en la memoria de trabajo y en la capacidad para acceder a recuerdos específicos de tipo autobiográfico. Estos resultados coinciden con los obtenidos por Main (1995) donde se sugirió que el diseño u organización de las relaciones de apego durante la infancia se asocia con los procesos característicos de la regulación emocional, las relaciones sociales y el acceso a la memoria autobiográfica.

En segundo lugar, me planteé como objetivo analizar las características del grupo de adolescentes institucionalizados atendiendo a la naturaleza de la experiencia traumática vivida que provocó la medida de protección y  estudiar la relación entre las distintas variables consideradas. En líneas generales, los menores institucionalizados que habían percibido a sus madres como más afectuosas y menos controladoras durante su infancia fueron los que más seguros se percibían hacia ellas en la actualidad. Se observó que un pequeño porcentaje de los adolescentes informaron de un vínculo óptimo con la madre durante la convivencia en la familia. Por tanto, según la percepción y el relato retrospectivo del menor existía una adecuada vinculación afectiva con la madre con anterioridad a la medida de protección. Esto nos debería ayudar a plantearnos si en estos casos la medida de protección era necesaria y la única posibilidad, tal vez hubiese sido necesario plantearse una intervención en el núcleo familiar para intentar evitar el acogimiento residencial.

Otro resultado interesante que se obtuvo fue que los menores que más tiempo habían vivido con sus familias biológicas antes de entrar al hogar tutelado eran los que mostraban mayor capacidad resiliente. Recientemente se han empezado a estudiar los procesos de resiliencia en adolescentes con medidas residenciales  teniendo en cuenta que no todos los niños son afectados del mismo modo por las experiencias de maltrato infantil, pues éstas dependen de la edad y del período de desarrollo que vive el/la niño/a, así como a los contextos y formas de maltrato que recibía (Daining y DePanfilis, 2007; Drapeau et al., 2007). Llama la atención este resultado, ya que estamos hablando de contextos familiares desestructurados, con grandes conflictos internos y con falta de cohesión, pero tal vez deberíamos pensar que son contextos donde los menores tienen que aprender a desenvolverse y a resolver ciertos conflictos sin una figura de apoyo. En muchas ocasiones estos menores tienen que hacerse cargo de hermanos más pequeños o de ciertas responsabilidades que no son las adecuadas a su edad, desarrollando así capacidades resilientes que les ayuden a salir adelante.

A modo de conclusión y dando respuesta a la pregunta ¿puede influir el tipo de experiencia traumática vivida durante la infancia en el desarrollo posterior de un menor? quiero destacar que el hecho de haber sufrido un tipo de maltrato u otro no influye en la adaptación personal y social, memoria de trabajo y memoria autobiográfica de estos menores. Por lo tanto, incidimos en  el hecho de que es el haber sufrido experiencias traumáticas durante la infancia y no el tipo concreto de experiencia traumática vivida, lo que afecta al desarrollo posterior de estos menores. Ha quedado reflejada la importancia de establecer vínculos afectivos positivos para un adecuado desarrollo afectivo y social, memoria de trabajo y memoria autobiográfica.

Los resultados obtenidos en la tesis doctoral proporcionan información útil y valiosa no solo en el campo de investigación de las posibles consecuencias del maltrato infantil sino también en el campo de los servicios sociales, de los profesionales que trabajan con estos menores y con sus familias biológicas, ayudándoles a prevenir situaciones de maltrato y a reducir el daño provocado por el mismo. En este sentido, esta investigación puede ayudar a concienciar a la sociedad sobre la necesidad de detectar a tiempo los casos de maltrato infantil así como destacar la importante labor que puede realizarse en los hogares tutelados donde se debe  satisfacer las necesidades básicas de los menores y realizar  una labor educativa y psicológica fundamental sobre estos. Sería interesante elaborar programas educativos y terapéuticos que reforzasen y ayudasen a restablecer los vínculos afectivos de los menores que han sufrido maltrato, para garantizarles un desarrollo posterior óptimo.
Desde la administración debe promoverse un acogimiento residencial de mejor calidad, con mejores programaciones y actuaciones profesionales; un acogimiento residencial muy centrado en las necesidades de los niños y niñas que por él pasan, que deben constituir la preocupación central de todos los que en él tienen algún protagonismo y alguna responsabilidad.
Me gustaría terminar este artículo agradeciendo a mis directores de tesis: Dña. Mª José Cantero López profesora titular del Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universitat de València y a D. José Miguel Latorre Postigo profesor titular del Departamento de Psicología de la Universidad de Castilla La Mancha, sin los cuales esta investigación no hubiese sido posible. Gracias por vuestro interés, apoyo, asesoramiento y sensibilidad.

lunes, 15 de febrero de 2016

"¿Yo tengo dos mamás?" un cuento para aprender a querer paulatinamente, y ayudar a integrar a la madre biológica en la biografía de los niños adoptados

El pasado 7 de enero tuve la fortuna de poder participar, invitado por la Escuela de Familias Adoptivas de la Escuela Andaluza de Salud Pública, sita en la maravillosa ciudad de Granada, en una charla-coloquio sobre adopción. Dentro del programa de actividades que estaban previstas, por la tarde giré una visita a la AFAM (Asociación de Familias Adoptivas Multiétnicas de Granada) donde también tuve la dicha de compartir con las familias adoptivas otro encuentro formativo. Juntos aprendimos más sobre adopción, resultando una reunión íntima y en familia donde nos enriquecimos mutuamente.

En este marco tuve la oportunidad de conocer y felicitar in situ y efusivamente a las autoras de "Mariposas en el corazón", el precioso libro escrito por madres adoptivas que nos brindan su experiencia, atreviéndose con todos los temas. Las autoras están presentando su libro por distintas ciudades de España y éste está cosechando gran éxito porque es capaz de llegar al corazón de las personas pero a la vez, mostrarnos el mundo de la adopción desde la perspectiva de madres que nos invitan también a reflexionar con lo que a veces no eligen y les toca vivir y aprender a convivir. ¡Enhorabuena a María Martín Titos, Inmaculada Morales, Pilar González, Mercedes Moya y Loreto Castillo! De su libro hemos hablado en este post y en mi página de Facebook.

También en este encuentro –y es a lo que voy- Mercedes Moya –que como sabéis dirige una web que en poco tiempo se ha convertido en una de las referencias en el mundo de la adopción: adopcionpuntodeencuentro.com- tuvo el detalle de regalarme un cuento escrito por ella titulado: “¿Yo tengo dos mamás? Detalle que por supuesto, recibí con gran alegría y agrado.

Ya sabéis que no andamos precisamente sobrados de materiales específicos para relacionarnos y trabajar con nuestros niños/as temas que son delicados desde el punto de vista emocional. Y también sabéis que en este blog suelo referenciar de cuando en cuando los cuentos que por sus virtudes psicoeducativas estimo merece la pena que adquiramos. Pues bien: “¿Yo tengo dos mamás?” es uno de ellos.

Precisamente lo que más me ha gustado del mismo es la sencillez y la naturalidad con la que ha abordado Mercedes Moya un tema que los adultos a veces tenemos más miedo de afrontar que los propios niños/as. En el cuento el protagonista, un niño adoptado, descubre que antes que su madre actual hubo (hay) otra que le tuvo en su barriga y le trajo al mundo. Las preguntas que los niños/as se pueden hacer, las diversas emociones que éstos pueden sentir y el relato que pretende ayudar a los niños/as a integrar a la madre biológica dentro de sus vidas (usando la metáfora de un gran corazón en el que hay sitio para todos/as) son elementos que Mercedes Moya introduce de manera inteligente, clara, concisa y con un lenguaje accesible y cercano emocionalmente para los niños/as. El texto que utiliza para las ilustraciones se observa que está muy bien trabajado, es como si un niño pensara en voz alta. El niño/a lector puede verse así reflejado en el protagonista de una manera natural. En mi opinión, esto ha sido un gran acierto. 

Para leerlo a los niños (más o menos a partir de los cinco años, tomando como referencia la edad madurativa) cuando éstos muestran deseo de saber y conocer sobre sus dos mamás, así como para usarlo como base para fomentar el diálogo familiar y la comunicación sobre este tema, me parece un instrumento atractivo y que nos será de gran ayuda en esta tarea. No nos olvidemos de las excelentes e imprescindibles ilustraciones que todo cuento debe de tener: coloristas, vivas y con intensidad para transmitir emociones, le imprimen al cuento una gran fuerza y además favorecen la comprensión de la palabra. La ilustradora, María José Sánchez, es también madre adoptiva y merece los mismos elogios que Mercedes Moya.

Mi colega Montse Lapastora, experta en adopción y psicoterapeuta, ha dejado en esta imagen de la portada del libro creada por la editorial una muy bien fundada opinión, mostrándonos otro punto fuerte del libro:




Dicen las autoras en la contraportada: “Aunque mi mamá ya me había dicho que yo no había estado en su barriga no me di cuenta de que eso quería decir que tenía otra madre: Mi madre de nacimiento. ¿Cómo será? ¿Todavía me querrá?”

“Yo tengo dos mamás es un cuento escrito e ilustrado por dos madres adoptivas que ayuda a integrar a la madre biológica en la vida de los niños adoptados”


Muchas felicidades a Mercedes Moya y a María José Sánchez por este excelente cuento. Podéis adquirirlo en la página web de Círculo Rojo Editorial.

martes, 9 de febrero de 2016

Taller aprendizaje de la técnica de la caja de arena en Sevilla. 19 de marzo, organiza Centro Reddes de Intervención.

Taller para el aprendizaje de la Técnica de la caja de arena

En el Centro Reddes de Intervención

Sevilla

19 de marzo, Sábado

¡Últimas plazas!



Caja arena: 
Expresar emociones, empoderar, reconstruir historias de vida.



Esta técnica permite trabajar cuando resulta difícil la verbalización de los contenidos psíquicos; y esto es especialmente importante cuando el paciente tiene dificultades en ponerlos en palabras, como ocurre habitualmente en los niños. Cuando el origen del problema es un trauma infantil, recordar y explicar es una fuente adicional de sufrimiento. Utilizar la caja de arena permite la distancia emocional necesaria para ir elaborando la experiencia traumática sin tanto dolor. Además, el juego es el lenguaje natural del niño y le aporta una narrativa que le permite liberar, expresar y simbolizar, desarrollando sentimientos de control, lo que sucede y lo que vive en su interior. El modelo teórico en el que insertamos la aplicación de la técnica se basa, pues, en las aplicaciones del trauma, el apego y la resiliencia.


En este taller, eminentemente práctico, pretendemos:


OBJETIVOS

Conocer los orígenes de la técnica, hacer un poco de historia.


Perfilar para quiénes está indicada esta técnica.


Aprender los pasos en la conducción de una sesión con la técnica de la caja de arena.


Explicar cuál debe ser la actitud del terapeuta.


Alcances y límites de la técnica.


La metodología comprende la elaboración de cajas de arena por parte de los alumnos, aprendiendo los pasos en la aplicación y conducción de una sesión junto con breves exposiciones teóricas y el visionado de vídeos con casos prácticos reales.

Dirigido a: Psicólogos, psicopedagogos, psiquiatras, psicoterapeutas.


Información e inscripciones


Centro Reddes de Intervención

Avenida Emilio Lemos, 2

41020 - Sevilla


Persona de contacto: Zulaima Higazi Rodríguez

Teléfono: 676 50 85 76

Mail: centroreddes@gmail.com

lunes, 8 de febrero de 2016

Favorecer la resiliencia secundaria en adopción y acogimiento familiar. ¡Buenos tratos alcanza 1.000.000 de visitas! Gracias a todos/as por hacerlo posible.

Hay menores adoptados que presentan no ya problemas o dificultades de adaptación o a nivel emocional. Hablamos como afirma María Vergara, del reconocimiento del daño (provocado por los malos tratos, el abandono, la negligencia, el abuso sexual en la infancia, probablemente más severo cuanto más temprano y prolongado sucede y lo sufre el menor de edad) y que se manifiesta en los dominios del apego (trastorno en el primer vínculo de apego y en la capacidad posterior para poder establecer vínculos afectivos sanos con otras personas), el trauma (trauma complejo) y el desarrollo (trastornos del desarrollo cognitivo, lenguaje, motricidad…) Estas alteraciones (que ellos no han elegido y que se asocian a un ambiente temprano anormal, no son los menores los anormales, no nos confundamos) complican la vida de estos niños/as y jóvenes y sus familias de manera que su capacidad de adaptación, su bienestar bio-psico-social y la capacidad de disfrute de la vida se ven marcadamente afectados e interferidos por ese daño. La valoración del daño debe ser hecha cuidadosamente por profesionales formados en estos dominios que puedan diseñar un programa de tratamiento para los menores y sus referentes (padres, madres, acogedores…) en el cual la participación y competencia como cuidadores y co-terapeutas colaboradores de dicho programa es fundamental e imprescindible.

Contamos con el programa en psicoterapia de Barudy y Dantagnan (trauma terapia infantil sistémica) como uno de los modelos integrales más completos que existen para el tratamiento del daño psineurofisiológico que los malos tratos generan en los menores. También con el Programa de formación en Crianza Terapéutica para acogedores profesionalizados y otros profesionales que han de trabajar con menores dañados por los malos tratos. Lo han diseñado y llevan adelante Elena Borrajo, Laura Fariña y María Vergara desde el Centro Alén en Galicia, A Coruña, y del cual han hablado en este blog con sendos post María y Elena


Este modelo de intervención de Barudy y Dantagnan se completa con la aportación del paradigma de la resiliencia. Y de ello quiero hablar hoy, dedicándome especialmente a esas familias que están en crisis o en riesgo de ruptura, o a las sin estar en ese riesgo tienen a su cargo niños/as y adolescentes muy dañados. La palabra daño -soy consciente- a algunas personas les suena demasiado dura, y asusta. Hemos pasado de un discurso en adopción en el que prácticamente se consideraba que todos los menores no presentaban necesidades especiales y que se les podía equiparar con los criados en familias biológicas, con los mismos desafíos, retos y dificultades a otro (afortunadamente) en el que conscientes de las secuelas que los malos tratos continuados y repetidos dejan en los menores, se puede considerar que algunos de éstos han sido efectivamente, dañados. Y no es porque no se supiera todo esto. Como nos relata magníficamente Mario Marrone (en su libro La teoría del apego. Un enfoque actual), experto en apego y uno de los principales referentes en este campo, un primer espada, cuando nos cuenta cómo surge esta teoría, refiere que se creó, ya en los años 60, un grupo de expertos que demostró a la Organización Mundial de la Salud el daño que causan tanto la ausencia como la ruptura de los primeros vínculos. Sin embargo, creo que la sociedad no ha estado preparada para creer los relatos de las víctimas, ha debido de generarse una cultura de aceptación del papel decisivo que juegan las experiencias reales que las personas viven. Y a esto ha contribuido en gran medida la neurociencia actual que ha refrendado que Bowlby y otros grandes autores y autoras no estaban equivocados. Al contrario: acertaron de pleno. La neurobiología del apego es fascinante y nos demuestra cómo en el contexto de una relación de apego segura se conforma y se favorece un desarrollo armónico e integrado también a nivel cerebral.

Algunos menores que han sufrido malos tratos tempranos y continuados en el tiempo están dañados en su sistema nervioso, en su neurodesarrollo, en sus representaciones mentales de apego (que no dejan espacio nuevo para recalificar las nuevas experiencias vinculares y se tornan en fóbicos a establecer nuevos vínculos), en la experiencia de su sí mismo (self) que se fragmenta sin existir un sentido coherente del mismo a lo largo del tiempo, en el área moral… Todo el mundo tiene claro que un niño está dañado cuando sufre malos tratos físicos y tiene cicatrices, hematomas, rastros de quemaduras, cortes… Pero cuando entramos en el terreno de relaciones continuadas y repetidas, en el contexto de los primeros vínculos de apego o con otras figuras adultas, que tienen capacidad también de dañar no sólo psicológicamente sino de alterar el mismo cerebro, a la población en general nos cuesta más entenderlo. ¿O aceptarlo? Aceptarlo porque nos exige hacernos cargo de secuelas que no cicatrizan de una manera tan rápida y cuyas consecuencias se mantienen a largo plazo en los niños y menores, y esto nos confronta con que el ser humano puede generar lo que más puede afectar y lesionar a una persona: la violencia, abandono, maltrato o negligencia producida de un ser humano hacia otro ser humano, como dice Jorge Barudy.


Sin embargo, aceptarlo, aunque suponga un duelo nos va a permitir poder ver al ser humano niño/a que tenemos delante. Poder verle, sentirle y reconocerle, como dice acertadamente Ana María Gómez. Cuando veamos al niño/a, seremos conscientes de su mente (necesidades, emociones, intenciones, deseos…) y dejaremos de ver solo la nuestra (miedos, angustia, preocupaciones, hiperexigencias…) para conectar con el niño/a. Poder conectar (sintonizar con el sentir del niño, alinearme con él y su mente; para después, devolverle en resonancia que le sentimos. Ello es fundamental para reparar los apegos dañados) emocionalmente es una tarea que debemos hacer. Sobre cómo hacer esta labor hago una contribución en mi nuevo libro Vincúlate.

Ver al niño/a además, tendrá como consecuencia beneficiosa que podremos empezar a percibirle en lo que él es, en su esencia. Honrarle por su capacidad para haber sobrevivido. Y nos permitirá valorarle en muchos logros, cualidades y aspectos que antes no podíamos percibir atrapados como estábamos en sólo atender y ver nuestro punto de vista. Debemos de trabajar por desarrollar una mente flexible y coherente en nuestros actos, con afecto y autoridad calmada y consistencia en nuestras respuestas, si es que queremos contribuir a reparar los daños de los niños/as y asistir a su proceso de transformación.


Pero hoy quiero focalizarme en la resiliencia secundaria, ese otro ingrediente que debemos contemplar y que hace que los niños/as puedan precisamente transformarse. Creo que la palabra resiliencia se está pervirtiendo un tanto y que se usa para designar procesos que sólo tienen que ver con el afrontamiento y con hacer una buena adaptación a pesar de contextos de adversidad. Yo soy de los que pienso que la resiliencia es mucho más que eso: es hacer una transformación personal a partir de la vivencia de un trauma. Es ese "renacer psicológico tras un trauma", como nos indica Boris Cyrulnik.


Existen familias cuyos menores adoptados o acogidos (también en las biológicas) presentan tanto daño que necesitan hacer un proceso resiliente (resiliencia secundaria) Recordamos que es un concepto de nuestro gran Jorge Barudy: es la capacidad de un niño/a adolescente de desarrollarse suficiente bien y sano para proyectarse en el futuro como alguien no culpable, digno y valioso; a pesar de haber tenido condiciones de vida difíciles y sufrido diferentes tipos de traumas. Esto es posible gracias a sus recursos y a un entorno social e institucional afectivo y solidario.

Me refiero a familias con suficiente competencia parental. Padres o madres (u otros cuidadores) que están capacitados para cuidar porque poseen empatía y una historia de apego suficientemente segura e incluso con muchos elementos de seguridad. Pueden necesitar psicoeducación, formación en habilidades de crianza terapéutica pero son cuidadores competentes, como decimos. Sin embargo, el estrés de una crianza (como nos decía María Vergara en su reciente post sobre crianza terapéutica) tan prolongada y desafiante empieza a minar su salud física y mental. Algunos chicos y chicas se recuperan durante periodos de tiempo pero como los factores de vulnerabilidad son de alto riesgo, suelen recaer. Y si en esta recaída están en la adolescencia (una nueva etapa donde todos los jóvenes son más vulnerables) o si se presenta en forma de sintomatología externalizante (agresividad, fugas, robos, absentismo escolar, consumo de sustancias, relaciones de pareja tóxicas que retraumatizan…), el agotamiento físico y mental hace mella en las familias. Sobre todo a aquéllas en las que los menores, como decimos, presentan un nivel de daño severo. Y esto hay que comprenderlo, y cuidar a estas familias.


"Llevo siete años desde que llegó mi hijo haciendo frente a sus conductas agresivas, conteniéndole, apoyándole con los deberes que han sido un tormento por sus dificultades severas para aprender, teniendo que estar casi las 24 horas del día a su lado para regularle, darle seguridad y permanencia y siento no puedo más. No he salido ni un solo día con mis amigos, no he tenido tiempo para mí, no me he comprado ni ropa…"

Esto lo he escuchado muchas veces a padres y madres adoptivos/as, es algo que a buen seguro podrán afirmar muchos/as de ellos/as. Nos muestra una de muchas experiencias en carne viva del desafío que supone la crianza de los menores muy dañados, por muy competentes que seamos como cuidadores. Incluso para los profesionales el tratamiento de los menores es un gran reto. Y es muy positivo ser conscientes de lo que nos pasa, acontece, vivimos, sentimos… para poder buscar ayuda y apoyos externos.


Es del todo necesario que las familias acudan a las asociaciones y a sus formaciones, que contemplen la psicoterapia como recurso de ayuda y apoyo a la parentalidad (y en los aspectos personales que están en relación con nuestro niño/a), que desde la administración aumenten los apoyos post adoptivos (con cursos de crianza terapéutica) En un momento dado, puede ser necesario que además, recurran a los servicios sociales para que hagan una valoración y aporten medidas psicoeducativas para el tratamiento integral del menor y la familia. Tener una actitud de apertura al exterior, de conciencia de problema o necesidades, de comunicación, de aceptación de la ayuda exterior y del apoyo de otros (profesionales, amigos, familia…) puede ayudar a que los adultos se sientan sentidos, sostenidos y arropados socialmente. Se recuperen de los baches anímicos y no tiren la toalla y sometan al menor a una nueva vivencia de abandono emocional (“Ya estoy harto, haz lo que quieras”) O directamente les digan que se vayan de casa. Esto es el peor de los favores que le podemos decir a un chico o chica: que pasamos.

Porque si bien no tenemos soluciones y nuestra tarea como profesionales de la psicología (u otras ciencias afines) tiene límites, sí creo que sabemos cuál es el camino que podemos seguir. Camino que debemos hacer acompañados, como digo, siempre bajo la influencia de otros, pues si no no podemos hacernos como padres y madres y por lo tanto, no podemos contribuir a ese proceso de transformación que los menores necesitan hacer bajo nuestro acompañamiento resiliente.


El camino es ser consciente de que el mencionado acompañamiento es un proceso de reparación del daño de los menores que lleva tiempo. Y sabemos que hay unos elementos que los expertos en resiliencia nos enseñan, y hemos de ser perseverantes en su mantenimiento y permanencia (incluso en los momentos en los que humanamente no podemos más. Nos sentamos, cogemos aire, paramos, y volvemos a empezar otra vez) Porque el paradigma de la resiliencia los avala. Como afirmó magistralmente María Vergara en su post del mes de diciembre, cuanto más terco sea el niño/a o joven en su desadaptación, más lo seremos nosotros en nuestro camino de proceso de construcción de la resiliencia secundaria en los menores.


Los cuatro elementos que considero fundamentales y que  favorecen la resiliencia secundaria. Es la tetralogía que extraigo de diversos autores en resiliencia (Cyrulnik, Barudy, Aarón, Kotliarenco, Dantagnan...):


1. Aceptación fundamental: lo comentamos en el post de despedida del año y que hicimos conjuntamente los tres blogs hermanos junto con Tatiana Caseda e Iván Rodríguez) El autor Werner siguió durante más de treinta años, hasta su vida adulta, a más de 500 niños nacidos en medio de la pobreza en la isla de Kauai. Todos pasaron penurias, pero una tercera parte sufrió, además, experiencias de estrés y/o fue criado por familias disfuncionales en las que se daban peleas, divorcios, ausencia del padre, alcoholismo o enfermedades mentales. Muchos presentaron patologías físicas, psicológicas y sociales, como desde el punto de vista de los factores de riesgo se esperaba. Pero ocurrió que muchos lograron un desarrollo sano y positivo. Al estudiar a estos niños, ya convertidos en adultos, contempló con sorpresa como el 30% de ellos habían alcanzado un desarrollo sano, vivían una vida normal. ¿Cuál era el factor determinante? Fueron aceptadas en lo fundamental: su sentido de valía, reconocimiento, el valor de su ser... fueron respetados y fomentados. Esto es, a pesar de todos los problemas que pudieran dar, o de su temperamento, raza, ideas, amigos, religión… Fueron aceptados en lo fundamental. Por ello, incluso en los momentos en que se puedan torcer las cosas, aunque haya que mantener el límite y lo normativo, salvaguardemos a los menores en su valor central: ser personas.

2. Pertenencia: Hasta en las situaciones y relaciones familiares que atraviesan un momento delicado y crítico, la pertenencia a la familia no se cuestiona jamás. “Esta siempre es tu casa y tienes las puertas abiertas” “Somos tu familia y perteneces a la misma” Con la misma contundencia que apelamos al límite y a lo que no podemos tolerar, hemos de apelar a la pertenencia.


3. Experiencias y personas que permitan transformar y sanar el dolor: el arte, la participación en grupos culturales y sociales significativos de la comunidad… posibilitan que el dolor causado por el trauma pueda transformarse en acciones o símbolos constructivos. Son múltiples las personas que refieren un proceso de transformación personal gracias a que encontraron un sentido en estas experiencias.
Por otro lado, hemos de proporcionar a los niños y las niñas, los jóvenes… adultos importantes a los que puedan otorgar el rol de adulto favorecedor de ese proceso de construir y rehacerse interiormente (porque cambian su mirada sobre el menor, potencian recursos y habilidades hasta entonces insospechados, hacen de sostén y apoyo emocional…) Un niño o joven debe de tener a su lado una persona o personas de estas características (aparte de sus padres y madres) con quien establecer un vínculo.
4. La empatía y el límite: es una fórmula que combinada (junto con la paciencia y la perseverancia) favorece la transformación de los chicos y chicas y potencia la resiliencia secundaria. Porque cuando el límite se pone (y hay que ponerlo muchas veces y sin temor) con un genuino interés y con respuesta emocional, poniéndose en el lugar del otro, los menores entienden por qué lo hacemos aunque en el momento puedan responder con rabia, indiferencia o evasión.


La picada de hoy es un enlace al vídeo que grabaron en la Escuela de Familias Adoptivas de la Escuela Andaluza de Salud Pública. El pasado 7 de enero me invitaron a su sede sita en la prodigiosa ciudad de Granada y allí tuvimos un coloquio que se transmitió en directo por internet y a través de redes sociales. Todos/as los/as interesados/as pudieron seguirlo y compartir conmigo, María Martín Titos (una de las autoras del magnífico libro sobre adopción titulado: Mariposas en el Corazón) y María Ángeles Prieto (Directora de la Escuela de Familias Adoptivas) una tertulia sobre las necesidades y retos de los menores adoptados. Para los/as que no pudisteis seguirlo, os dejo el enlace a la página de la escuela donde han subido el vídeo con la grabación. Espero que os sea de utilidad en vuestra tarea como padres, madres, familias adoptivas y acogedoras, y también a los profesionales de la protección a la infancia. Nuevamente agradezco desde estas líneas a todos/as los/as integrantes de la Escuela de Familias Adoptivas de Granada el trato que me dispensaron y por darme la oportunidad de compartir con ellos/as un coloquio tan agradable e interesante. Volveremos.

Enlace para que podáis seguir el coloquio: http://livestream.com/easptv/VinculacionyApego

Y finalmente, quiero celebrar con vosotros/as (lo habéis hecho posible siguiendo el blog, difundiéndolo, compartiéndolo y apoyando con vuestra presencia los actos formativos que celebramos, durante estos nueve años, en los cuales poquito a poco caminamos escribiendo para vosotros/as, semana a semana, con constancia y perseverancia) que hayamos alcanzado en el blog la increíble y extraordinaria cifra de ¡¡1.000.000 de visitas!! Somos una gran familia unidos y celebrando, hoy más que nunca, por los buenos tratos. Espero seguir si la salud me lo permite. Os doy las gracias a todos/as, muy emocionado, de todo corazón. 

Hasta dentro de quince días, cuidaos / zaindu

 Post dedicado a Juan Aranzabal con todo mi cariño. 
Mi tutor de resiliencia desde 1983 a 2016
Siempre en mi memoria, siempre en mi corazón
Beti nire bihotzean.