lunes, 24 de febrero de 2014

Cómo pueden las familias comprender y ayudar a los niños/as adoptados/as y acogidos/as a la luz de la Teoría Polivagal de Porges


Llevo ya un tiempo pensando en compartir esta teoría con todos/as vosotros/as, padres y madres, y también con los profesionales que seguís este blog y no la conocéis. Nos va a aportar un conocimiento muy preciso de algunas respuestas y conductas de los niños/as que han padecido trauma temprano.


Primero voy a exponer someramente (de la mano de Ana María Gómez, que como ya os dije hace dos semanas, va a ser, con frecuencia, la estrella invitada en Buenos tratos. Su libro: “The EMDR therapy and adjunct approaches with children” es una joyita que estoy leyendo) la teoría polivagal. A continuación, expondré cómo podéis ayudar y reparar las secuelas que las experiencias tempranas adversas en forma de negligencia, abandono y maltrato dejan en la capacidad de los niños para entrar en una relación adecuada y sintonizada con los demás y con el entorno que les rodea.


La teoría polivagal emerge del trabajo de Stephen Porges en la evolución del sistema nervioso autónomo. De acuerdo con Porges, nuestros problemas emocionales y en última instancia, trastornos, llegan a tener su hardware dentro del sistema nervioso. Este sistema está jerarquizado y preparado para responder a los retos del ambiente. Porges describe tres diferentes sistemas que están asociados con conductas específicas y respuestas fisiológicas que permiten al organismo responder adaptativamente al peligro y a circunstancias estresantes:


El sistema parasimpático ventral vagal, llamado el de la actividad e interacción social. Este sistema es estimulado desde el momento que entramos, nada más nacer, en comunicación con la primera figura de apego, usualmente la madre, quien mediante un estado interno sintonizado con el del bebé promueve interacciones que son la primera escuela de socialización. La seguridad que da la madre al niño le permite ir estableciendo un vínculo plácido, pues aquélla se encarga de ser filtro estabilizador del infante, regulándole emocionalmente. Así pues, se estimula este sistema que prepara al futuro niño y adolescente a responder adaptativamente, en la adultez, a situaciones de estrés. Esta experiencia de apego seguro va estimulando este sistema mediante estados fisiológicos óptimos que apoyan la conducta social y la homeostasis (equilibrio visceral)


El sistema simpático, el cual se encarga de las respuestas de movilización de ataque/huida. Sobre este sistema hemos hablado otras veces (podéis leer este post), pero, resumiendo, es el responsable de emitir una reacción rápida ante el peligro o una amenaza, formando parte del sistema de alerta del organismo, de ataque o huida. Si nos asaltan para robarnos, no tenemos tiempo de analizar la situación, precisamos de una reacción rápida porque está en juego la supervivencia. Así les ha pasado a muchos de nuestros niños/as: tienen este sistema simpático alterado porque vivieron un buen número de situaciones en las que estuvo en juego su integridad personal: maltrato, violencia, guerra, asaltos…


El sistema parasimpático dorsal vagal que promueve la respuesta de inmovilización/bloqueo y favorece los estados disociativos. Por ejemplo, recuerdo a niños que tras haber pasado por varios años de orfanato sufriendo abandono y probablemente malos tratos, al llegar a la familia y comenzar el proceso de vinculación y adaptación familiar y social, en los momentos en los que se enfrentaban a situaciones en las que debían gestionar o dar una respuesta adecuada desde el punto de vista de la interacción social, ante un conflicto, se quedaban literalmente bloqueados: no respondían a estímulos, se quedaban en silencio, la mirada fija en el espacio… durante unos minutos, mentalmente se han retirado de sus procesos atencionales y de conexión con el entorno (se disocian) Un profesor preguntó a un alumno de once años porqué había colocado los pivotes de clase de educación física de manera diferente a cómo él se lo había indicado. El niño negó que esto fuera así, pero el resto de la clase apoyó lo que el profesor decía. El niño percibió algo así como “peligro” y entonces entró en una respuesta de bloqueo y rigidez corporal.


Según Porges, a través de la evolución los mamíferos desarrollaron los dos sistemas vagales, los cuales se programaron para responder con diferentes tipos de estrategias. El sistema ventral vagal nos permite además, responder con flexibilidad y adaptativamente a las demandas del ambiente. Ese mismo niño del que hablamos, suele mostrarse rígido mentalmente cuando juega con compañeros, negándose a ver el punto de vista del otro. Además, suele enfadarse y mostrarse agresivo en situaciones en las que no debería, y en cambio, cuando ha de expresarse asertivamente, no lo hace. No existe esa flexibilidad adaptativa a la que alude Porges. El trauma, especialmente el crónico, temprano y complejo, puede inhibir la disponibilidad de este sistema a largo plazo, constriñendo la capacidad de niño para responder adaptativamente al estrés, auto-regularse y formar apego sano y vínculos sociales.


Cuando las memorias del trauma y la adversidad son activadas por los estímulos ambientales (que es cuando los niños pueden responder o reaccionar atípicamente y para las personas que no conocen la naturaleza, traumática, de dichas reacciones, pueden a su vez, responder inadecuadamente con regañinas, broncas, castigos o medidas de tiempo fuera que lo único que están haciendo es incidir en la herida y, por lo tanto, retraumatizar), los menores de edad percibirán su entorno mediante las lentes de estas redes de memoria (no olvidemos que las respuestas que se aprenden con valor de supervivencia quedan engranadas en redes neurales que se pueden activar en un futuro ante determinados estímulos que las elicitan de nuevo) y como resultado harán una valoración inadecuada de la situación en términos de peligro y seguridad. Esta neurocepción defectuosa, en términos de Porges, puede activar el sistema de defensa en situaciones en las que de hecho están seguros o, por el contrario, inhibir respuestas defensivas en contextos en los que realmente están en riesgo.

Esto lo conocéis, vivís y sufrís muchos padres y madres que atónitos y asustados asistís a un ataque de ira con fuerte componente agresivo del niño ante un estímulo que no justifica tal reacción. Una corrección en los deberes, en un clima de cansancio por ser el final del día, y no tolerando la frustración, puede conllevar este tipo de conductas que reflejan la valoración inadecuada que el niño ha hecho de la situación desde su memoria traumática (“estoy en peligro”, pensó automáticamente este niño, y también de manera instantánea, su cerebro puso en marcha la respuesta de ataque) U otro ejemplo sangrante: la mujer con una historia traumática compleja y temprana que ante una violación responde bloqueándose y disociándose ante la agresión del violador. En vez de interpretar esto como un indicador traumático, puede verse como consentimiento, con graves consecuencias psicológicas y legales para la víctima, a la cual se le indicará que no se defendió. Si no se conoce el lenguaje traumático, pueden confundirse y malinterpretarse muchas manifestaciones de los niños y los adultos.

La neurocepción puede ser activada externamente mediante estímulos, o internamente como cuando experimentan dolor físico. Es de crucial importancia para poder ir reconduciendo estas respuestas cómo el niño percibe el sistema de interacción social del cuidador, pues incidirá en cómo se formarán a largo plazo las representaciones de sí mismo, de los demás y del mundo que le rodea. Además, la expresión facial del cuidador, la voz, la mirada tienen el potencial de activar la neurocepción de seguridad o peligro. Por eso, cómo nosotros respondamos ante las conductas que son reflejo de un trauma pasado, es fundamental. No me cansaré de decirlo. Interpretarlas a la luz de la indisciplina, la mala voluntad o la desobediencia y aplicar consecuencias a dichas conductas, sin preguntarnos nada más, sin analizar por qué ocurre y de dónde pueden venir estos comportamientos, puede retraumatizar al niño. Además, no le ofrecemos la oportunidad, con nuestra actuación y pautas psicoeducativas, de estimular y hacer funcionar adecuadamente el sistema de conexión social.


¿Qué podemos hacer como padres, madres, profesionales para reparar el trauma que el niño acarrea y estimular su sistema de activación e interacción social, para que vaya inhibiendo las reacciones de ataque/huida o de bloqueo? Soy consciente que es un trabajo largo y arduo, pero merece la pena. En este mismo momento estoy asistiendo en terapia a la recuperación del sistema de activación social (ventral vagal) de un niño que lleva conmigo dos años en terapia, tras trabajar con su madre y aquél. Verle reir, conectar, jugar, regular el enfado y dar respuestas menos depredadoras ante la frustración, es de una gran satisfacción.


Os propongo estas orientaciones (tenéis muchas más en los post de apego y trauma que he escrito estos años. Solamente con hacer click en las etiquetas que están a la derecha de la pantalla se puede acceder a los mismos. Hablaré a continuación de algunos aspectos que no he mencionado con anterioridad)


El juego: Los niños víctimas de abandono y maltrato perdieron (porque el estrés del maltrato lo inhibió) en su momento el interés por el juego. El juego no es simplemente que el niño se divierta, no moleste o pase un rato entretenido. Es un sistema que organiza el cerebro del niño y es necesario que el menor pueda tener las condiciones necesarias para poder jugar; de este modo su desarrollo se verá potenciado y sus capacidades se desplegarán porque son estimuladas. Por investigaciones, se sabe que a las ratas a las que se les da a oler cualquier objeto que ha estado próximo a un gato y contiene su esencia, automáticamente les estresa, activa el sistema de alerta de la rata y dejan, entre otras cosas, de jugar. En la vida adulta, estas ratas son menos resilientes y sus habilidades se ven claramente afectadas por esta experiencia. Del mismo modo, los niños víctimas de malos tratos han inhibido el sistema de juego y han perdido oportunidades de desarrollo que son claves para la maduración cognitiva y emocional. Al principio, cuando empecé a trabajar con niños del sistema de protección, asistía asombrado a la negativa o desinterés por jugar que mostraban algunos de ellos. Con el tiempo, fui comprendiendo que estaba asociado a las experiencias adversas tempranas que vivieron.


Jugar de nuevo con los niños es posible, estimular este sistema está a nuestro alcance. Favorece la emergencia progresiva de muchos de los elementos del apego que se han desactivado como consecuencia de los traumas vividos: el contacto ojo a ojo, la cercanía física, la tolerancia a las emociones positivas y negativas, la espontaneidad, la sintonía con el otro, el aprender a co-regularse... A veces hay que seguir el juego del niño. Nunca tomárselo como una broma (jugar es un asunto serio) y no juzgar lo que ocurre. Reflejar lo que el niño hace y amplificar las emociones que vive. Ofrece un marco seguro para que el niño se relacione con nosotros.  Una parte del tratamiento que suelo utilizar consiste en que los padres jueguen con los niños en la consulta, pudiendo proporcionarles después feedback sobre su actuación y cómo la han sentido.


El deporte y el movimiento: Los expertos en trauma recomiendan cada vez con mayor convencimiento la práctica de deportes o actividad física que mueve el cerebro. “Muévelo o piérdelo”, afirma Siegel en relación a que el cerebro de los niños (sobre todo de los más pequeños) necesita movimiento físico para estructurarse adecuadamente. También sabemos -por los expertos en trauma- que éste sobre todo, se fija en el cuerpo inicialmente. “El cuerpo lo registra todo”, dice Van der Kolk. La psicomotricidad para los más pequeños es un tratamiento idóneo para entrar en contacto con lo corporal y lo emocional, una psicomotricidad de corte relacional. Los deportes como las artes marciales ayudan al cerebro traumatizado porque empoderan y promueven el trabajo con las sensaciones corporales asociadas al trauma, aprendiendo a canalizarlas. El fútbol, el baloncesto… son también deportes de equipo adecuados para favorecer la regulación emocional y corporal. Uno de los vídeos que pudimos ver en una conferencia a cargo de Van der Kolk mostraba cómo trabajaba con los niños en base al movimiento y ejercicios sensorio-motrices. Hay que valorar qué tipo de deporte o movimiento es adecuado para cada niño.


Favorecer la desactivación del sistema de defensa: Cuando el niño o el adolescente entra en reacción de lucha/huida porque hay estímulos del presente que activan la memoria emocional y la reacción de alerta, siempre aconsejo a los padres que no entren a castigar, ni mucho menos pelear. Hay una tendencia en algunos varones padres a la rigidez, e incluso a agredir al niño o al joven, que es muy peligrosa e inadecuada y que se centra en el “se porta mal” o “no hace bien las cosas” y "voy a ponerle límite físicamente". No. Esto es confundir las cosas, pues el niño no se comporta así por un tema de disciplina sino porque emite una respuesta propia del sistema nervioso simpático. Hay que tratar de contener con la palabra llevándole al niño o al joven hacia la estimulación del sistema de conexión (ventral vagal) social. Eso es lo que tenemos que hacer desde el punto de vista neuro-psico-biológico. Es muy útil decirle frases como: “mira a tu alrededor, ¿hay algún peligro o amenaza, alguien te va a hacer daño?" O: “¿dónde estás?”; “estás con nosotros, aquí, en nuestra casa, nadie te va a hacer ningún daño” Se le llama presentificar. Hacerle notar al menor que está en el presente con nosotros, y seguro. Por eso entrar a pelear o a poner disciplina es totalmente inadecuado. Más tarde habrá tiempo para poder hablar de los límites y las normas. Esta tarea lleva tiempo pero no instala ni fortalece en los niños la neurocepción de que con sus cuidadores actuales el peligro sigue presente. Los padres o madres que entren en disputas y peleas agresivas con sus hijos/as deben de reflexionar y pedir ayuda profesional. Pues, como explica Ana Gómez, la interactuación del trauma del niño con las características de apego de los cuidadores (probablemente actuarán de este modo agresivo porque ellos han tenido también una historia de vida que deben de revisar) agravará la desorganización que estos menores suelen traer.



Termino la entrada de hoy con una interesantísima "picada": Ya sabéis que desde hace un tiempo me despido siempre recomendándoos algo de calidad. En este caso se trata de un libro de la reconocida y experta autora Montse Lapastora, quien lleva 25 años en la profesión de psicóloga clínica, muchos de ellos consagrada al trabajo y el tratamiento con menores y familias que tienen hijos/as adoptivos/as. Tuve el gusto de conocerla recientemente -para mí ha sido un honor- y compartir experiencias y conocimientos aprendiendo a su lado. Para las personas que residís en Madrid es una profesional altamente cualificada para trabajar con menores adoptados que presentan trastornos del apego y trauma. El libro al que me refiero os va ayudar en vuestra tarea educativa con los niños/as, y está escrito conjuntamente con Fátima Vázquez de Castro. Es del año 2007, editorial Síntesis y se titula: "Niños adoptados. Estrategias para afrontar conductas".
 
Espero que la entrada de hoy os haya gustado y aportado en vuestro caminar con los niños/as y jóvenes. Volveré con vosotros/as dentro de quince días.


Cuidaos / Zaindu

 

2 comentarios:

olgavc dijo...

Hola Jose Luis, es impresionante cómo puedo ver retratado a mi hijo en tu blog. Una de las cosas que mas me han llamado la atención demi ihjo es que desde que llegó con 7 años cuando entraba en una jugueteria era como si lo hiciera a una carnicería. Es mas, estoy convencida que en una carniceria hubiera sido mas curioso y felíz. Después de dos años aquí y habiendo hecho terapia de integracion sensorial, terapia de juego, TMR y ahora Padovan simultaneado con terapias en Umayquipa ( por supuesto siguiendo tu blog y tus directrices desde hace un año) empiezoa ver a mi hijo interesado por juegos de mesa, que ya es algo pero verle jugar solo con sus juguetes es algo que no he conseguido. Dejaré de decirle que ya no le compro mas juguetes pero me parece absurdo hacerlo si no juega con ellos y no quiero mentalizarle a que se compran cosas y luego no importa si no se utilizan.
Desde luego es muy difícil encontrar la linea idónea.
Como siempre muchas gracias por dar luz al mundo oscuro ( a veces) de mi hijo.

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

Muchas gracias por tus palabras, me alegra saber que el blog te orienta. Estas volcada con tu hijo, con buenos profesionales y buena gente a tu alrededor (como mis amigos/as de UmayQuipa) Todo eso irá dando su fruto poco a poco. Que tu hijo se interese por el ajedrez, es un avance significativo. Jugar no implica sólo estar con juguetes, los niños pueden jugar con un lápiz. Es crear un clima de comunicación y aceptación para que se expresen sin temor usando su lenguaje. Un saludo.