miércoles, 24 de febrero de 2010

Niños con problemas de conducta como consecuencia de un trastorno del apego: qué se puede hacer desde el colegio (II)

Técnicas poco eficaces con niños con trastornos de conducta derivados de un trastorno del apego.

Estas técnicas no son recomendadas por Jorge Barudy y Maryorie Dantagnan (en mi práctica yo mismo he podido comprobar su escasa eficacia y contraindicación) del Instituto de Formación e Investigación-Acción sobre la Violencia y sus Consecuencias, de Barcelona, desde el cual desarrollan cursos para profesionales con el fin formarse y trabajar adecuadamente con los niños y adultos víctimas de malos tratos.

PREMIAR

Incentivos a su comportamiento no siempre es efectivo, porque:
Lleva al niño a chantajear.
Cada vez, el niño pone la vara más alta.
El niño controla cuando sí y cuando no tiene premio.
Lo que estimula es controlar a los adultos más que el premio en sí.
Es mejor apreciar que premiar: por ejemplo: "¡buen trabajo!", una caricia, una sonrisa.
No se premia por algo que se espera que el niño haga (nadie recibe premio por no robar).

RETIRAR AFECTO

Es lo que el niño ha sufrido, por tanto esta experiencia gatilla el abandono.
Provoca más separación entre el adulto y el niño/a.
Provoca daño y dolor intenso.
Para un niño desapegado, esta técnica acentúa su atrofia relacional.

CASTIGOS

Poner una consecuencia aversiva a una conducta inadecuada del niño está contraindicado porque el malestar asociado al castigo gatilla o dispara la rabia vivida en las situaciones en las que fue maltratado en el pasado. El niño pone el foco de atención en esa rabia o cólera que experimenta pensando y sintiendo que se le castiga para hacerle daño. Además, tiene dificultades para asociar causa-efecto, por lo que no aprenderá del castigo.

Es mejor aplicar con ellos una función reflexiva, de la cual han carecido, para que aprendan a asociar su conducta con el efecto que produce en el otro, permitiendo que la consecuencia les enseñe lo que antes no han podido aprender coherentemente.

TIEMPO-FUERA
Muchas veces contraindicado
Sentimientos de soledad y aislamiento se intensifican.
Aleja al niño del adulto.
El niño no tiene recursos para calmarse a través de la auto-gratificación. No utilizará el espacio para reflexionar (Aumenta la angustia y malos deseos) Recordemos que son niños que no han podido desarrollar voces internas auto-calmantes porque carecieron de adultos seguros que enseñaran a hacerlo. Luego el tiempo fuera no servirá y ahondará en sentirse abandonado.
El niño necesita time - in, no lo contrario.

RETIRARLO DE LAS ACTIVIDADES

Si el niño participa de las actividades extra-escolares es positivo si lo hace bien, esto desarrolla su capacidad de socialización.
Es más provechoso que participe de una actividad organizada aunque su rendimiento académico no sea de lo mejor.
Valorar bien si hay otras técnicas efectivas antes de utilizar ésta.
Retirarlo de las actividades se justificaría si el niño no respeta el encuadre o si alguien resulta dañado por su participación.

DEPRIVACIÓN O CASTIGO NEGATIVO

Tomar “cosas” de los niños que ya han perdido casi todo es inútil.
Después de que se les quite algo, irán por otra cosa.
Tomar y devolverles algo se refuerza la idea de que antes de que se devuelva, ya lo tiene, por tanto, no será efectivo para disciplinarlo.
Pensar bien antes de actuar: si se confisca algo es para siempre. (Ej.: Si da mal uso de ese algo)

EQUIDAD

“Todos somos diferentes y el mundo no siempre nos trata por igual, es mejor aprenderlo desde pequeño que en nuestro primer trabajo”
El niño víctima de malos tratos tiene necesidades especiales, por ello necesita un trato también especial.
La ausencia de equidad en este contexto conduce más bien a un trato de justicia.

jueves, 18 de febrero de 2010

Niños con problemas de conducta como consecuencia de un trastorno del apego: qué se puede hacer desde el colegio (I)

Los niños que presentan trastornos del apego suelen manifestar muchos problemas en la esfera del comportamiento normativo y, sobre todo, en las relaciones interpersonales. La dificultad que tienen en estabilizar las emociones salpica al resto de áreas del desarrollo manifestando un comportamiento cambiante en lo que piensan, sienten y en cómo se relacionan con los demás (normalmente de un modo un tanto caótico: irrumpen en las conversaciones, no respetan los turnos, no se sincronizan con los demás, parecen no captar la mente de los otros, se muestran impulsivos en sus respuestas, interpretan erróneamente las intenciones de los demás, echan la culpa a otros de sus errores, se muestran hiperdemandantes o desconectados de los otros o indiscriminadamente desinhibidos…)

También, como consecuencia del daño recibido a través de relaciones de malos tratos, presentan problemas para el establecimiento de vínculos sanos: el sentimiento de daño se proyecta al exterior, al otro, y trastoca la capacidad para relacionarse sanamente con los demás. La nefasta consecuencia es provocar el rechazo de los otros, algo que pueden, incluso, buscar inconscientemente pues es el modo en que aprendieron a unirse a las personas: a través de la alienación del otro, dañando porque fueron dañados. El sentimiento de daño genera una fuerte culpa y una intensa agresividad.

No es raro que sean niños marginados por los compañeros como consecuencia de sus problemas de vínculo, y también los profesores hablan de ellos como niños rebeldes, que no siguen las normas, que no toleran frustraciones, inestables, con escasa capacidad de concentración, con baja autoestima...

Sólo se puede reparar y restaurar la capacidad de relacionarse sanamente si desde, precisamente, la relación con adultos significativos se les da la oportunidad de aprender a hacer una lectura de sus problemas emocionales y del comportamiento desde el sufrimiento que han padecido por los malos tratos padecidos. Evitando cualquier etiqueta que los tipifique con atributos negativos (“vagos”, “malos”, “desastre”…) Esto no ayuda en nada.

La psicoterapia y el trabajo de los padres adoptivos/acogedores y/o educadores de los centros de acogida trata de ir haciendo a los niños conscientes de lo que les pasa y ayudándoles a aprender a relacionarse de otro modo. Es un trabajo lento, arduo y que requiere de las dos "p": paciencia y perseverancia.

Existe una institución desde la que se puede hacer mucho por estos niños: me estoy refiriendo al colegio. Sobre todo si partimos de la idea de que éste es un lugar donde se acude para hacer algo más que llenar de conocimientos a los niños. Un colegio es un espacio educativo. Un espacio inclusivo, además. Por ello, considero que cuando hay profesores implicados (que los hay, y muchos) estos niños avanzan doblemente porque la realidad escolar ocupa un sitio muy importante en sus vidas. Pero cuando existe incomprensión, exigencia desproporcionada a nivel académico y, sobre todo, a nivel normativo (el profesor centra su discurso en que el niño o menor debe de interiorizar las normas sin darle tiempo ni experiencia afectiva para conseguirlo. Estos niños sólo se identificarán con la norma cuando sientan que el adulto profesor les acepta, les apoya, les anima y siente aprecio por ellos como personas, aunque sea firme con las conductas negativas ) un listón imposible de alcanzar, la experiencia escolar no se constituirá en vivencia que potencie su resiliencia.

Por ello, hay una serie de técnicas educativas que resultan inapropiadas para estos niños y que usualmente se utilizan en los colegios. Y, por el contrario, hay otras técnicas, focalizadas en el apego, que deben usarse. Esto será objeto de atención en el post de la semana próxima, en una segunda parte.

jueves, 11 de febrero de 2010

Deseo de autonomía en el niño abandonado y dificultades con la permanencia interna

Me encuentro con muchos padres adoptivos o cuidadores que se encuentran con niños y adolescentes cuya edad cronológica no se corresponde con la madurativa. Ello tiene como corolario que estos niños, cuando están solos, no se saben relacionar, se meten en actividades o conductas de riesgo o no se conducen con responsabilidad. Los padres o cuidadores quedan muy sorprendidos, alterados y enfadados porque no llegan a entender que su hijo de 14 años se haya metido en problemas cuando a su edad ya debería de saber comportarse adecuadamente en cosas básicas. O quedan cansados de tener que repetir ciertas rutinas que dejan de hacer en cuanto el cuidador o padre/madre se van o desaparecen.

Esto suele atribuirse a indolencia, pereza, intención negativa o provocación en el niño. Y se hace una lectura negativa de este menor cuando en realidad la base del problema radica en que los niños que han vivido situaciones de abandono o malos tratos de manera severa o continuada tienen comprometida la capacidad de permanecer solos. Este es un concepto de Peter Niels Rygaard, autor danés cuyas teorías y aplicaciones prácticas para ayudar y comprender a estos niños ha hecho que cambiemos radicalmente nuestra manera de enfocar el trabajo, la terapia y la educación con ellos. Es muy importante leer este libro. Sobre todo para todos los que sean padres o tengan a su cargo menores con infancias muy traumáticas e historias de vida duras. Les ayudará a sintonizarse y adecuarse mejor a los niños.

Rygaard dice en su excelente libro El niño abandonado que
“para desarrollar la noción de sí, ha sido necesario que el niño haya experimentado un ambiente externo (padres) organizado, ritualizado, previsible, repitiendo un mismo tipo de estimulación con pequeñas variaciones y diferencias leves y modificaciones moderadas en el contexto.

Cuando el ambiente externo no es lo suficientemente constante o sólido, o bien debido a anomalías internas, el niño no está capacitado para percibir los modelos externos que la madre intenta comunicarle (la comunicación esta crónicamente perturbada o es imprecisa por ambas partes), entonces se produce la ruptura de contacto

El contacto continuado con la madre o un cuidador es fundamental para desarrollar una noción estable del sí mismo.

Porque ello va a traer como corolario que:

Las emociones permanecen durante un tiempo más dilatado.
Permiten al bebé desarrollar intenciones estables e ideas sobre lo que es importante
Y las ideas e intenciones estables producirán un comportamiento estable, intencional.
Gracias a este desarrollo, el niño pequeño puede soslayar los acontecimientos que surgen en su entorno actual y mantener su atención en lo que interesa.
La permanencia se desarrolla durante los 3 primeros años de vida”

¿Qué supone esto en el día a día con el niño?

Los niños con este déficit tienen dificultades para comprender por qué se les limita su autonomía. Ellos –porque suelen ser inteligentes- comparan su situación con la de los demás compañeros, sobre todo cuando se acercan a la preadolescencia, y sienten que no pueden hacer lo mismo que los demás compañeros. Por ejemplo, coger la bicicleta y recorrer la ciudad, tener llaves de casa, desplazarse a cualquier actividad solo… Ellos dicen que pueden hacer estas cosas sin problema. Y es cierto que su intención es hacerlo bien y comportarse adecuadamente. Pero la cuestión radica, como hemos visto de acuerdo al planteamiento de Rygaard, en que no pueden estabilizar esas intenciones y deseos positivos.

Por ello, cuando el cuidador o los padres desaparecen, desaparece la noción de sí mismos o esta se vuelve más difusa; pierden la referencia externa (la permanencia externa del adulto que regula desde fuera y que suple a la interna de la que carecen) y es como si un barco fuera al pairo. La mayoría son inteligentes y no es una cuestión, por los casos que yo voy estudiando, de falta de capacidad sino de conducción responsable, de autorregulación, de inhibir los estímulos que son irrelevantes y centrarse en los relevantes, de uso de la capacidad de reflexión para resolver problemas o dificultades de adaptación que surjan y dar una respuesta acorde con lo que el ambiente demanda. Es como si faltara el director de orquesta. Es por ello por lo que al déficit en la permanencia se le asocie un déficit en las funciones ejecutivas que radican en el lóbulo frontal. Es como si este lóbulo no se hubiera desarrollado al nivel evolutivo esperado porque el trastorno de vínculo y el retraso en el desarrollo que suele generar provocan inmadurez en esta área cerebral. De hecho, se sabe por algunas investigaciones que las relaciones de apego seguro inciden positivamente en la maduración de este lóbulo.

Es, por lo tanto, importante cuando la seguridad requiere que el niño sea regulado externamente por los adulos cuidadores (padres adoptivos, educadores…), darles una explicación a los menores que les permita entender por qué se actúa de este modo. Sobre todo cuando son adolescentes y funcionan como niños más pequeños. Es necesario recoger su rabia y tristeza por no poder hacer ciertas cosas y transmitirles que poco a poco las irán consiguiendo con un plan de transición de la permanencia externa a la interna. Estos cuidadores deben ir proporcionándoles experiencias de autonomía graduadas. Lo que se quiere conseguir (por ejemplo, lavarse los dientes solo sin convertir el baño en un caos) ha de hacerse primero con el cuidador delante regulando y modelando todos los pasos; después el niño solo retirándose progresivamente el cuidador. Cada paso hay que repetirlo muchas veces. De este modo, se irá consiguiendo una autonomía cada vez mayor en muchas conductas. Finalmente, y antes de que se retire el cuidador, se hace una fase en la que el niño hace toda la secuencia de conductas con la foto del cuidador (esto son ideas y pautas del genial Rygaard y que se explican con mucho detalle en su libro)
Muchos de estos niños he observado que maduran más bien entrada la veintena, pero sobre todo cuando se ha trabajado adecuadamente con ellos. Siegel dice que el cerebro muestra su plasticidad a lo largo de toda la vida, así que con ello sabemos que hemos de trabajar y esforzarnos con persistencia por estos niños y no pedirles imposibles que no puedan conseguir alcanzar porque no están, muchos de ellos, en la edad cronológica. Cualquier comparación con el criterio normativo es una injusticia para ellos porque no tuvieron la seguridad de base en edades cruciales.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Juul, un cuento sobre el maltrato entre iguales

Ha llegado a mis manos un cuento, por gentileza de la madre de una paciente niña que me lo ha regalado, que me ha impresionado sobremanera por la crudeza con la que se puede escribir una metáfora tan clara y directa sobre el maltrato entre iguales.

Juul, cuento publicado en España por la editorial Lóguez y cuyos autores son Gregie de Maeyer y Koen Vanmechelen. Desde su publicación en 1996, en Bélgica, Juul ha sido un álbum ilustrado muy controvertido, alabado por unos y denostado por otros. A nadie deja indiferente.

Puede resultar duro para los niños, pero quizá presentar las cosas como son y como las siente el personaje puede ayudar a los niños a conectar con el dolor de los que son burlados, agredidos y dañados. Otra forma de maltrato, la que se produce ente los propios niños, que debería hacernos reflexionar a los adultos sobre los modelos de aprendizaje social que les ofrecemos en los medios de comunicación. A mí me choca mucho escuchar en la calle la frase que dice: “ya sabes lo crueles que son los niños…” Nada más lejos de la realidad, en mi opinión. Cuando a un niño se le proporciona afecto y límites consistentes y segurizantes, se convierte en el ser más cariñoso que pueda existir. Creo que sería más apropiado afirmar que si algunos niños son crueles, ¿no tendrá acaso algo que ver el tipo de adultos que tienen como referentes? Y si me apuran, ¿no tendrá también que ver el tipo de adultos a los cuales los niños tienen acceso a través de los medios (el cine, la TV, los videojuegos…)?

Pienso que este cuento puede contarse a los niños con el acompañamiento de un adulto porque les ayudará a comprender empáticamente el daño que se puede llegar a hacer con las agresiones y con los insultos. Es educativo para utilizarlo en la escuela sobre todo, el espacio de convivencia diario del niño con los otros. En mi opinión, sin el adulto, yo no permitiría que un niño lo leyera porque es aquél quien puede hacer entender, matizar, elaborar y ayudar a comprender esta impactante historia. Es quien puede hacer de filtro estabilizador de esta descarnada historia y convertir este cuento en una herramienta educativa y no solamente en una historia de terror que ventila lo peor del ser humano. Con la narrativa de un adulto adecuado que organice y dé el adecuado sentido a esta historia, creo que puede resultar educativamente edificante. Es importante atender a lo que sienten los niños, y también a lo que piensan, para recoger sus emociones y ayudarles a desarrollar un pensamiento ético.
Creo que sí habría que ser especialmente delicados con niños que hayan sufrido trauma en forma de cualquier tipo de malos tratos, sobre todo porque puede que no estén preparados para asimilar el impacto de un relato que puede hacer que reactive emociones traumáticas.

Os dejo con el cuento, y espero vuestras opiniones:

Juul tenía rizos, rizos rojos como hilos de cobre, eso gritaban todos: ¡hilos de cobre! ¡tienes sangre en el pelo! ¡Caca roja! Un día Juul cogió unas tijeras y rizo a rizo se los cortó.

Juul tenía la cabeza pelada y todos le decían: ¡bola de billar! ¡cara de huevo! Por eso se puso un gorro. Al no tener pelo, el gorro le caía encima de las orejas y éstas se le salían un poco, '¡orejas de soplillo! ¡Dumbo! ¡echa a volar!', le llamaban ahora. Eso le hubiese gustado a Juul, volar muy lejos de allí. De dos rabiosos tirones Juul se arrancó las orejas. Como no tenía orejas el gorro le caía encima de los ojos impidiéndole ver, y empezó a chocarse contra las paredes, contra los otros chicos, contra las sillas, Juul veía las estrellas y empezó a bizquear. Entonces los niños empezaron a llamarle: ¡bizco! ¡Cegatón! ¡Juul es un cegatón! Juul cerró fuertemente los ojos hasta que se le salieron de las órbitas, cayeron al suelo como dos canicas calientes, pero no botaron. Tenía tanto, pero tantísimo dolor, que apenas podía pronunciar una palabra, gemía, babeaba y balbuceaba mientras los otros le decían: ¡tartaja! ¡Baboso! ja, ja, ja ¡miren, Juul no sabe hablar! Juul metió su lengua en un enchufe de la luz, se quemó media boca y su lengua, desapareció.
El dolor era tan insoportable que Juul apenas podía caminar, las piernas se le torcían y le fallaban y los chicos le decían: ¡Juul el patizampo! ¡Juul piernas torcidas! Juul se fue al tren, puso las piernas sobre las vías, cuando éste pasó dejó un gran reguero rojo.
Alguien encontró a Juul, alguien lo sentó en una silla de ruedas, y mientras Juul empujaba y empujaba para escapar los niños seguían gritándole: ¡Juul el ruedas! ¡Juul el ruedas! cuando le alcanzaron, le mancharon de porquería las ruedas y ahí donde él tenía que agarrarse para escapar. De la rabia que le dió metió sus manos en agua hirviendo, para tenerlas siempre limpias, pero estaba tan caliente, que se quemó; y le salieron ampollas y llagas que le supuraban. El médico las mandó amputar y los chicos le decían: ¡brazos de salchicha! ¡Desgraciado! Juul se hizo llevar al zoo, a la jaula de los leones, metió los brazos por los barrotes y un león se los comió.
Juul sólo era cabeza y torso y los niños decían: ¡qué pena de torso! ¡si no lo tuviese podríamos jugar al fútbol con su cabeza! Así que entre todos tiraron y tiraron hasta que le separaron la cabeza del tronco. Pero resultó que la cabeza, aunque se podía chutar, no botaba bien; y los niños, cansados, dejaron a Juul abandonado en la zona de penalti. Alguien pasó por allí, lo recogió, le dió de comer, lo mimó, le pusó un lápiz en la boca, le ofreció un papel y le preguntó: -¿pero qué te ha pasado? A lo que Juul contestó:
Yo tenía rizos rojos, como hilo de cobre
Eso me gritaban todos: ¡hilos de cobre!
¡Tienes sangre en el pelo! ¡Caca roja!
Por eso rizo a rizo, me los corté...