lunes, 22 de septiembre de 2008

El caballo de dos piernas

Es el título de la película que pude ver el pasado viernes en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián. El film, de nacionalidad iraní, parte de una premisa argumental muy impactante: un hombre pide a gritos un chico joven y fuerte que quiera ganar un dólar al día; al punto, salen desde dentro de unos tubos soterrados, viviendo en condiciones infrahumanas, multitud de chicos chillando: “¡Yo, yo…!” Se hacen las pruebas y resulta elegido uno de ellos. Su misión consistirá en llevar aúpas a la escuela, diariamente, a otro niño, inválido, como si de un caballo se tratara.

La película es impactante y estremecedora, pero la directora no sabe, a mi juicio, qué más hacer con la historia. Recurre a la reiteración compulsiva de secuencias y al tremendismo, lo cual resulta cansino, dentro de un conjunto que se observa rodado muy rudimentariamente. No obstante, tiene mérito su obra porque el gobierno iraní no le dejó rodarlo en Irán alegando que el guión no respetaba las reglas locales. Sin resignarse, Samira Makhmalbaf (nombre de la directora) decidió filmarlo en el vecino Afganistán con actores no profesionales, como en sus obras anteriores. "Elegí este país por la proximidad lingüística y de los paisajes, aunque la película podría tener lugar en cualquier sitio", explicó la cineasta. Pero en Afganistán también tuvo altercados. "Un día de rodaje intenso, con 200 extras, una granada cayó al escenario, hirió a cinco de ellos y a mi asistente. Uno de ellos murió dos días después", relató a los medios de comunicación. "Esta granada quería herir claramente, y gracias a los caballos (situados en la escena), que absorbieron la mayor parte de las esquirlas de la explosión, los daños no fueron mayores. Sin ellos, quizá hoy no estaría aquí", reflexionó durante la rueda de prensa que ofeció.
Una directora, sin duda, tenaz y valiente.

Lo que pienso que es interesante para debatir es la metáfora contenida en la historia: el dominante y el dominado, el que usa el poder para tiranizar y esclavizar, pisoteando los derechos humanos, y el que sufre esa situación desde la más absoluta desesperación. Terrible. Los dos menores son dignos de lástima y compasión. Uno porque una bomba destrozó sus piernas y mató a su madre, y está abandonado. Vive la dualidad víctima/agresor. El otro, porque lleva la peor parte, y también sufre el abandono.

Hay otros elementos que llaman la atención de la metáfora: hasta dónde se puede llegar en una relación de ese tipo. Quien se siente en la omnipotencia puede llegar a avanzar en su ejercicio del poder hasta la crueldad. El niño cojo (víctima pero a su vez agresor) desea que sea un caballo de verdad y fuerza la transformación hasta límites de dureza insospechada: le obliga a comer paja, a dormir en una cuadra, a esperar su salida del colegio entre burros, a competir con éstos y ganarles, le pone herraduras, le azota con una fusta y le llama literalmente “caballo”… El niño que hace de caballo vive en una ambivalencia: su odio y dolor por el trato recibido, pero a la vez, llega a lamentarse, en una ocasión, y suplicar (hasta la degradación) ser readmitido cuando el niño cojo le echa porque no le gusta cómo hace su “trabajo” Quizá no tiene otra manera de sobrevivir… Y lo que más escalofríos produce: los adultos asumen impasibles a este drama…

Metáfora que refleja nuestro mundo, un mundo que nos parece lejos pero que una directora iraní nos acerca para que no miremos a otro lado. Un mundo donde los niños llevan la peor parte.

lunes, 15 de septiembre de 2008

"Lo comprendo, pero no lo acepto"

Esta semana he tratado con algunas personas cercanas a los 60 años que perciben próxima su jubilación. La mayoría están en plenitud de sus facultades y podrían continuar aportando mucho a sus empresas. ¡Qué mucho, muchísimo!: experiencia, sabiduría, templanza… Pero a las empresas parece no interesarles estas virtudes. Poco a poco conviven con jóvenes, muy preparados. Y éstos, claro, hacen las cosas más rápido, conocen el funcionamiento de las tecnologías con más detalle, están dispuestos a “comerse el mundo...” Con este panorama, al no ser valorados, las empresas preparan el terreno para que puedan anticipar su jubilación, proponiéndoles jugosas indemnizaciones, una forma de animarles a dejar su puesto a otro.

En una situación así, se resiente la autoestima. Todos somos capaces de comprender que hay que dejar paso a los más jóvenes, pero nos cuesta aceptar que tenemos que terminar nuestra vida laboral, sobre todo cuando nos percibimos en plenas facultades y pensamos que nuestras cualidades podrían canalizarse a través de otros puestos. Pero parece que los empresarios optan por animar a los trabajadores a acogerse a una indemnización más o menos sustanciosa para que dejemos paso. Y es ese dejar paso el que nos cuesta aceptar. La aceptación conlleva un nivel emocional, es más profundo que la comprensión racional. Porque supone conectar con el fin de una etapa de la vida y puede situarnos en crisis, al tener que acomodarnos otra nueva etapa que desemboca en la jubilación y, con ella, la vejez.
Si nos preparamos para ese cambio y encontramos espacios en los cuales desplegar nuestras cualidades, nos seguiremos sintiendo útiles y productivos, necesidad que acompaña a muchas personas durante su vida. Y de ese modo, esa crisis de adaptación será afrontada y resuelta de un modo más saludable.

¿Interesan las personas mayores? Parece que la vejez no vende y no interesa porque se asocia a decrepitud, enfermedad... y muerte. Son conceptos tabú hoy en día. Interesa la juventud y comprar la inmortalidad. Vende más, y tanto vendes tanto vales, como critica Aute en una de sus magistrales canciones, La belleza

Creo que tenemos que recuperar a estas personas y ofrecerles espacios en los que puedan enriquecer a los demás con su sabiduría. Uno conoce gran cantidad de personas de edad, auténticas eminencias en muchos temas, que serían socialmente útiles, y que están marginadas.

Una lástima.

lunes, 8 de septiembre de 2008

Elogio de la figura del educador

(Dedicado a todos los educadores, y en especial, a los que he conocido)

A lo largo de estos años de trabajo en psicoterapia con niños víctimas de malos tratos, a menudo residentes en centros de acogida, he podido conocer la labor (en la mayoría de los casos excelente) que los educadores desempeñan para fomentar la resiliencia (capacidad de resistir los impactos psicológicos) de los niños y adolescentes.

En mi modelo integrado de psicoterapia especializada para el tratamiento de niños víctimas de malos tratos, cobra especial relevancia la figura del educador. Niño y terapeuta trabajan codo con codo para enfrentar las secuelas psicológicas que los malos tratos causan, pero es imprescindible la presencia de un adulto externo que apoye todo ese trabajo. Normalmente, ante la incompetencia de los padres, es el educador quien se responsabiliza de colaborar para que los objetivos de la terapia se puedan implementar en el contexto natural del niño.

Pero el educador hace mucho más:

En el educador el niño deposita las emociones negativas, que no puede regular por el impacto del trauma en su psique, y aquél le enseña a canalizarlas sin hacer daño. Le contiene con firmeza pero con cariño, cuando se desborda emocionalmente. El educador acompaña al niño al colegio, en el estudio (discute y pelea con él cuando no rinde) y en los problemas de relación con los compañeros. El educador es recipiente del dolor emocional del niño porque no puede vivir con sus padres. El educador es quien protege al niño si la visita con sus familiares es tóxica. El educador le acompaña para comprarle ropa. El educador le habla de los cambios que se sufren en la pubertad. El educador pone unas normas de entrada y salida en casa. El educador enseña al niño a comer de todo. El educador se convierte en confidente del primer amor del adolescente. El educador lee cuentos, juega, enseña a no temer los abrazos y los besos. El educador felicita los cumpleaños y da regalos. El educador mete hora extras, si el niño lo necesita. Si el educador se va o cambia de trabajo, continúa desinteresadamente el contacto con el niño porque ambos han desarrollado un afecto mutuo. El educador es, a menudo, la única persona que el niño tiene en el mundo. El educador es humano y, a veces, también se equivoca con el niño o se desquicia, pero sabe enseñarle a reparar sus acciones. El educador no recibe un salario conforme al reconocimiento que socialmente merece. El educador vive situaciones en las que corre riesgo su integridad física. El educador vive, a veces, la sinrazón de la administración pública. El educador [completadlo vosotros]

El educador merece nuestro elogio… ¡por tantas cosas!

domingo, 7 de septiembre de 2008

Cumplimos un año

Estimados clientes, amigos y colaboradores:

Motivos psi, este blog que tenéis ante vosotros, cumple un año.

Sólo quiero agradeceros a todos vuestra participación e interés, esperando que los temas que aquí vertimos aporten aspectos positivos en vuestras vidas. Creo que, para ser el primer aniversario, hemos conseguido una nutrida selección de temas de psicología, debates interesantes y reflexiones sobre la ciencia de la psicología y su aplicación social.

Espero seguir contando con todos vosotros.







José Luis Gonzalo.

viernes, 5 de septiembre de 2008

Pederastas multireincidentes

Noticia de la agencia EFE: “La Policía ha detenido en Santander como sospechoso de haber abusado de una niña de seis años a un pederasta multirreincidente, que hacía sólo tres días que había salido de la prisión de Dueñas (Palencia) tras haber cumplido la última de sus condenas, ha confirmado la Delegación del Gobierno.

Marcelino Fernández Arnaiz, de 54 años, más conocido como 'el pederasta de Astillero' por su largo historial de abusos a menores, se encuentra de nuevo en prisión preventiva acusado de haber vuelto a reincidir en el delito por el que lleva dos décadas entrando y saliendo de las cárceles y psiquiátricos penitenciarios españoles.

(…) Durante su último juicio, los forenses de los Juzgados de Santander explicaron al tribunal que Fernández Arnaiz padece un trastorno de tipo parafílico que lo convierte en un pederasta, no controla sus impulsos, no ha asumido las reglas sociales y morales y tiene un coeficiente intelectual bajo (…) La Audiencia de Cantabria reconoció entonces que esas circunstancias reducen su responsabilidad sobre sus actos, pero no le eximen por completo de ella, como trató de plantear la defensa”

La pregunta que centra el debate sería: ¿Qué hacemos con un hombre que tiene parcialmente perturbadas las facultades mentales, pero que puede hacer mucho daño a los niños con los que se relacione? ¿Hay que dejar a un hombre no rehabilitado, en libertad, una vez que ya haya cumplido su pena?

¿Cuál es vuestra opinión? La mía es que el menor debe de ser protegido, por encima del derecho de cualquier otra persona, y la sociedad debe de poner los recursos necesarios para que los individuos perturbados que delinquen (y que pueden hacer mucho daño a los niños y sus familias) y ya han cumplido pena, no sean puestos en libertad hasta que no se hayan rehabilitado. En el caso de una rehabilitación imposible, como es el caso que nos ocupa, deberían crearse instituciones (hospitales penitenciarios adecuados) donde estas personas pudieran permanecer de por vida. Quizá se me acuse de radical, pero creo que el derecho a la integridad física y psicológica del niño es superior al derecho a la libertad de una persona que, nada más cumplir su condena, desgraciadamente, determinado por los informes periciales, tiene un 99,9% de probabilidades de reincidir. Para ello, supongo, hay que revisar el código penal.
Escribo esta noticia que hoy (11-9-2008) leo en la prensa: "El Gobierno propondrá este otoño al Parlamento una reforma del Código Penal que incluye la imposición de 20 años de libertad vigilada a los terroristas, pederastas y delincuentes sexuales reincidentes que, aunque hayan cumplido sus penas, presenten a los ojos de la Administración riesgo de reanudar sus crímenes tras su salida de prisión. Las anunciadas medidas de control post-condena, que quedarán definidas cuando el Legislativo aborde la reforma, podrán consistir, según el plan inicial del Ejecutivo, en vigilancias por parte de las fuerzas de Seguridad, personaciones en el juzgado, tratamientos médicos y psiquiátricos, la obligación de portar pulseras telemáticas o de asistir a programas formativos"
Saludamos, pues, esta iniciativa, ya que es lo que, en el párrafo anterior pedíamos: arbitrar medidas judiciales para que los pederastas no rehabilitados no campen a sus anchas pudiendo causar daño a los niños. Esperemos que llegue a buen puerto, y que pongan los recursos necesarios para que las medidas sean cumplidas.
Dejad vuestros comentarios y opiniones.